Antes de correr, debemos aprender a andar. Por eso, antes de aterrizar los vectores de aceleración que promueve Naciones Unidas en la denominada Década de Acción, entre los que se encuentra la transparencia, conviene poner el foco en la semilla de todo ello, en la trascendencia de los ODS para nuestras sociedades. Esta es una historia de crisis y oportunidades, urgencias y expectativas, líderes y rezagados.
En nuestro día a día, tanto en nuestra faceta como consultora especializada como en la de desarrollo de software con propósito, nos encontramos con situaciones que atestiguan la necesidad de situar la transparencia en el centro del cambio. Sin transparencia nadie puede hacer un seguimiento real de los progresos, del rendimiento de los esfuerzos realizados ni comparar entidades o territorios. Y, por tanto, podríamos estar cayendo, de forma involuntaria, en el juego de la autocomplacencia, el cual nunca ha ayudado a nadie.
¿Qué puede aportar la transparencia en la integración de los ODS en las empresas españolas? Buenas prácticas de ida y vuelta, con la consiguiente activación de la inteligencia colectiva; evolución y validación de las iniciativas de los equipos de RSC; consumo y, por ende, producción responsable; liderazgo del sector privado en la mayor tarea de nuestro tiempo, etc. La lista podría extenderse mucho más, pero no así los caracteres de este artículo. En resumidas cuentas: la sostenibilidad no sólo es buena para el negocio, sino que sin integrar la sostenibilidad no se puede construir un negocio de futuro.
Tres datos para poder valorar mejor si nuestro compromiso con la Agenda 2030 está a la altura del reto. Según un estudio del Foro Económico Mundial, se espera una caída del PIB del 4% si las temperaturas suben hasta los 1,5°C, y de casi el 20% si se alcanzan los 3,5°C. Y los modelos que maneja el IPCC sitúan los pronósticos más cerca de lo segundo que de lo primero.
La Agenda 2030 debería ser la brújula de cualquier empresa que ande buscando su futuro. El informe Future Consumer Index de Ernst & Young sitúa la sostenibilidad en el centro de las nuevas decisiones de consumo, hasta el punto de que más del 50% de los encuestados dejaría de comprar los productos de una empresa que emprendiese una acción social o medioambientalmente inapropiada.
Por último, un poco de benchmarking. En la actualidad, España está a la cola de la OCDE y la UE respecto a inversión en I+D+i, 1,2% de su PIB. Mientras, China ha pasado de esa cifra en el año 2004 a más del doble en la actualidad, 2,4% de su PIB. No parece que le haya sentado mal a su economía ese camino.
Transparencia: el camino más corto
Con las motivaciones mucho más claras, ahora sí es el momento de hablar del camino más corto para alcanzar los ODS: la transparencia. Un concepto que lleva ganando presencia en el debate público durante la última década, y que en el ámbito empresarial ha acabado cristalizando en normas como la ley 11/2018 de información no financiera, que ahora se aplica también a las sociedades de más de 250 trabajadores.
Pero, como en otros muchos ámbitos, aquí también nos encontramos dos velocidades, con entidades, tanto grandes como medianas, que van mucho más allá de lo que exige la ley y aplican la transparencia activa sobre toda su cadena de valor, con un desglose de su impacto específico en las 169 metas de los ODS, y, por otra parte, empresas que cumplen los mínimos legales a duras penas. Como es previsible, los escapados serán los que crucen antes la meta y, al ritmo actual, parece que a buena distancia del pelotón. El único problema de esto, como ahora sabemos, es que en este juego solo hay dos opciones: o ganamos todos, o perdemos todos.
Sólo con acercar la lupa al sector privado ya podemos constatar esta tendencia asimétrica. El Pacto Mundial, la red de Naciones Unidas que lidera la sostenibilidad empresarial, cuenta con más de 930 socios en España. ¿Y eso es mucho o poco? Pues si tenemos en cuenta los datos del DIRCE de 2021, que cifra en 3.366.570 las sociedades activas en nuestro país, se puede intuir la enorme brecha que separa ambas realidades. En la misma línea, según PwC solo el 13% de las compañías españolas incluye objetivos ligados a ODS concretos.
Las mayores compañías del país siguen aferradas a metodologías incompatibles con su visión
Esto debería llevarnos a reflexionar sobre las palancas para activar la transición hacia la sostenibilidad que puede ofrecernos la transparencia, bien entendida, respecto a la Agenda 2030. Y me gusta explicitar ese matiz porque la transparencia tiene muy poco que ver con una maraña de archivos pdf y documentos escaneados esparcidos en las url más recónditas de la web, y sí mucho que ver con datos abiertos por defecto, completos, accesibles, utilizables, comparables e interoperables, como recoge la International Open Data Charter.
Toca pasar de las palabras a los hechos. Y en este camino, tanto la experiencia como la tecnología con propósito deben ir de la mano. En nuestra carrera como consultores hemos visto cómo algunas de las mayores compañías del país siguen aferradas a metodologías incompatibles con su visión. Sólo hay que recordar el reciente patinazo de UK con la monitorización de la pandemia en un Excel.
El compromiso social y medioambiental marca la dirección estratégica de nuestro tiempo. Ahora hace falta subir ese compromiso a las vías de la transparencia y dotarlo de la velocidad necesaria, que sólo es alcanzable usando lo mejor que la tecnología puede ofrecernos. El reloj corre en nuestra contra, pero todavía está en nuestra mano llegar a tiempo.
*** Raúl Moreno es CEO de OpenODS SL