Solo en el último mes se han presentado dos libros en mi pueblo, en la provincia de Segovia. Uno, Los Humores de la Tierra, es una novela deliciosa, escrita por un maestro rural que cuenta una historia ambientada en el vaciado de Castilla. El otro, María, una pirata diferente, es una historia ilustrada que está basada en una niña con una enfermedad rara cuya madre quiere sensibilizar y recaudar fondos para facilitar sus cuidados. 

Ambas presentaciones llenaron la sala cultural de mi pueblo con cerca de 150 asistentes y largas filas de personas que aguardaban emocionadas que llegase el momento de comprar su libro y pedirles a los autores que se lo pudiesen dedicar. 

Es, desde mi punto de vista, una muestra más de que en los pueblos hay un enorme interés por la cultura y un fuerte hábito lector sobre el que trabajar. De que acercar la lectura a la gente, hacerla más próxima, es la mejor de las herramientas para fomentar el acceso a este tipo de cultura en todas las zonas de España, urbanas y rurales. 

Sin embargo, los datos de hábitos lectores de la Federación de Gremios de Editores de España siguen situando a Madrid y Cataluña, así como a otras comunidades eminentemente urbanas, con los porcentajes más altos de lectores entre la población de 14 o más años. 

Entonces, ¿qué es lo que ocurre?, ¿qué es lo que hay que hacer para acercar la lectura a toda esa gente que llena los salones de actos?, ¿qué medidas se pueden llevar a cabo para cumplir con los objetivos del Plan de Fomento de la Lectura 2021-2024

Objetivos que pasan por mejorar los índices de lectura a todos los sectores y ámbitos de población e incrementar los índices de lectores frecuentes, así como por promover la igualdad en el acceso a la lectura, con especial atención a zonas rurales, personas con diversidad funcional, personas en riesgo de exclusión social, instituciones penitenciarias, entre otros.

En el podcast La España Medio Llena, que acaba de cumplir su episodio número 100, he conocido iniciativas de todo tipo. Por ejemplo, un festival de lectura que viaja por pueblos pequeños o el caso de Urueña, el pueblo con más librerías de España. También he podido entrevistar recientemente a los impulsores de bibliobuses que viajan por el territorio e incluso a una abulense que llena su coche de libros y celebra un club de lectura ambulante por zonas rurales de su provincia. 

Todas ellas son buenas iniciativas. Son acciones estimulantes, inspiradoras, que acercan la lectura a la gente, que facilitan su acceso a libros y autores.  Van en la buena dirección. Pero no podemos olvidar una herramienta de gran potencial para el medio rural como es el comercio electrónico que, para 8 de cada 10 lectores, hace la lectura más accesible, especialmente entre los más jóvenes, según recoge un estudio realizado por IPSOS e impulsado por Amazon. 

Y es que siguen siendo miles los pequeños pueblos en los que los lectores tienen que desplazarse varios (o muchos) kilómetros para encontrar físicamente los libros que quieren leer. Por eso, recurren cada vez más al comercio electrónico y al libro digital. 

Debemos aprovechar todas las herramientas a nuestro alcance para que todas las personas tengan cerca la cultura. En las ciudades y también en los pueblos. Porque quienes viven en las ciudades leen. Y mucho. Y quienes viven en los pueblos también leen. Y mucho. Porque los libros interesan a las personas sin importar dónde vivan, y por eso es importante generar entornos favorables que faciliten su acceso a estas y otras fuentes de cultura.  

Todos nosotros contribuimos socialmente de forma equitativa y todos debemos, por tanto, tener acceso a las mismas oportunidades. Quienes viven en los pueblos y en las áreas rurales han encontrado en internet la forma de acceder a aquello que necesitan comprar, incluso para sus empresas. Productos antes inaccesibles hoy están a su alcance en un clic, exactamente igual que ocurre en el centro de las grandes ciudades. 

Por esa razón, aprovechar las oportunidades que nos ofrecen tanto el comercio electrónico como los formatos digitales resulta hoy en día indispensable para impulsar la equidad y cumplir con los objetivos del Plan de Fomento de la Lectura. Sobre todo, entre los jóvenes. 

Una de esas oportunidades es el Bono Cultural Joven, que es una buena medida, pero sigue siendo, por cómo está concebida, más urbana que rural. Y es que, como ha señalado el Defensor del Pueblo, las opciones de esta ayuda “no incluyen los instrumentos a través de los cuales se produce el consumo cultural”. 

Y es que juntos, trabajando unidos y de la mano, podemos seguir creando nuevos lectores, urbanos y rurales, que quizás algún día, por qué no, puedan cruzar la línea y convertirse en esos escritores que llenen los auditorios de mi pueblo y de otros tantos en los que la gente tiene ganas de cultura. 

*** Pablo Maderuelo es director del Comité Ejecutivo de Vivaces, alianza de empresas por el medio rural.