Cada vez que escucho hablar de consensos, pactos, encuentros y, sobre todo, futuro siento que son música para mis oídos. Tal vez por esto mismo fue tan importante leer que los ministros y viceministros de la Unión Europea, reunidos el pasado mes de mayo en Coimbra (Portugal), le comenzaron a dar forma a la creación de un Ministerio del Futuro para cada uno de los 27 Estados miembros.
Pero Europa no está trabajando sólo en hacer realidad este tipo de desafíos, sino que en paralelo algunos países –como es el caso de Francia, España o el Reino Unido– ya cuentan con oficinas de prospectiva estratégicas.
Hablamos de estructuras nada numerosas creadas para explorar posibles futuros diferentes, que los ayudará en el presente a configurar eso que tanto anhelan.
El informe de la Comisión Europea de 2021, titulado La capacidad y la libertad de acción de la Unión Europea, presentó una perspectiva de futuro sobre tendencias importantes que afectarán a la UE hasta 2050. Por ejemplo, el cambio climático, las transformaciones tecnológicas, la presión sobre la democracia, los valores, los cambios en el orden mundial y la demografía.
No mirar toda esta actividad que se viene realizando en otras partes del mundo es –de alguna manera– querer tapar el sol con una mano. Y no estamos en condiciones de darnos ese lujo.
Digo esto y, sin embargo, recuerdo que en otros momentos de nuestra historia nosotros también fuimos capaces de unirnos, de conciliar y, sobre todo, de delinear un futuro. Si no qué fueron, por ejemplo, los pactos preexistentes, ese conjunto de tratados basados en asuntos constitucionales que lograron acordar diferentes provincias argentinas antes de que se sancionara la Constitución nacional de 1853.
A pesar de que los tiempos que corren no son muy buenos, no debemos olvidar que siempre hay espacios para la esperanza, y es precisamente acá cuando ese tiempo por ahora desconocido llamado futuro comienza a cobrar sentido.
Llegó el momento de dialogar y comenzar la transformación que lleve al bienestar de la población
No hay nada como el futuro para hacer política. Por lo menos así lo consideré y practiqué en cada uno de los cargos que me tocó ejercer a lo largo de mi carrera política.
Los políticos sabemos muy bien cuáles son principales temas para asegurarle un futuro digno a nuestra gente: educación, salud, seguridad, producción y trabajo. Llegó el momento de comenzar a dialogar, ubicar las necesidades y comenzar la transformación que le lleve bienestar a la población.
Por todo esto me pregunto, ¿no habrá llegado el momento de dejar las peleas de lado? Y es una pregunta que me hago de manera reiterativa cada vez que puedo abordar este tema. Desgraciadamente, no nos pasa sólo a nosotros. Veo que la pelea también está establecida en el corazón de los pueblos latinoamericanos.
De esta manera pierden de vista los objetivos verdaderos, permitiendo que las luchas de facciones se ubiquen por encima de las verdaderas necesidades de los pueblos. Todo podría ser muy distinto si primara el sentido común, el pensamiento solidario y de esta manera se dejará de lado el egoísmo y las egolatrías.
A pesar de que los tiempos que corren no son muy buenos, no debemos olvidar que siempre hay espacios para la esperanza
¿Por qué no tomamos como ejemplo los logros europeos? Hablamos de pueblos enfrentados en guerras ancestrales y recientes, con 100 millones de muertos, contando el holocausto, que pudieron y supieron unirse para enterrar ese pasado de enfrentamientos y sellar una paz que los ubique en el camino del desarrollo. Hoy vemos que Europa –al igual que el ave Fénix– supo resurgir de sus cenizas y reconstruir sus Estados en convivencia y bienestar.
Si el pasado ya fue y el presente es –muchas veces– esta realidad con la que estamos disconformes, por qué perdemos el tiempo en estériles enfrentamientos en lugar de dialogar para dejarles un mejor país a las generaciones por venir.
*** Eduardo Duhalde es expresidente de la Nación de la República Argentina.