La sostenibilidad está en boca de todos. Sabemos que es necesario incorporarla en las políticas públicas, en la planificación estratégica de las empresas, en el origen de las iniciativas emprendedoras y en la visión de las organizaciones sociales, pero surge el reto de convertir el discurso en acción.
Por eso es necesario contar con una hoja de ruta que mida el avance en sostenibilidad es un reto necesario para las pymes, pero la complejidad y variedad de las métricas dificultan esta tarea. ¿Cómo podemos evitar la parálisis por análisis?
Para cambiar es necesario medir
En cualquier proceso de cambio de comportamientos, la medición es un elemento clave para tangibilizar los objetivos y generar incentivos por su consecución, y también aprendizajes sobre sus resultados. Este proceso es sobradamente conocido tanto en el ámbito de los cambios de comportamiento individuales como en el ámbito de la gestión empresarial con la máxima de “lo que no se mide no crece” y la amplia implantación de políticas de incentivos vinculados al desarrollo de negocio.
En el ámbito de la transición a la sostenibilidad y de la economía de impacto esto se ha materializado en la creación de múltiples marcos, herramientas y metodologías de medición de impacto, ESG y componentes de sostenibilidad.
[¿Por qué no hablamos de pymes cuando hablamos de sostenibilidad?]
El exceso (?) de certificaciones
Las métricas e índices de sostenibilidad intentan cuantificar este desempeño. Sin embargo, el extenso mapa de indicadores disponible, con las especificidades que presenta cada uno de ellos, supone uno de los mayores retos para las compañías.
Recientemente, la Cátedra de Impacto Social de la Universidad de Comillas ha realizado una amplia revisión de estas metodologías y herramientas en su informe “Propuestas para la medición y gestión del Impacto Social. En búsqueda de un lenguaje común”.
Contamos con marcos como EVPA, IMP, ODS Compass, Social and Human Capital Protocol o IRIS; metodologías como Impact Weighted Accounts, SROI, Teoría del Cambio, la monetización del valor social; indicadores como los incluidos en el catálogo de métricas de IRIS+ o los 232 parámetros establecidos para medir la consecución de los 17 ODS; estándares de reporte como GRI, SASB, TFCD, AccountAbility's Standards; y herramientas como B Impact Assessment o Actúa Sostenible…
Estamos inmersos en un vasto y complejo universo de métricas y parámetros, muchos de ellos inalcanzables para las pequeñas y medianas empresas.
De este modo, la medición de la sostenibilidad implica plantearnos el objetivo (medimos para aprendizaje y cambio, crecimiento y desarrollo o cumplimiento y visibilidad), la parte técnica (¿qué proceso seguimos y con qué herramienta?) y la pragmática (¿cómo lo hacemos, con qué recursos, en qué tiempos?). La inmadurez del campo, junto con la urgencia, han dado lugar a un mercado en plena ebullición, y no hay consenso sobre cuáles son los estándares comúnmente aceptados.
Presión del legislador y grupos de interés
La Comisión Europea estableció en 2014 la obligatoriedad para grandes empresas de divulgar su desempeño en materia de sostenibilidad, remarcando que “las pymes deben ser eximidas de requisitos adicionales”. La trasposición de esta irectiva a la legislación española llegó en diciembre de 2018 con la conocida Ley de Estados de Información no Financiera (EINF) y las empresas de más de 250 empleados que no medían el impacto de su actividad en cuestiones ESG tuvieron que adaptarse para cumplir con la ley.
Y como la medición de la sostenibilidad no para, en noviembre de 2022, el Parlamento Europeo aprobó la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), que entrará a vigor el 1 de enero de 2024 para empresas con más de 500 empleados, que ya están sujetas a los EINF. Esta nueva directiva ampliará el arco de 12.000 compañías a 50.000 que tendrán que reportar sus impactos en materia ASG.
Este paso está arrastrando a empresas de diverso tamaño a iniciar también su senda hacia la sostenibilidad, si quieren continuar trabajando como proveedores con las grandes compañías. Además, el interés por la sostenibilidad influye en el comportamiento de los consumidores, que exigen a las empresas que demuestren una actividad responsable; mientras que los inversores, públicos y privados, incorporan indicadores ASG como un criterio decisorio para la financiación de entidades y proyectos… Más tarde o más temprano, las pymes también van a tener que acometer la tarea de medir el impacto económico, social y ambiental de su actividad.
El reto de las pymes
Medir el impacto de la actividad de una organización implica tiempo, recursos humanos y financieros, procesos, etcétera, y no existe una metodología común. En muchos casos, la escala de la actividad de una pyme no justifica el gasto y la dedicación de tiempo y recursos para la implantación de estos marcos. El apoyo a las pymes debe accionar procesos de medición y seguimiento del impacto ajustados a la realidad de estas empresas. De otra forma corremos el riesgo de la parálisis de la medición por el exceso de análisis.
Por eso, es necesario ayudar a las pymes a medir su impacto. Y, posiblemente, el sistema de medición debe adaptarse para responder a su propósito, ser viable técnicamente y ser factible en términos de utilidad. Por eso, debemos considerar el desempeño en sostenibilidad como un proceso, que tenemos que medir y evaluar de manera continua, teniendo en cuenta la trayectoria, el esfuerzo y el progreso de cada actor. Las métricas de sostenibilidad deben enfocarse en este aspecto para que pymes, startups y emprendedores puedan medir, mejorar y poner en valor su esfuerzo por tener un impacto positivo.
Esta visión centrada en la medición continua, la trayectoria y el impacto viene acompañada de la necesidad de que las compañías comprendan el alcance de su contribución o atribución del impacto positivo.
La responsabilidad del Ecosistema
Por todo ello, es importante trabajar conjuntamente para que la medición facilite y potencie el cambio y el aprendizaje del negocio, en vez de ser un obstáculo contra la acción del cambio y de transición. Las métricas deben ser una palanca de aprendizaje y de impulso del cambio.
Para las pymes es imprescindible contar con herramientas accesibles, que se conviertan en una ayuda real para su proceso de transición a la sostenibilidad. De hecho, la medición debe ser un medio para lograr el fin principal: impulsar el cambio real de comportamientos y de modelos de acción.
En España las pymes suponen más del 95% de las empresas del país y representan el 62% del Valor Añadido Bruto de la actividad económica. Si queremos ver un verdadero cambio en está Década de Acción, necesitamos que la mayoría de ellas se comprometa con una transformación sostenible.
Allanemos el camino al principal motor de la economía ya que, sin una transición hacia la sostenibilidad de las pymes, los objetivos de desarrollo sostenible se quedarán en un colorido cartel para decorar sobre el papel cualquier estrategia teórica sin acción medible hacia la práctica real.
***Antonio González es CEO Impact Hub Madrid.