En un mundo donde la información fluye más rápido que nunca, con acceso instantáneo a noticias y actualizaciones a través de los móviles y las redes sociales, es fácil sentir que tenemos a nuestro alcance la totalidad de la información disponible. No obstante, la realidad es que todavía persiste la costumbre de compartir de manera selectiva ciertos datos, y esto puede ser aprovechado de forma injusta por algunos individuos. La delgada línea que separa el uso ético de la información es cada vez más importante en una sociedad que valora la transparencia y la honestidad.
Este escenario ha dado lugar al concepto de información privilegiada, que hace referencia a datos confidenciales que, si se utilizan de manera oportuna, pueden proporcionar una gran ventaja. A lo largo de la historia, esta noción ha estado predominantemente asociada con los mercados financieros, donde el acceso a información no pública sobre una empresa puede ejercer un impacto significativo en las decisiones de inversión.
Para ilustrar este concepto, imaginemos el siguiente escenario: si alguien obtiene información privilegiada sobre los resultados financieros de una compañía antes de que sean revelados oficialmente, y estos resultados superan con creces las expectativas, esa persona podría adquirir acciones de forma anticipada. De este modo, solo tendría que esperar a que el precio de las acciones aumentase, tras la divulgación de los resultados financieros, para obtener ganancias considerables sin asumir riesgos significativos.
Aunque haya existido durante décadas, en un mundo hiperconectado y saturado de información, el desafío de la información privilegiada persiste y se vuelve aún más complejo. La sociedad se encuentra en una encrucijada, donde la ética y la transparencia compiten con la búsqueda de ventajas competitivas.
¿Cómo se abordan los desafíos de la información privilegiada en los mercados financieros?
Preservar la integridad y la confianza en los mercados financieros es un desafío que involucra a reguladores, empresas y la sociedad en su conjunto. La naturaleza única y confidencial de la información privilegiada la hace altamente peligrosa, lo que subraya la necesidad de una continua adaptación en la regulación y supervisión, en respuesta a un entorno que evoluciona de forma constante.
Los reguladores tienen la responsabilidad de garantizar la equidad y la transparencia en las prácticas comerciales, lo que ha llevado a la necesidad de regular aspectos relacionados con la información privilegiada. Aquellas personas que sean atrapadas y condenadas por el uso de información privilegiada se enfrentan a sanciones tanto civiles como penales, que pueden incluir multas sustanciales y, en algunos casos, penas de prisión. Además, se han establecido normas de conducta que implican que la información privilegiada debe ser divulgada de manera que permita una evaluación completa, precisa y oportuna por parte del público.
Las empresas, por su parte, se ven presionadas para garantizar que la información privilegiada se maneje de manera segura y que se cumplan de forma estricta las regulaciones aplicables. En este contexto, la ciberseguridad se ha convertido en una de las preocupaciones centrales, ya que la información sensible se ha vuelto un blanco cada vez más atractivo para los hackers.
¿Cómo saber si la información que posees es considerada privilegiada?
Es común que surja la pregunta de si la información que uno posee puede calificarse como privilegiada. Sin embargo, es fundamental comprender que, desde una perspectiva legal, el concepto de información privilegiada es más estricto de lo que se podría parecer a simple vista. El mero acceso a información reservada o confidencial no la convierte automáticamente en información privilegiada. Para obtener dicho estatus, deben cumplirse requisitos específicos:
En primer lugar, es fundamental que la información sea concreta, relacionada con circunstancias o eventos específicos que ya hayan ocurrido o que puedan preverse de manera razonable que ocurran. Además, dicha información debe estar lo suficientemente detallada como para permitir deducir que podría impactar en los mercados financieros. Por lo tanto, un simple rumor por sí solo, sin información adicional que lo respalde, no sería considerado información privilegiada.
En segundo lugar, la información debe tener carácter reservado, lo que implica que los hechos o datos que poseemos aún no han sido divulgados al público.
En tercer y último lugar, la información debe ser de naturaleza sensible, lo que implica que, si llegara a ser de conocimiento público, tendría el potencial de ejercer una influencia significativa en el mercado financiero. La información sensible puede abarcar una amplia gama de aspectos, como datos financieros, estrategias comerciales, desarrollos de productos, fusiones y adquisiciones, entre otros.
***Roberto González Sánchez es especialista en Sectores Regulados.