A lo largo de los últimos siglos, y especialmente en los últimos años, el mundo ha registrado impresionantes mejoras en los principales indicadores de salud, como un aumento significativo de la esperanza de vida y una reducción de la mortalidad por enfermedades comunes prevenibles. Sin embargo, estos avances no son uniformes en todas las poblaciones del mundo.
Por el contrario, muestran una clara evidencia de desigualdades significativas, en las que los países más pobres se llevan la peor parte. Los habitantes de los países de ingresos bajos y medios con un Producto Interior Bruto (PIB) bajo y un gasto en salud y bienestar aún más bajo son los que más sufren.
A esto hay que sumarle que los sistemas de salud que se esfuerzan por proporcionar servicios sanitarios mínimos básicos a menudo se encuentran sin preparación y son incapaces de responder a las crisis. La pandemia mundial de la covid-19 puso de manifiesto algunas de estas debilidades.
Pero también mostró que se pueden movilizar los esfuerzos colectivos y de colaboración para encontrar soluciones en plazos que antes eran inimaginables.
Nuevas crisis
Las crisis climáticas afectan de forma desproporcionada a los países y comunidades donde los sistemas sanitarios no son resilientes y carecen de capacidad de adaptación.
Este es el caso de Sudán del Sur. Allí los desplazados internos de Keich Kuon, una zona remota del estado del Alto Nilo, dependen de la ayuda alimentaria del Programa Mundial de Alimentos y de World Vision, que a menudo se ve obstaculizada por el mal tiempo y las inundaciones.
La región se ve afectada por cambios significativos en la estacionalidad y los patrones de lluvia tradicionales, con un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, especialmente sequías.
Esta combinación de mayor exposición a tensiones y choques y de menor capacidad de adaptación hace que el cambio climático sea un importante factor de riesgo de catástrofes.
Una de estas intervenciones en las zonas afectadas por las inundaciones es la necesidad de rediseñar las infraestructuras de suministro de agua, incluida la reubicación de las estructuras de toma de agua en terrenos más altos en respuesta a la subida del nivel del agua.
Salud y clima
El país está sufriendo las peores inundaciones de las últimas décadas, que han afectado a más de 850.000 personas. A esto le siguió un brote de enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles.
Los datos de morbilidad, por ejemplo, indican un elevado número de paludismo, que representa más del 50% de las enfermedades en los centros de salud de los condados de Fashoda y Manyo, en el estado del Alto Nilo.
A medida que la situación de las inundaciones continúe, y empeore, los casos de malaria seguirán aumentando, y el riesgo de un brote de cólera sigue siendo muy alto. Un estudio reciente también ha revelado un aumento de los casos de hepatitis E entre los desplazados internos del condado de Bentiu, perteneciente al estado de Unity, atribuido a la falta de higiene en el campamento.
Los centros de salud tienen dificultades para hacer frente al aumento de pacientes debido a las limitaciones de acceso tanto del personal sanitario como de los suministros esenciales. El impacto también viene acompañado de demandas adicionales para adaptar los programas, lo que, en la mayoría de los casos, está asociado a la necesidad de recursos adicionales para su implementación.
Se requieren intervenciones multisectoriales y plurianuales que aborden las causas fundamentales y alivien el sufrimiento inmediato de los más vulnerables.
Se necesitan nuevas formas de trabajar juntos para garantizar un mañana más saludable para nosotros y la generación futura.
Se necesita cuidar del planeta para cuidar de nosotros mismos.
*** Mesfin Loha es director de World Vision Sudán del Sur.