Es muy probable que si buscas la noticia científica de la semana el titular diste mucho del que precede a estas letras. La NASA ha hecho públicos los datos preliminares del análisis de los 250 gramos de polvo extraterrestre traídos al planeta. Nuevamente, se confirma que en las rocas errantes que circundan el universo hay elementos esenciales para cimentar vida.

Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer hasta llegar a una publicación científica revisada por pares digna de ser difundida como ciencia establecida. Mientras esperamos, prefiero dedicar estos minutos de tu lectura a un tema más terrenal y contrastado que tiene como protagonistas a los pollos y una gripe.

A estas alturas del siglo y tras algunos envites víricos relevantes, ya es medianamente conocida la existencia de la gripe aviar. Refrescando conocimientos puedo decirte que esta enfermedad —también conocida como la influenza aviar— tiene lugar principalmente en las aves y es causada por los virus de la influenza aviar tipo A. Como dato curioso, se ha reportado en más de 100 especies diferentes de aves silvestres de todo el mundo.

A pesar de ser muy exclusiva de las aves, existen casos importantes de saltos al ser humano. De hecho, una persona infectada por el virus de la gripe aviar puede desarrollar la enfermedad que va desde una infección leve de las vías respiratorias superiores hasta una neumonía grave, sepsis con shock, síndrome de dificultad respiratoria aguda e incluso la muerte.

Por ahora, el riesgo de que la gripe aviar se transmita de las aves a los humanos es bajo, aunque existente. Todo depende de la aparición de mutaciones que propicie primero el salto, y luego la propagación entre personas. En otras palabras, hay que ir preparándonos para ese escenario. ¿Una vacuna?

En este sentido, esta semana la revista Nature Communications se hace eco de un interesante trabajo en el que abordan el problema desde otro ángulo. Los científicos autores del artículo se apartan de la estrategia de una vacuna y centran sus esfuerzos en eliminar la propagación del virus en el origen, es decir, en los pollos.

La estrategia pasa por generar pollos genéticamente modificados usando la popular técnica CRISPR/Cas9. En este caso, se hicieron algunos “retoques” en el gen ANP32A. Veo oportuno comentarte que este gen contiene las instrucciones para producir una proteína esencial en el proceso de infección por el virus en los pollos.

La edición genética del ANP32A que simula un corta y pega de un procesador de texto como Word, impidió que la mayoría de las aves modificadas se infectaran. De hecho, 9 de los 10 animales permanecieron libres de la enfermedad.

¿Un éxito rotundo?

En ciencia la rotundidad siempre tiene matices. El grupo de investigadores decidió retorcer el experimento y expusieron a los pollos modificados a dosis extremadamente altas del virus. En otras palabras, hicieron el experimento decisivo, el control que desafía la hipótesis. Entonces, apareció la infección en las aves genéticamente “retocadas”.

En ese punto, varias fueron las estrategias seguidas por el equipo de científicos. Entre ellas, la eliminación total de la proteína ANP32A, algo que tampoco resultó del todo un éxito. Los animales seguían infectándose cuando entraban en contacto con dosis altas del virus.

Algo que hemos aprendido a fuego quienes nos dedicamos a la biomedicina es que cuando cerramos una puerta, se abren varias ventanas. Según los datos publicados, cuando se eliminó completamente el gen en cuestión, el virus optó por usar otros genes similares para evadir el bloqueo y continuar con el proceso de infección.

Fue entonces que se optó por una eliminación más drástica, no sólo ANP32A, también sus parientes cercanos, ANP32B and ANP32E. En este caso extremo se bloqueó totalmente la replicación del virus, pero el experimento sólo pudo ser realizado usando células cultivadas en una placa de laboratorio. ¿Por qué? Estas proteínas no son decorativas, tienen su función en el desarrollo normal de tejidos como los huesos y el cerebro.

¿Un fracaso?

Absolutamente no, la reducción significativa de la replicación del virus en los animales modificados nos muestra una maravillosa avenida de oportunidades a explorar. Un gran comienzo, diría sin faltar a la verdad.

Probar la edición genética en un animal agrícola tan ubicuo y susceptible de contraer la gripe aviar hace que el nuevo estudio sea impactante. Recordemos que la enfermedad puede propagarse rápidamente entre las aves de las granjas avícolas, a veces con consecuencias devastadoras. Todo ello sin mencionar el peligro de un salto a humanos.

Por ello, lo ideal sería que la edición genética detuviera por completo la replicación del virus en el interior de los animales, de modo que no supusiera riesgo alguno para las aves ni para las personas.

Además, es una excelente alternativa a las vacunas. Ya sabemos que la funcionalidad de ellas desaparece cuando se desarrolla una resistencia debido a mutaciones. En cambio, la edición de genes permite introducir cambios permanentes que hacen al animal invulnerable a una enfermedad concreta.

¿Qué dice la ética?

Aquí entramos en un terreno pantanoso. El uso de organismos modificados genéticamente en la agricultura no está exento de polémica. No obstante, es crucial continuar este tipo de trabajo en dos sentidos. Por una parte, refinando la tecnología que evite errores drásticos y, por otra, difundiendo el conocimiento real para que la sociedad sea consciente de las ventajas que nos ofrece.