Hace tiempo que los biólogos sabemos que un bosque no es un simple grupo de árboles y otras especies vegetales. Como casi en todo, el conjunto es mucho más que la suma de las partes, y por eso es tan importante la llamada red micelar que se despliega por el subsuelo de los bosques.
Y que permite que los árboles se conecten e intercambien nutrientes, cooperando entre sí en una acción mutualista que permite el equilibrio y la supervivencia de todo el ecosistema.
Mirar el conjunto, pero siempre reconociendo la importancia de cada elemento que lo forma. Esa es la manera más inteligente, compleja y necesaria para observar cualquier hecho natural, incluyendo los de los seres humanos. Porque hoy, más que nunca, se hace necesario pensar como humanidad y reforzar nuestras redes micelares.
En esencia, mirar a la naturaleza y entenderla es la mejor forma para comprender y comprometerse con la Agenda 2030. Y así, aterrizar de una vez por todas los 17 Objetivos y sus 169 metas.
Esta semana celebran su sexto aniversario, que, como los elementos del bosque, son necesarios en su individualidad, pero, sobre todo, en su conjunto. Creando redes y sinergias entre ellos, trabajando para el todo, que es el bienestar común.
Tras seis años, ¿en qué situación nos encontramos? Aunque diagnósticos ya hay sobradamente, debemos reconocer que los ODS nos pusieron sobre la mesa una realidad plagada de imperfecciones, desigualdades y crisis ambientales y sociales a resolver.
Cuando vieron la luz, allá por 2015, teníamos 15 años por delante para revertir el rumbo. Ahora ya solo nos quedan nueve y, por desgracia, la pandemia ha venido a frenar ostensiblemente los avances ganados en años anteriores. Confiamos en que en este 2021 volvamos a recuperar, con más fuerza aún, la senda del crecimiento sostenible.
Pero más allá de la reciente pandemia, es indudable que los acontecimientos medioambientales que estamos viviendo -como las condiciones meteorológicas extremas, cada vez más frecuentes- van mutando nuestra percepción sobre la materia.
Por eso, si hacemos un análisis de las urgencias en las agendas políticas y sociales para esta década 2030, hay consenso sobre el hecho de que el cambio climático es uno de los principales paradigmas de nuestros tiempos y uno de los problemas más graves a resolver.
Mirar y entender a la naturaleza es la mejor forma para comprometerse con la Agenda 2030
Pero, precisamente por entender y asumir la transversalidad de la Agenda 2030, observamos que existen otras asimetrías en nuestra sociedad que son igualmente graves y que están directamente vinculadas, como la pérdida de biodiversidad o la sobreexplotación de los recursos naturales.
Necesitamos actuar ya. Pero, al igual que el bosque, necesitamos hacerlo de manera colaborativa y conectada. Debemos hacerlo entre todos. Por eso, uno de los objetivos que cobra más relevancia y que en sí mismo representa esa idea de red micelar es el ODS 17 (alianzas para lograr los objetivos), que promueve las colaboraciones para conseguir las demás metas marcadas para 2030.
Un llamamiento a la corresponsabilidad y a la implicación de todas las esferas de la sociedad, que promueve la creación de modelos de colaboración público-privada. Una filosofía que compartimos en Ecoembes como organización ambiental que trabaja con y para los ciudadanos, empresas y administraciones.
Nos preocupamos por ser un buen ejemplo de cooperación y de generación de consensos para un fin común, que en nuestro caso no es otro que promover el cuidado del medio ambiente y de las personas a través del reciclaje de envases.
Nuestra actividad nos sirve, además, de ejemplo de esa conexión que existe entre los distintos ODS y de cómo una mirada global nos permite, con una misma acción, contribuir a la mejora de diferentes indicadores. El reciclaje de envases permite gestionar de una forma más eficiente y sostenible los recursos naturales, algo que está directamente relacionado con la contribución a la acción climática (ODS 13).
El cambio climático es uno de los principales paradigmas de nuestros tiempos
No obstante, somos conscientes de que no solo se trata de hacer un buen uso de las materias primas y reciclar, sino que entre todos hay que decir adiós definitivamente al modelo económico y social caduco en el que vivimos, basado en la sobreproducción, el hiperconsumo y el despilfarro.
Y por eso también trabajamos junto con las empresas que ponen envases en el mercado para que reduzcan la cantidad de plástico y otros materiales que emplean en su fabricación. Apostamos por el ecodiseño para hacerlos más sostenibles y fácilmente reciclables, lo que nos lleva al ODS 12 (consumo y producción responsable).
En esta apuesta por hacer las cosas de manera diferente también entra en juego la innovación (ODS 9). Nosotros la ponemos en práctica buscando la colaboración, creando red con startups, emprendedores, universidades y centros tecnológicos, entre otros, para aportar soluciones innovadoras en materia de reciclaje y ecodiseño a través de TheCircularLab, nuestro centro de innovación sobre economía circular.
Pero no podemos entender la innovación como algo exclusivo de los procesos de producción. Por ejemplo, la Agenda 2030 también plantea la necesidad de trabajar en la educación (ODS 4) como vía para conseguir el bienestar social y el desarrollo sostenible.
Para conseguir una educación más inclusiva y crear una sociedad ambientalmente más concienciada, ¿cómo no vamos a apoyarnos en la tecnología, la digitalización y todas las herramientas de innovación que tenemos a nuestro alcance?
Son solo algunos ejemplos, una pequeña muestra que visibiliza que desde todos los ámbitos podemos contribuir a la Agenda 2030, y que tienen algo en común: se basan en la colaboración y en la corresponsabilidad.
La Agenda 2030 es nuestra última oportunidad de salvarnos y no deberíamos desperdiciarla
Al igual que las redes micelares se interrelacionan en los bosques para asegurar la supervivencia del ecosistema, todos nosotros -ciudadanos, empresas, administraciones, organizaciones civiles, etc.- tenemos el deber de cooperar por el bien común, asegurando nuestra supervivencia y la del planeta.
Pero no nos engañemos, no va a ser sencillo alcanzar en 2030 las 169 metas que definen los 17 ODS. Para ello se requiere voluntad y liderazgo desde los ámbitos político y empresarial, así como una transversalidad real en las políticas de gobierno en materia de ODS, y por supuesto, en materia ambiental.
Aun así, confío en que acabaremos esta década con algunas de las tareas cumplidas, lo que permitirá a Naciones Unidas proponer unos nuevos objetivos 2030-2045 aún más ambiciosos que los actuales.
Para ello, es clave que veamos en la Agenda 2030 algo más que una hoja de ruta. En realidad es nuestra última oportunidad de salvarnos y no deberíamos desperdiciarla. Y si tenemos dudas, la respuesta está en el bosque: imitemos a la naturaleza.
*** Óscar Martín es CEO de Ecoembes.