Las emisiones de gases de efecto invernadero del bloque europeo en 2023 alcanzaron un mínimo histórico: se situaron en el nivel más bajo en seis décadas —desde los años 60—y cayeron un 8% con respecto al año anterior. Estos los resultados arrojados por el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA), un reconocido instituto de investigación finlandés que realiza informes periódicos sobre la situación de la contaminación atmosférica y energía.
Este dato confirma una tendencia decreciente de 30 años que llevó a la UE a sobrepasar su objetivo de 2020 de reducir las emisiones un 20% respecto a los niveles de 1990 —1.940 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono (CO2e)—.
El factor principal que explica este descenso, que en términos relativos casi alcanza la variación internual patente en 2020 (fue un 11% respecto a 2019), es un mix energético más limpio. Según el análisis de CREA, se ha aumentado la capacidad eólica y solar, al tiempo que se ha gestado un repunte de la disponibilidad hidroeléctrica y nuclear.
Mientras que la reducción en la demanda de electricidad de la industria y el transporte contribuyó en un 36%. Las transformaciones que menos contribuyeron fueron la reducción de las necesidades de electricidad de los hogares y los comercios (un 8%) y las condiciones meteorológicas favorables (19%).
"Las emisiones de CO₂ de la UE han retrocedido por fin a los niveles que se apreciaban en la generación de mis padres, en los años sesenta", ha afirmado Isaac Levi, analista de CREA, en declaraciones recogidas por The Guardian. Y ha reconocido que durante dicho periodo "se ha triplicado, lo que demuestra que se puede luchar contra el cambio climático sin renunciar al crecimiento económico".
El carbón y el gas, en picado
La producción y consumo de carbón, que había repuntado en 2021 y 2022 —con 349 y 454 millones de toneladas, respectivamente— debido al aumento de los precios del gas, ha vuelto a situarse por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. En términos de emisiones, CREA estima una reducción del 23,6% con respecto al año anterior. En la actualidad, 9 miembros de la UE continúan extrayendo lignito —o carbón marrón—, un tipo de mineral que cuadruplica la producción de carbón duro.
Paralelamente, se vio una disminución del 1,6 % de las emisiones del gas natural, de acuerdo con las estimaciones de los analistas de CREA. En lo relativo al petróleo, que continúa siendo el combustible fósil que más gases de efecto invernadero produce, la institución destaca en un comunicado que sus emisiones "proceden principalmente del transporte y la industria y, por tanto, no pueden ser desplazadas únicamente por el crecimiento de las energías renovables".
El primer objetivo climático 2040
La Unión Europea está elaborando su primer objetivo climático para 2040, con el fin de salvar la distancia entre sus actuales metas de reducir las emisiones netas un 55% para 2030 y alcanzar las emisiones netas cero en 2050. La propuesta, que está todavía en elaboración por la Comisión Europea, sugiere una disminución del 80% con respecto a los niveles de 1990.
Y para conseguirlo, tendría que reducir el uso de combustibles fósiles en un 90%. En este plan se plantea la eliminación progresiva del carbón, la utilización del gas en la industria, los edificios y el sector de la generación de electricidad. El petróleo todavía se emplearía para los sectores del transporte (por carretera, barco y avión). La nuclear y las renovables serían la gran apuesta: se espera que produzcan más del 90% de la electricidad de la UE para 2040. Estas informaciones se extraen del borrador al que tuvo acceso la agencia de noticias Reuters el 22 de enero.
Tal como ha reportado la agencia, propone reducir la factura neta de Europa por importaciones de combustibles fósiles en un total de 2,8 billones de euros durante 2031-2050, en comparación con la media anual durante 2011-2020.
Según el texto, se necesitarían reducciones más rápidas de CO₂ en sectores como la agricultura, donde las emisiones distintas del CO₂ deberían reducirse un 30% para 2040 con respecto a los niveles de 2015. Y además esbozaría el coste de no hacer frente al cambio climático, que se traduciría en fenómenos meteorológicos extremos más devastadores: costaría 2,4 billones de aquí a 2050 si el calentamiento global no se limita a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.