La tuberculosis es la principal causa de muerte por enfermedades infecciosas en el mundo tras la Covid-19. Cada minuto mueren tres personas a consecuencia de esta enfermedad, en torno a 1,6 millones al año, y más de diez millones enferman, de los que medio millón son multirresistentes al tratamiento convencional.

La tuberculosis afecta a todos los países, pero en un mundo cada vez más desarrollado, impacta especialmente a los más pobres y vulnerables, lastrando la salud pública y el desarrollo económico y social de decenas de países.

India e Indonesia son los países con mayor incidencia, y desde la invasión rusa, los casos de tuberculosis en Ucrania se han disparado. Nos enfrentamos a un grave problema de salud pública global que sólo lograremos abordar de forma conjunta. Como la pandemia de la Covid-19 ha demostrado, las enfermedades infecciosas no entienden de barreras geográficas y sólo con solidaridad y cooperación internacional podemos ponerles fin.

Pese a la existencia de una vacuna con más de 100 años de antigüedad (BCG), la tuberculosis continúa siendo un grave problema puesto que la actual vacuna tiene una eficacia limitada para prevenir la tisis, que afecta a los pulmones y es la forma más contagiosa de la enfermedad. La aparición de esta infección resistente a los fármacos actuales hace además que una vacuna preventiva sea más necesaria que nunca.

La tuberculosis resistente contribuye de manera muy significativa al desafío de la resistencia antimicrobiana, por el cual las enfermedades infecciosas desarrollan inmunidad a los tratamientos, haciéndolos cada vez más ineficaces. Se estima que unos cinco millones de personas cada año mueren por bacterias multirresistentes.

En 2021, la Organización Mundial de la Salud recomendó la inclusión de un indicador sobre la lucha contra la resistencia antimicrobiana entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tras alertar de los graves efectos de esta pandemia silenciosa y de su impacto catastrófico en la sostenibilidad de los sistemas sanitarios públicos a medio plazo. Cada minuto cuenta en la lucha contra la resistencia antimicrobiana, y sin mejores herramientas como una vacuna eficaz contra la tuberculosis, no habrá una solución a esta crisis.

El pasado 22 de septiembre, los líderes mundiales se reunieron en Nueva York para asistir a la segunda Reunión de alto nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la lucha contra la tuberculosis. Allí, se llegó a un compromiso para ampliar el diagnóstico, el tratamiento y desarrollo de nuevas vacunas. En los ODS, la comunidad internacional se comprometió a poner fin a la epidemia de tuberculosis para 2030.

Aunque ha habido progresos globales muy significativos, sin incrementar la financiación en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) no conseguiremos erradicar la tuberculosis. Se estima que la inversión necesaria para obtener vacunas eficaces contra la tuberculosis sería de mil millones anuales en los próximos 5 años.

España y la Unión Europea (UE) tienen una oportunidad histórica para convertirse en un referente mundial en la lucha contra la tuberculosis. Actualmente, una de las vacunas en fase de desarrollo más avanzadas (MTBVAC), en Estudios Fase 3 de eficacia, el paso anterior a su licencia, está liderada por la Universidad de Zaragoza y la biotecnológica española Biofabri en el marco de una iniciativa público-privada pionera.

Esta vacuna en desarrollo ha contado con el apoyo financiero clave de la UE, principalmente a través de la iniciativa conjunta entre Europa y África para ensayos clínicos EDCTP, por sus siglas en inglés. El consorcio de MTBVAC trabaja con el compromiso de que, una vez autorizada, dicha vacuna sea asequible y accesible para todos, facilitando así su uso universal.

Este compromiso demuestra que se puede conseguir un equilibrio entre recompensar la innovación farmacéutica y garantizar el acceso a nuevos tratamientos, uno de los objetivos centrales de la nueva estrategia farmacéutica europea lanzada por la Comisión Europea hace unos meses.

De materializarse, la vacuna española contra la tuberculosis podría revolucionar la lucha contra esta enfermedad y salvar innumerables vidas. Este hito demostraría el talento de España para innovar, desarrollar y fabricar tecnologías sanitarias de primer orden, así como el rol clave de la UE en facilitar y apoyar este campo.

Pero no podemos permitirnos caer en la complacencia. Ha llevado casi treinta años llegar hasta aquí y aun con esta nueva vacuna, erradicar la tuberculosis será un gran reto. España y Europa tienen el talento para liderar el desarrollo de soluciones contra enfermedades olvidadas y de la pobreza como la tuberculosis.

La nueva estrategia farmacéutica europea representa una oportunidad de oro para hacerlo, si exploramos nuevos mecanismos que dinamicen la I+D+i en este campo. Estados Unidos cuenta con un mecanismo de revisión prioritaria de medicamentos que ha apoyado el desarrollo de la vacuna contra mpox, la primera vacuna distribuida por la UE en su historia, de la primera vacuna contra el Dengue, y del primer tratamiento contra la tuberculosis en más de cuarenta años.

La introducción de un mecanismo gemelo en Europa podría igualmente contribuir a acelerar la I+D+i de tecnologías en este campo, apoyando el gran talento de nuestro continente, beneficiando a millones de personas y preparándonos mejor para futuras emergencias sanitarias.

La pandemia de COVID ha demostrado al mundo que las vacunas son nuestra mejor defensa frente a las epidemias, y que para combatirlas, tenemos que trabajar juntos. Aprovechemos la oportunidad histórica que tenemos en Europa para hacer avanzar la lucha contra la tuberculosis.

***Carlos Martín Montañés es catedrático de Microbiología de la Universidad de Zaragoza.

***Lisa Goerlitz es jefa de la Oficina de Bruselas de la ONG Deutsche Stiftung Weltbevölkerung (DSW).