La soledad, como vivencia universal y perenne, ha dejado una huella permanente a lo largo de la historia que se ve claramente reflejada en la literatura, desde los tiempos de la antigua Grecia hasta en el contexto literario contemporáneo, obras maestras como Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, ilustran de manera magistral la persistencia de la soledad a lo largo del tiempo.

En esta novela, la soledad se convierte en uno de los temas centrales, sin una definición clara, más bien, con innumerables interpretaciones. Este libro nos envuelve en un universo donde la soledad parece ser una condición insalvable. Los personajes, sin excepción, están predestinados a padecerla, como si fuera una enfermedad congénita. Por consiguiente, vemos cómo la soledad no es un hecho aislado o de nuestro tiempo. Y aunque los tiempos cambien, la esencia de la soledad persiste, inalterable y eterna.

Si tenemos consciencia que la soledad es una lacra de la humanidad y que se manifiesta de diferentes formas no necesariamente vinculadas a la edad o condición personal y que esta no es solo un estado, sino una manifestación emocional y todo esto está documentado, al menos, desde el siglo VI, ha llegado el momento de conocer su influencia y como combatirla.

El investigador de National Geographic, Dan Buettner, ha identificado regiones donde las personas no solo viven más de 100 años, sino que lo hacen con una calidad de vida envidiable. Estas áreas se conocen como zonas azules y todas ellas comparten características claves comunes: caminar regularmente, tener un propósito claro en la vida, mantener bajos niveles de estrés, seguir una alimentación moderada centrada en vegetales, consumir alcohol con moderación, participar activamente en la comunidad, valorar la vida familiar y cultivar relaciones sociales sólidas.

Si nos sumergimos en la receta de las zonas azules, no podemos pasar por alto un aspecto crucial: nuestro bienestar emocional y físico está intrínsecamente ligado al estilo de vida y al entorno que creamos. Es aquí donde la sombra de la soledad no deseada se presenta como una amenaza a este equilibrio preciado.

Con todo ello, la soledad, es un fenómeno que puede afectarnos a todas las personas en algún momento, desencadena una serie de cambios negativos en nuestros hábitos y en nuestra salud en general. La falta de conexión social puede llevar a una alimentación desequilibrada, falta de ejercicio y, en última instancia, afectar nuestra autoestima. La tristeza y la apatía pueden tejerse en nuestras vidas cuando nos sentimos en soledad, creando un estilo de vida que nos sitúa en las antípodas de las zonas azules.

Aunque hay diferencias significativas entre la soledad que experimentan las personas mayores frente a la de las personas más jóvenes y que esta es debida a factores compartidos y, sin embargo, con diferentes perspectivas. Me refiero a factores como: el entorno personal, la tecnología, las redes sociales, la percepción personal, las redes personales que presten apoyo.

Destacar que la soledad en las personas mayores puede aumentar si tienen menos interacciones familiares/sociales, especialmente si sus familiares y amistades ya no están cerca. Es importante reconocer todas las diferencias para abordar la soledad de manera efectiva entre los diferentes grupos de edad y ofrecer el apoyo adecuado en cada caso.

Es crucial reconocer que la soledad no deseada puede convertirse en un obstáculo significativo para alcanzar no solo una vida prolongada, sino también una llena de bienestar. Si consideramos las lecciones de las zonas azules, debemos abordar la amenaza de la soledad, trabajando en sociedad para construir comunidades fuertes con relaciones interpersonales que nutran nuestro cuerpo y alimenten nuestra alma. Solo con ello alcanzaremos la plenitud en cada paso del camino con independencia de nuestra edad y/o condición.

En Fundación Vivofácil, somos plenamente conscientes de las necesidades de nuestra sociedad en relación con la soledad no deseada. Es por ello que ofrecemos de manera gratuita diversos programas diseñados para abordar este desafío. Nuestras iniciativas incluyen la escucha activa, el acompañamiento presencial, el manejo de la tecnología como elemento facilitador para conexiones digitales, contribuyendo a superar la brecha digital de las personas mayores.

Nos esforzamos también por fomentar una conexión digital responsable, asegurando que las interacciones en línea promuevan un ambiente saludable y enriquecedor para todas las personas y que estas conexiones no nos alejen de las relaciones interpersonales tan necesarias para nuestro bienestar.

*** Mar Aguilera es directora de Fundación Vivofácil.