La guerra es ese lugar que ningún niño debería experimentar jamás. Un lugar de inocencia perdida, de tragedia y de dolor. La vergüenza para un mundo que creía haber superado, más allá de regionalismos olvidados con demasiada frecuencia, los lejanos temores de la Guerra Fría, botones nucleares o terceras guerras mundiales.
El conflicto en Ucrania sacude a una sociedad occidental que hasta hace unas semanas veía la guerra como una lejana realidad que, de vez en cuando, aparecía en los medios de comunicación. De Afganistán (28.500 niños y niñas muertos desde 2005 por la guerra), de Yemen (10.200 niños muertos o mutilados desde que se intensificaron los combates en 2015) o Siria (11 años de guerra ya) pocos se acuerdan; de los terribles enfrentamientos en el norte de Etiopía, Sudán, Burkina Faso, Somalia, República Democrática del Congo o República Centroafricana poco sabemos.
La lista es tan larga como desconocida por la inmensa mayoría. Pero la violencia, el drama y la angustia siguen siendo una realidad para la población de esos rincones del planeta, aunque los precios de la energía, las bolsas o el IPC no se den por enterados.
Como siempre, millones de niñas y niños pagan un precio terrible en estas situaciones. Por desgracia, ni en Ucrania ni en la inmensa mayoría de los conflictos armados se cumple una de las normas de guerra más básicas: la protección de la infancia.
Ya el pasado mes de diciembre, desde UNICEF se advertía que en 2021 habían aumentado las violaciones de los derechos de niñas y niños en conflictos armados; un absoluto desprecio por la vida, el bienestar y la protección de la infancia que hoy vemos en los pueblos y ciudades de Ucrania.
Al igual que en tantos otros puntos del planeta, la escalada de violencia en ese país europeo representa una terrible amenaza para el bienestar de millones de niños y niñas que están siendo testigos de la crueldad de la guerra. Están siendo asesinados, heridos y ven cómo mueren sus seres queridos. Atacar a los más vulnerables (bebés, niños y niñas, mujeres embarazadas y aquellos que ya padecen enfermedades, así como a los trabajadores de la salud que arriesgan sus propias vidas para salvar otras) es un acto de crueldad inconcebible. El conflicto está provocando el mayor movimiento de refugiados europeos desde la II Guerra Mundial, y la mitad de los desplazados son niños y niñas.
Hace 25 años, la mozambiqueña Graça Machel, presidenta en su momento de la Comisión de Estudios de las Naciones Unidas sobre el Impacto de los Conflictos Armados en la Infancia, publicaba Las repercusiones de los conflictos armados sobre los niños, informe de referencia en el que se instaba a la comunidad internacional a tomar medidas concretas para proteger a los niños y niñas del flagelo de la guerra y se pedía a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional que adoptaran las medidas necesarias para proteger a la infancia.
"Muchos son víctimas de la esclavitud, la trata, el abuso y la explotación; otros viven en un limbo jurídico"
Aunque durante décadas desde Naciones Unidas se han realizado importantes esfuerzos de concienciación con las partes en conflicto y con quienes influyen en ellas, y se han reforzado los mecanismos de vigilancia, información y respuesta a las violaciones graves de sus derechos, los niños siguen siendo los más afectados por las guerras. Ucrania es un ejemplo más de que estamos fallando en nuestro empeño de proteger a la infancia.
Hoy el número de países en los que hay conflictos violentos activos es el más alto de los últimos 30 años. Como resultado de esos conflictos, más de 30 millones de niños han tenido que abandonar sus hogares. El impacto en su vida y su futuro es brutal: muchos de ellos son víctimas de la esclavitud, la trata, el abuso y la explotación; otros viven en un limbo jurídico, ya que carecen de un estatus migratorio oficial y no tienen acceso a la educación ni a la atención de la salud; por no hablar del impacto en su salud mental.
Entre 2005 y 2020 se verificaron más de 266.000 violaciones graves cometidas contra los niños por parte de las facciones beligerantes en más de 30 situaciones de conflicto en África, Asia, Oriente Medio y América Latina. Sin lugar a dudas, la cifra real es mucho más alta.
Con el fin de mejorar la supervisión, así como prevenir y poner fin a los ataques contra los niños, el Consejo General de las Naciones Unidas ha distinguido y condenado seis violaciones graves contra los niños en tiempos de guerra: el asesinato y la mutilación de niños; el reclutamiento o la utilización de niños en fuerzas y grupos armados; los ataques contra escuelas y hospitales; las violaciones y otras formas graves de violencia sexual; el secuestro de niños; y la prohibición del acceso de la asistencia humanitaria para los niños.
Junto a los intensos trabajos para llevar ayuda humanitaria a las zonas afectadas y a las fronteras a las que están llegando millones de refugiados, UNICEF insiste en hacer un llamamiento –en Ucrania y en las otras 60 zonas que figuran en los anexos del informe anual del Secretario General de 2021 sobre los niños y los conflictos armados– para que se comprometan a adoptar planes de acción formales y a tomar medidas concretas para proteger a los niños. Entre estas medidas cabe destacar la prevención de las violaciones graves, la liberación de los niños por las fuerzas y los grupos armados, la protección de los niños contra la violencia sexual y el cese de los ataques a hospitales y escuelas.
"En Ucrania los niños y niñas también se han convertido en el blanco de primera línea"
Por desgracia, en Ucrania los niños y niñas también se han convertido en el blanco de primera línea. Asistimos a un menosprecio flagrante de los derechos de la infancia y a una realidad que refleja una crisis moral de nuestra era.
Es absolutamente imprescindible multiplicar los esfuerzos por parte de todos para proteger a los niños de los ataques en conflictos armados; solo así mantendremos viva la esperanza y comenzaremos a prepararlos para construir futuros pacíficos para sí mismos y para sus países. Si actuamos juntos, podremos lograr que los ataques contra los niños dejen de ser algo normal y preservar el futuro de la humanidad. Los niños no pueden esperar. Debemos actuar de inmediato.
*** Gustavo Suárez Pertierra es Presidente de UNICEF España