Este miércoles, 19 de junio, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha confirmado que la concentración de dióxido de carbono (CO₂), uno de los principales gases de efecto invernadero, ha alcanzado un récord en mayo en el observatorio de Izaña, en Tenerife. La estación meteorológica situada en el Parque Nacional del Teide registró una media de 427,45 partes por millón (ppm) de CO2, lo que supone un aumento de 3,59 ppm con respecto al anterior máximo, alcanzado en mayo de 2023.
La noticia es aún más alarmante cuando se comparan los datos con los registrados en el Observatorio de Mauna Loa (Hawái), considerado una referencia global. Aunque las mediciones son provisionales, la Aemet asegura que no diferirán significativamente de las que se publicarán finalmente. El observatorio estadounidense registró una concentración media mensual de 426,90 ppm, un incremento de 2,9 ppm con respecto al valor del año anterior.
La coincidencia entre las dos estaciones, separadas por más de 13.000 kilómetros, "no es casualidad", advierte la Aemet. Según la agencia, ambos observatorios son representativos de la composición atmosférica de fondo y no están afectados directamente por fuentes de contaminación antropogénicas. Esto permite medir con precisión los cambios a largo plazo de la composición atmosférica global.
Las emisiones, en aumento
Los registros del observatorio de Izaña desde 1984 identifican, por un lado, un ciclo estacional anual asociado al intercambio de CO2 entre la atmósfera y la biosfera, y, por otro, una tendencia creciente debido a las emisiones antropogénicas. Respecto a lo primero, la absorción y liberación de CO2 está ligada a la actividad fotosintética vegetal. En primavera, la vegetación absorbe más CO2, lo que reduce su concentración en la atmósfera. Sin embargo, en otoño, cuando se pierde la cubierta vegetal, hay un efecto opuesto y este se libera.
No obstante, la realidad es que la actividad humana ha estado aumentando significativamente la concentración de CO2 en la atmósfera. En comparación con los 280 ppm presentes al comienzo de la revolución industrial —en los informes del IPCC, se utiliza de forma reiterada el período de referencia de 1850-1900, cuando apenas comenzaron las emisiones contaminantes de origen antropogénico—, la concentración actual es un indicador claro del impacto negativo que la actividad humana, y, en concreto, la quema de combustibles fósiles, están causando en el planeta.
Esta nueva marca histórica se da a conocer el mismo mes en que Copernicus, el servicio de cambio climático de la Comisión Europea, anunció que el planeta ha cerrado un año de récords de temperaturas consecutivos. Se trata de una tendencia que vimos comenzar la primavera pasada, con la llegada de un nuevo episodio de El Niño, y que se ha mantenido hasta hoy, motivada, según los expertos, por la intensificación de este fenómeno y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El informe advirtió que mientras no se alcancen las cero emisiones netas, "el clima seguirá calentándose, batiendo récords y produciendo eventos aún más extremos". Una llamada a la acción a la que también se sumó Ko Barrett, secretario general adjunto de la Organización Mundial de la Salud, que recordó que, aunque El Niño está mostrando signos de llegar a su fin, los termómetros seguirán aumentando debido a los gases de efecto invernadero que atrapan el calor.
El Observatorio de Izaña también mide desde 1984 las concentraciones de metano (CH4), el segundo gas de efecto invernadero más importante. "Aunque su presencia es varios órdenes de magnitud inferior al CO₂, su peligrosidad está asociada a su alto potencial de calentamiento, 28 veces superior al del CO2 y, por tanto, mucho más eficiente calentando la atmósfera". Por ello, aseguran, "monitorizar los cambios de su concentración es crucial para comprender el calentamiento global y su evolución".
Al igual que ocurre con el CO₂, las mediciones realizadas en Izaña sugieren que la presencia en la atmósfera de este gas está aumentado. Y, como indican en el informe publicado esta semana, actualmente "se están estudiando las posibles fuentes tanto naturales, como el deshielo del permafrost terrestre, que ha actuado hasta ahora como un gran reservorio de CH4, liberando así grandes cantidades de este gas como antropogénicas asociadas al notable crecimiento de la agricultura y la ganadería, así como la mayor producción de petróleo y gas natural".