En 2015, los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y colocaron sus 17 objetivos en el centro de la hoja de ruta para la construcción de un multilateralismo avanzado. Estos ambiciosos ideales para la próxima década son el resultado de un largo proceso llevado a cabo por las diferentes agencias e instituciones de la ONU y otras organizaciones internacionales que conforman el orden multilateral internacional.
Transcurridos cinco años, parece que nos encontramos más lejos que cuando empezamos de alcanzar ese partenariado global entre países desarrollados y en desarrollo, grandes potencias y pequeños Estados, sociedad civil y nuevos actores internacionales. El mismo orden multilateral se encuentra cuestionado desde múltiples ángulos y su capacidad de gestionar crisis y resolver conflictos es criticada incluso por quienes niegan a las Naciones Unidas los medios y autoridad para hacerlo.
No voy a extenderme en los diferentes aspectos que integran el conjunto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como plan de acción de la comunidad internacional y de los gobiernos que, como el español, inspiran en ellos sus políticas. Lo que me parece fundamental, como complemento de los análisis de los diferentes expertos que participan en esta empresa lanzada por Cruz Sánchez de Lara, es señalar que la prevención y resolución de conflictos sigue siendo la condición necesaria para poder desarrollar eficazmente los demás elementos de la Agenda 2030.
Nos encontramos más lejos que nunca de alcanzar un partenariado global
El objetivo 16 (paz, justicia e instituciones fuertes) está relacionado de forma bastante clara con la resolución de conflictos al promover un marco institucional que permita mantener la paz social y garantice un estado de derecho basado en el imperio de la ley. Sin embargo, creo que tenemos que mirar más en profundidad cuáles son las condiciones que se requieren para poder ofrecer políticas públicas y condiciones socioeconómicas más justas, inclusivas e innovadoras.
El caso de Afganistán, donde los esfuerzos de la comunidad internacional por lograr una modernización social y económica sobre estos mismos principios han fracasado por la incapacidad de resolver los conflictos internos y geopolíticos que afectan al país a pesar de los enormes recursos invertidos, es un trágico ejemplo de ello.
Después de más de siete décadas desde su fundación, el objetivo de librar a la humanidad de la plaga de la guerra sigue siendo uno de los fundamentales de las Naciones Unidas y, lamentablemente, nos encontramos muy lejos de conseguirlo. El plan estratégico del Departamento de Asuntos Políticos y Construcción de la Paz (DPPA) 2020-2022 reconoce que los conflictos de nuestro tiempo no solo se han incrementado en número y amplitud, sino que son más complejos y difíciles de resolver que nunca.
Según sus datos, más del 60% de los conflictos de la última década son reincidentes y corren el riesgo de enquistarse sin perspectivas de solución si no utilizamos nuevos instrumentos y soluciones innovadoras. Sus consecuencias afectan de forma muy directa a la población civil, desbordando el ámbito de las fuerzas militares en conflicto, forzando el desplazamiento de millones de personas y amenazando tanto los progresos conseguidos en derechos humanos como el bienestar social y económico de muchos países.
Las recientes crisis migratorias que han afectado directamente a Europa de forma cada vez más dramática están muy relacionadas con el creciente impacto de los conflictos sobre la población civil. Algo que no solo pone en riesgo la consecución de los ODS, sino que mina la credibilidad misma del sistema multilateral internacional.
Las plataformas digitales hacen que sea necesario adoptar enfoques innovadores y crear nuevas alianzas
En palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, “la crisis de confianza que estamos viviendo a muchos niveles está afectando nuestra capacidad colectiva de gestionar las crisis y los conflictos a los que nos enfrentamos de forma eficaz”.
No solo el sistema de Naciones Unidas ha emprendido significativas reformas de su pilar de paz y seguridad. El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), que define su principal objetivo como la gestión de crisis y resolución de conflictos en apoyo del orden multilateral, se encuentra en un proceso de redefinición de los objetivos e instrumentos de mediación.
En la nueva nota de concepto sobre mediación, adoptada el diciembre pasado por el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE a propuesta del SEAE, se detallan no solo ambiciosos objetivos de convertir a la Unión en el actor internacional de referencia en la prevención y resolución de conflictos, sino que se dedican importantes recursos y se refuerzan los instrumentos necesarios para ello.
El multilateralismo tecnológico
La multiplicidad de nuevos actores internacionales que juegan un papel en los conflictos actuales -muchos de ellos no estatales- y el rol de las nuevas tecnologías y las grandes plataformas digitales hacen que sea necesario adoptar enfoques innovadores y crear nuevas alianzas para buscar soluciones a estos desafíos que la diplomacia tradicional no consigue resolver.
El nuevo enfoque sobre mediación y resolución de conflictos incluye las cuestiones de medio ambiente, igualdad de género, patrimonio cultural o nuevas te
cnologías dentro de las líneas de acción prioritarias en este campo.
El sistema internacional se encuentra en un estado de fluidez extrema, con profundas transformaciones traídas tanto por las rápidas innovaciones tecnológicas como por la respuesta a la pandemia de la covid-19, cuyo efecto es aún difícil prever. La privatización de medidas de vigilancia y control tecnológico o de servicios militares es otro síntoma de que no solo la naturaleza -sino incluso la forma de los conflictos- está cambiando.
En la mayoría, además, el papel de milicias y actores no estatales es determinante. Paralelamente, el uso de organizaciones especializadas en mediación y diplomacia de segunda vía ha experimentado un desarrollo extraordinario: es el ámbito de las relaciones internacionales que más ha avanzado en los últimos años.
La inteligencia artificial y el 'big data' están alterando las jerarquías del sistema internacional y las relaciones de poder tradicionales
La incorporación de la inteligencia artificial y la gestión de big data a nuevos sistemas de armas y estrategias de desinformación y manipulación de noticias está, también, alterando las jerarquías del sistema internacional y las relaciones de poder tradicionales.
La trascendencia de que expertos internacionales, mediadores y diplomáticos incorporen las nuevas tecnologías a la resolución de conflictos no debe ser subestimada. La declaración de Toledo sobre una nueva diplomacia tecnológica e inteligencia artificial en la prevención y mediación de conflictos, adoptada por parte de un grupo de expertos internacionales reunidos por iniciativa española, supone una importante llamada de atención sobre los retos de la gobernanza tecnológica global para garantizar un orden mundial más justo y equitativo.
Nos encontramos ante una situación inédita en la que, como país comprometido con un nuevo multilateralismo reforzado y miembro de la UE, España puede jugar un papel importante. Los ODS no son solo unos ideales utópicos que nos hacen sentir bien y refuerzan nuestra confianza, sino que deberían suponer una declaración de principios y un plan de acción sobre cómo nos gustaría contribuir a un mundo más justo y en paz.
Para ello, debemos adoptar nuevos modelos conceptuales e instrumentos innovadores que nos permitan abordar los retos de la prevención y resolución de conflictos como condición fundamental de un desarrollo sostenible en un orden internacional más equitativo.
***Ramón Blecua es diplomático destinado en Irak como embajador en misión especial para la mediación y el diálogo intercultural del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Las opiniones expresadas en este artículo son a título personal y no representan la posición del ministerio.