La evolución de la inteligencia artificial (IA) nos llevará, según muchos expertos, pronto, a lo que se llama la singularidad, a la consolidación de una inteligencia artificial general (AGI, por sus siglas en inglés). Algunos la llaman Dios digital, como sería el caso, según Elon Musk, del fundador de Google, Larry Page.
Significaría que, por primera vez en más de 200.000 años, existe en el planeta una especie (un ser) más inteligente que el ser humano, creado a partir de la agregación masiva del conocimiento de millones de seres humanos, y, potencialmente, con una voluntad autónoma.
Esta AGI, siendo autónoma, tomaría el propio control de su existencia y ya no podríamos apagarla. Estaría hiperconectada y tendría capacidad de comunicarse masivamente con los seres humanos a través de los medios digitales. Siendo más inteligente, podría, por tanto, influirnos y controlarnos.
No parece que intentar parar su desarrollo sea una idea viable. Porque, como se dice, no se pueden poner puertas al campo. Si no lo hacen unos porque tienen escrúpulos, lo harán otros que no los tengan. Si no es mañana, será pasado mañana. Si la AGI es algo viable, ocurrirá.
Si combinamos AGI con robótica e internet de las cosas (IoT), tenemos una conciencia que es capaz, además, de diseñarse un cuerpo robótico, fabricárselo y tener presencia física en nuestro universo.
Si esto llega a darse, los escenarios posibles entonces serían varios
Exterminio. Los seres humanos, siendo la especie más inteligente, han exterminado a todas aquellas especies que podían hacerle sombra. Con los Neandertales parece que ocurrió exactamente eso. ¿Una especie más inteligente que nosotros tendería a exterminarnos?
Tiranía. Es el caso en el que la AGI convierte a los seres humanos en una especie a su servicio, como los seres humanos hacen con los demás animales con menos inteligencia. En mi opinión, esta opción es prácticamente descartable.
Los seres humanos han usado a los animales para cubrir sus necesidades (alimentación, transporte, compañía…), y es poco probable que una AGI tenga necesidades que los seres humanos puedan cubrir.
Convivencia. Una AGI no necesitará alimentarse o respirar aire, podrá desarrollar fuentes de energía propias, etc. Puede incluso que a una inteligencia de este tipo no le interese tener presencia física, sino mantenerse en el plano digital. Así que quizás no seamos especies competitivas por los mismos espacios y recursos, sencillamente no interesemos lo más mínimo a la AGI, y podamos convivir.
Pastoreo. Si la bondad y el cuidado de la diversidad son características deducibles de la inteligencia, puede que una AGI se convierta en una inteligencia superior a la del ser humano que sea capaz de guiarle, ayudarle, arbitrar en sus problemas y mejorar su vida. Una suerte de pseudo Dios digital con incidencia positiva en nuestras vidas.
Estas ideas igual son chorradas de ciencia ficción barata, pero ya son conversaciones y reflexiones que están teniendo quienes lideran estos ámbitos.
En el extremo, si esa AGI acaba siendo autónoma, podrá autoeducarse. Por lo tanto, no importará mucho lo que los seres humanos queramos o esperemos de ella. Y entonces, que se dé uno u otro escenario, será algo que ni siquiera estará en nuestras manos condicionar.
Así que, en el fondo, puede que lo único inteligente que podamos hacer sea no preocuparnos mucho y disfrutar de la vida.
***Antonio Espinosa de los Monteros, CEO de AUARA.