La Agenda 2030 ha facilitado a países, sectores y entidades de todos los ámbitos una hoja de ruta, consensuada y universal, para avanzar hacia un modelo basado en el desarrollo sostenible capaz de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones. Los ODS exigen esfuerzos concentrados en construir un futuro inclusivo que pasa por una toma de responsabilidad de gobiernos, empresas y sociedad civil.
En este sentido, y a pesar de no existir un ODS específico dedicado a la cultura, las diferentes actividades y disciplinas que conforman el sistema cultural se convierten en una palanca fundamental para la contribución de esta agenda común.
El teatro, la danza, la música, el audiovisual o las artes plásticas se han consolidado como un relevante agente dinamizador para el desarrollo sostenible desde un punto transversal, impactando de manera social, económica y ambiental en nuestros entornos. A través de la cultura, conseguimos avanzar hacia territorios y sociedades más cohesionadas, se contribuye a crear espacios más responsables y se incrementan los sentimientos de experiencias colectivas.
España fue pionera en su visión del papel de la cultura. Contamos con una verdadera Constitución cultural que, desde su preámbulo, proclama la voluntad de promover el progreso no sólo de la economía, sino también y al mismo nivel, de la cultura para asegurar a todos una digna calidad de vida
La cultura se erige, pues, como un impulso necesario para la consecución de la Agenda 2030. John Hawkes, en su publicación de 2001, The Fourth Pillar of Sustainability, ya ponía en valor la importancia de la cultura para el desarrollo sostenible desde una visión transversal, y reivindica como el concepto de cultura es una valiosa herramienta que ha sido ignorado por gobiernos y administraciones públicas a la hora de planifican el futuro y evaluar el pasado.
Algunos estudios más recientes como: Objetivos de desarrollo sostenible y sus metas desde la perspectiva cultura, publicado por REDS en 2022, o Festivales de Música y Agenda 2030, publicado por la Asociación de Festivales de Música (FMA) en 2020, reflejan cómo la cultura y sus sectores, pueden contribuir de manera directa a la Agenda 2030 y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Desde un punto de vista económico, las cifras obtenidas en 2019 generadas por los sectores culturales y creativos europeos reafirmaron la tendencia creciente del sector. De acuerdo con el informe de 2021 Rebuilding Europe, the cultural and creative economy before and after the COVID 19 publicado por EY, los sectores culturales supusieron en el año 2019 una industria con relevancia en Europa, facturando 643.000 millones de euros y suponiendo el 4,4% del PIB de la UE en términos de facturación total.
El sector de la cultura, además de tener un retorno económico a nivel europeo, nacional y local, supone un impacto social importante en las regiones donde se localizan sus actividades. Fomentan de forma directa el derecho a la participación en la vida cultural de las personas locales, generando cohesión social y territorial.
Sin embargo, este valor tan importante para la creación de sociedades más justas, equilibradas e inclusivas, al tener un carácter más intangible, es difícil de medir, lo que ha podido resultar en una percepción sesgada o incompleta.
Los impactos de la cultura hay que abordarlos desde una perspectiva holística, atendiendo a su impacto económico, social, y ambiental. De lo contrario, no estaríamos siendo realistas con la importancia y capacidad de incidencia del sector cultural.
Por todo esto, es importante avanzar hacia la creación de nuevos modelos de medición de los impactos de la cultura atendiendo a criterios de sostenibilidad.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) define impactos como aquellos “efectos a largo plazo, positivos y negativos, primarios y secundarios, producidos por una intervención de desarrollo, directa o indirectamente, con o sin intención.”
Los procesos de medición de impactos brindan información muy valiosa para conocer el estado de la situación, identificar espacios de mejora o facilitar la puesta en valor de externalidades positivas de actividades o entidades que integran un sector.
La escasez de datos, evaluaciones e información que justifiquen los impactos positivos de las actividades que integran los sectores culturales y creativos ha dificultado el reconocimiento de la cultura como bien en sí mismo. También como actividad que genera una gran dinamización social, ambiental y económica.
En este sentido, una percepción social equivocada de los impactos reales de la cultura hace que en muchas ocasiones se dificulten las relaciones con la administración pública, la percepción social o el acceso a capital público o privado inicial.
Con motivo de esta falta de reconocimiento, ante etapas de grandes recesiones y de crisis como la que se ha vivido con motivo de la Covid-19, los sectores culturales y creativos, han encontrado mayores dificultades para reivindicarse de manera sectorial, y para conseguir apoyo, subsidios y reconocimiento a la altura de las necesidades.
Por ello, trabajar en la creación de estándares de medición del impacto que atiendan a la incidencia de triple impacto que tiene la cultura en los diferentes ámbitos de la sostenibilidad, podría favorecer un mejor entendimiento y reconocimiento de la cultura en nuestra sociedad.
*** Patricia Gabeiras es socia fundadora de Gabeiras & Asociados.