El liderazgo requiere de un propósito claro, que dote de sentido y motivación a cada una de nuestras acciones. Yo encontré el mío relativamente tarde en la vida y tenerlo me hizo libre, resistente a las dificultades y más abierto al cambio. Desde entonces, dejé de trabajar 'para otros', y empecé a hacerlo para mí.
Me explico.
Para hablar de mi propósito necesito remontarme al pasado, cuando comencé a trabajar en nuestro pequeño negocio familiar de alfombras en Turquía. Era duro, por supuesto, pero recuerdo aquellos tiempos con mucho cariño porque me aportaron enseñanzas valiosas que a día de hoy aplico en mi labor al frente de IKEA.
La primera de ellas, la pasión por el hogar y el comercio minorista. Qué satisfacción me producía, incluso siendo un niño, ver que mi trabajo hacía feliz a tantas personas, ayudándoles a tener un hogar más agradable, aunque sólo fuera con una alfombra bonita, limpia y mullida.
En segundo lugar, el trato con las personas. Aprendí a escuchar al cliente y entender cuáles eran sus necesidades porque desde el principio me di cuenta de la importancia de la interacción social en el comercio. Un barrio, una ciudad, incluso la mayor metrópoli, están formadas por la suma de pequeñas relaciones diarias.
Y, por último, y quizá lo más importante, comprendí que nada es imposible. Construimos aquel pequeño negocio a partir de una idea de mi padre, sin ninguna solidez económica ni red de seguridad. De cero al infinito, todo es posible.
Estos aprendizajes tempranos me permitieron prosperar y emigré a Suiza, donde logré posiciones de mayor responsabilidad profesional y nivel socioeconómico.
Sin embargo, a pesar de todos estos logros, sentía que no era feliz, que me faltaba algo. Me había pasado toda la vida persiguiendo un objetivo tras otro, sin detenerme a reflexionar y, tras tomarme un tiempo para mí, me di cuenta de que los momentos de mayor felicidad hasta entonces no habían sido alcanzar la autonomía económica o las promociones profesionales, sino el tiempo que pasé de adolescente como voluntario en la frontera de Turquía con Irak, ayudando a personas refugiadas de la Guerra del Golfo.
Recordar todo aquello me ayudó a encontrar mi propósito: ayudar a las personas que me rodean y generar en ellas un impacto positivo. Este descubrimiento supuso un punto de inflexión en mi vida y en mi forma de liderar, tanto en el ámbito personal como en el que me esfuerzo por aplicar y fomentar en IKEA.
Un liderazgo basado en la responsabilidad individual. Queremos que cada persona que trabaja en IKEA sea y se sienta dueña de lo que hace: responsable, orientada a resultados, con libertad de actuación. Yo mismo trabajo en IKEA porque aquí me siento libre para hacer cosas, puedo ser yo mismo, trabajar 'para mí mismo'. Somos una organización regida por ideas, no por jerarquías, en la que todas las voces y opiniones tienen cabida.
En IKEA creemos firmemente que todos somos líderes y esperamos que cada trabajador, sin importar su condición o posición, tome las riendas de su área de responsabilidad para generar un impacto positivo en el negocio, en las personas y el planeta.
Un liderazgo basado en la vocación de servicio. Escuchar activamente y aprender sobre las necesidades y aspiraciones de compañeros y clientes y tomar así decisiones para servirles mejor. Esto genera un entorno de confianza, unión y camaradería, con una visión compartida, que no solo mejora el ambiente de trabajo, sino que nos ayuda a conseguir lo que nos proponemos.
Un liderazgo basado en el ejemplo, inspirar a través de la acción y de la iniciativa. Tratamos de crear un ambiente en el que se permite cometer errores (¡incluso se celebran!), ya que son la base del aprendizaje. Parafraseando al fundador de IKEA, Ingvar Kamprad, “ningún método es más efectivo que un buen ejemplo”. Cuando aplicas ese principio en el liderazgo, el impacto en los demás es incalculable.
Por último, y no menos importante, un liderazgo basado en la mentalidad positiva, inconformista, que cree que todo es posible y busca siempre la manera de mejorar y lograr nuestros objetivos, convirtiendo los obstáculos en oportunidades que nos permiten hacer las cosas de manera diferente y además crecer en el proceso. Prueba, equivócate, aprende, vuelve a intentarlo, pero nunca renuncies. El miedo y las excusas son los mayores enemigos del desarrollo.
Este liderazgo se proyecta en nuestro quehacer diario. Pequeñas acciones con un gran impacto, basadas en la lucha interior por ser una mejor versión de nosotros mismos. No requiere de grandes esfuerzos, se trata tan solo de ir un poco más allá en todo lo que hacemos, de manera constante, aportando siempre valor.
En los tiempos de incertidumbre y dificultades en los que nos encontramos, se hace más necesario que nunca este liderazgo con propósito, que nos ayuda a reconectar con el porqué de nuestras acciones y a sentirnos cómodos en la incomodidad.
Yo seguiré guiándome siempre por ese propósito que me hace feliz y me permite disfrutar del camino, aprendiendo y esforzándome por dejar una huella positiva, a través de ese liderazgo que intenta estimular la responsabilidad individual, de servicio, positivo y basado en el ejemplo. Soy libre porque estoy dispuesto a renunciar a todo, en aras de mi felicidad.
Si nunca os habéis detenido a reflexionar sobre vuestro verdadero propósito, os lo recomiendo encarecidamente, porque estoy convencido de que marcará un antes y un después en vuestra forma de liderar.
A fin de cuentas, lo más importante en esta vida es ser feliz.
*** Nurettin Acar es CEO & CSO IKEA Ibérica.