En el marco de la lucha contra el cambio climático, es esencial hacer una reflexión sobre en qué punto estamos y, sobre todo, cómo queremos que sea el futuro de nuestras ciudades. Cómo podemos transformarlas en lugares más sostenibles, saludables y amigables para la ciudadanía. Y, para ello, la movilidad urbana juega un papel fundamental.
Según los últimos datos de Unespa, España superó los 33 millones de vehículos a motor en circulación en el segundo trimestre del año. Se trata de una presencia abrumadora concentrada, principalmente, en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia. Pero aquí viene el dato sorprendente: a pesar de esta avalancha de coches, las emisiones de CO2 de turismos disminuyeron un 3%. ¿Cómo se explica esto? La respuesta radica en la creciente conciencia sobre la sostenibilidad y una transformación silenciosa —pero potente— en nuestra elección de vehículos.
El año pasado, la compra de coches de gasolina cayó un 12%. La de los motores diésel, quienes fueran el pilar de las carreteras españolas durante años, disminuyeron un 18%. Por otro lado, el mercado de vehículos eléctricos creció un 29%. A pesar de que la venta de vehículos de combustión sigue siendo superior a la de vehículos eléctricos, lo cierto es que estos números proporcionados por ANFAC son una prueba fehaciente de que la sociedad española está adoptando una movilidad diferente con paso firme.
Pero no se trata solo de lo que conducimos, sino de cómo lo hacemos. 149 municipios y ciudades españolas con más de 50.000 habitantes se encuentran con la obligación, desde el 1 de enero de 2023, de regular sus áreas urbanas definiendo Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Estos espacios restringen la entrada de vehículos altamente contaminantes, con el objetivo de mejorar la calidad del aire. Esto no es una moda pasajera; es una medida que ha venido para quedarse.
Estamos, por lo tanto, en un punto de inflexión para la mejora de las ciudades y debemos actuar en consecuencia, pues nuestra calidad de vida depende de ello. Es hora de enfrentar el desafío de transformar nuestras urbes en entornos más saludables para sus habitantes. Y este no es solo un compromiso de los gobiernos y la administración pública, sino también de todas las empresas que forman parte del sector de la movilidad y el transporte.
En este sentido, el papel de las empresas de movilidad urbana es clave: como parte integral de nuestra rutina de desplazamientos, desempeñamos un rol fundamental en la creación de entornos urbanos sostenibles y accesibles. No solo ofrecemos soluciones de movilidad que se adaptan a las necesidades de los ciudadanos y favorecen la democratización del transporte, sino que también somos aliados potenciales en esta revolución.
¿Y cómo podemos marcar realmente la diferencia? La respuesta es adquiriendo un compromiso real con la sostenibilidad y realizando acciones que tengan efectos directos en la mejora de la vida en las ciudades. Un claro ejemplo es tener planes de reducción de emisiones, basados en estándares o guías reconocidas como Science Based Targets initiative (SBTi). Actualmente, sólo el 14% de las empresas que hacen compensación siguen esta iniciativa (30% para el sistema Carbon Disclosure Project).
Otro ejemplo es la inclusión progresiva de vehículos eléctricos en nuestras flotas, reduciendo así directamente las emisiones de carbono. Otro es ampliar la gama de opciones de transporte, no solo por el tipo de vehículo ofertado, sino también por la forma en la que se realiza el desplazamiento. De esta manera, ayudamos a disminuir el número de turismos privados en las calles, lo que también beneficia a la descongestión del tráfico y la reducción de ruidos.
Pero eso no es todo. Las empresas de movilidad podemos complementar el transporte público, brindando opciones confiables en áreas o momentos en que este no llega. Esta colaboración puede aumentar la accesibilidad y comodidad de los usuarios, evitando que tengan que recurrir a sus coches particulares.
Sin embargo, el gran desafío está en involucrar a toda la sociedad en este gran cambio. La educación y la concienciación son esenciales. Todos, como ciudadanos, debemos comprender la importancia de incorporar a nuestra circulación del día a día prácticas para reducir el uso del coche particular apostando por el transporte público y valorando el uso de medios de transporte activos como la bicicleta.
El cambio ya es una realidad en urbes como Copenhague y Ámsterdam, dos ciudades que se han convertido en modelos de sostenibilidad gracias al uso generalizado de la bicicleta. En Copenhague, con 560.000 bicicletas superando la población de 520.000 personas, y en Ámsterdam, con 840.000 bicicletas, una por cada ciudadano. Estas ciudades han demostrado que la movilidad sostenible es posible y beneficia a todos.
Es hora de que España se una a esta tendencia. Imaginemos nuestras ciudades con menos humo y ruido de motores y más espacio para las personas. Imaginemos ciudades donde las bicicletas sean el vehículo preferido y donde el transporte público y los taxis y VTC sean parte de la solución.
La transformación de nuestras ciudades en entornos más sostenibles no es solo un sueño utópico; es una realidad que podemos construir juntos. Los gobiernos deben establecer regulaciones adecuadas, las empresas de movilidad debemos ser impulsoras del cambio y ayudar a que los ciudadanos tomen decisiones responsables, ofreciendo soluciones a sus problemas para desplazarse por las ciudades.
Está en nuestras manos hacer que nuestras ciudades respiren mejor y fechas como el Día Internacional contra el cambio climático (el pasado 24 de octubre) funcionan como recordatorio de que la revolución urbana sostenible es una meta que merece la pena alcanzar.
***David Pérez es Sénior VP de Stakeholder Relations de Cabify.