A principios de mes tuve la oportunidad de participar en la apertura del congreso Liderazgos Disruptivos y Redes Profesionales de Women Evolution. Lo hice junto a un elenco de mujeres brillantes, por su trayectoria profesional y por ser un ejemplo de buen liderazgo en nuestro país.
El encuentro me llevó a hacerme una pregunta: ¿nos han robado ambición? Se me eriza la piel cada vez que una amiga o un colega profesional me dice esto de “¡qué alegría que ya recuperamos la normalidad!”, porque lo cierto es que, lejos de entusiasmarme, me preocupa que esta sensación de alegría nos instale en el conformismo.
Esta normalidad, que nos alegra recuperar, la analizamos cada año en Esade con nuestro informe Gender Monitor. Este, en 2019, nos decía que sólo el 18% de las mujeres directivas consultadas cultivábamos nuestras redes de apoyo y las considerábamos parte de nuestro trabajo.
Enfrente teníamos a un pequeño grupo del 3,4% de mujeres directivas que creía que este networking es algo incómodo y artificial. Pero había un grupo más voluminoso aún –un 78,6%– que, si bien sí les daba importancia, no les dedicaba el tiempo que quisiera por razones varias, entre las que destacaba tener demasiadas obligaciones personales.
Como decía, una realidad que entusiasma poco.
¿Qué hacemos ante esto? ¿Nos alegramos de recuperar esta normalidad, o aprovechamos el momento para ser algo más ambiciosos en la apuesta por un liderazgo femenino más holístico?
Y recalco eso de “aprovechar el momento”. Porque, aun siendo muy consciente de que enfrentamos el desafío urgente de crear un futuro sostenible que cuide al planeta y a las personas y obtenga rentabilidades, mi mirada al liderazgo de las mujeres en este desafío es ahora más optimista que en febrero de 2020.
3 motivos para la esperanza
Un optimismo de espíritu propio, pero que apoyo en tres evidencias que resumo brevemente.
En primer lugar, el mundo entero tiene hoy certeza de la extraordinaria capacidad de las mujeres como líderes políticas. Angela Merkel ha dejado de ser una loba solitaria, y jefas de Gobierno de países como Dinamarca, Eslovaquia, Etiopía, Finlandia, Islandia o Nueva Zelanda han echado por tierra la creencia que en 2019 tenía casi la mitad de la población mundial de que los hombres eran mejores líderes políticos que las mujeres.
A todas estas jefas de Gobiernos se les reconoce una extraordinaria capacidad de liderazgo en momentos de gran dificultad, incertidumbre y estrés, y se aplaude la rapidez en su toma de decisiones en momentos críticos, su transparencia y su estilo de comunicación. Cualidades, todas ellas, imprescindibles en un líder –hombre o mujer– del siglo XXI.
Por otro lado, Europa lidera actualmente la apuesta por romper el techo de cristal en los consejos de administración y, aunque España ocupa el décimo tercer puesto europeo y el decimoséptimo en la posición global, la tendencia al alza en el número de mujeres en los consejos de las empresas españolas se consolida hoy en todas las industrias españolas.
Es cierto que todo se mueve despacio, a velocidad de crucero panorámico, pero avanzamos más rápido de lo que se estimaba. El último informe de Deloitte, Mujeres en los Consejos de Administración: una perspectiva Global, nos anuncia que si no bajamos el ritmo, habremos alcanzado la paridad 7 años antes de lo previsto, en 2045 y no en 2052.
Y el tercer hecho: el mundo del trabajo está cambiando. Hombres y mujeres comenzamos a hablar el mismo idioma y a demandar los mismos avances laborales. Estamos ante el inicio de un claro cambio de tendencia en los factores motivacionales de los profesionales. Dejamos de poner todo el peso en factores como el salario y la posición organizativa para valorar otros elementos más intrínsecos a nuestra persona y demandar a nuestra relación empresarial que sea más flexible y nos permita abordar también nuestros propósitos personales.
De modo que ya todos, y no sólo las mujeres, hablamos de teletrabajo, horario flexible, itinerarios de desarrollo profesional personalizados, etc. Diría que, en breve, hombres y mujeres seremos capaces de redactar juntos la definición del éxito profesional del siglo XXI.
La urgente necesidad de cuidar nuestro entorno medioambiental y a las personas que lo habitamos, exige ambición colaborativa en los líderes y el deseo de llegar juntos a la meta. Cultivar las redes de apoyo no puede ser algo artificial ni incómodo, pues estas son el primer paso para generar alianzas, para abordar el ODS 17, y la única manera de garantizar una economía circular.
***María Díaz es directora de Comunicación, Marca y Relaciones Institucionales de Esade.