La intensificación de la sequía en España enciende las alarmas, perfilándose como un problema de crucial importancia que no vislumbra un panorama esperanzador a corto plazo. Si bien la península ibérica, por su clima mediterráneo, ha experimentado periódicamente ciclos de escasez hídrica a lo largo de la historia, la severidad y frecuencia actuales de estas sequías las convierten en una amenaza sin precedentes.

Esta acuciante realidad, que impacta de forma directa en sectores vitales como la agricultura, así como en la disponibilidad de agua potable e, incluso, en el aumento del riesgo de incendios forestales, pone en jaque el bienestar presente y futuro de la población.

Es cierto que los datos varían según la región, pero las consecuencias de la falta de agua son innegables. La disminución de los niveles de los embalses ponen en peligro el suministro de agua potable para la población, mientras que la reducción de los caudales de los ríos amenaza la salud de los ecosistemas acuáticos y la biodiversidad.

Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), la precipitación media global en España es de un 17,1%, por debajo del valor de referencia. Además, la reserva de los embalses ha disminuido considerablemente en los últimos diez años.

Actualmente, este umbral se sitúa en el 37%, con 20.734 hm³ acumulados en los embalses. Como consecuencia, el 14,6% del territorio español se encuentra en emergencia por escasez de agua y el 27,4%, en alerta.

Para intentar dar solución a estas cifras y, sobre todo, para que el problema no se agrave, es crucial que se implementen medidas urgentes, tanto a nivel institucional como a nivel particular. En el ámbito gubernamental, es necesario la aplicación de políticas y regulaciones que incentiven la adopción de tecnologías sostenibles, establezcan límites en el uso de agua o fomenten campañas de concienciación ciudadana.

A nivel individual, podemos adoptar medidas sencillas y, al mismo tiempo, impactantes en nuestro día a día. Gestos cotidianos como cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes o enjabonamos, ducharnos en lugar de bañarnos o utilizar electrodomésticos eficientes son solo el punto de partida. Sin embargo, existen muchas otras acciones que podemos implementar para ir más allá. La recolección de agua de lluvia para el riego de plantas son ejemplos prácticos que ya funcionan con éxito en algunos países.

En Europa, por ejemplo, la captación y gestión de agua de lluvia está ganando popularidad, con países como Alemania y Dinamarca liderando su implementación. Singapur, por su parte, destaca por su innovadora iniciativa de reutilizar aguas residuales.

A través de un riguroso proceso de tratamiento que incluye la filtración, desinfección y eliminación de impurezas, se obtiene agua potable de alta calidad. Además de estas medidas, existen otras más accesibles para todos, como dispositivos de bajo flujo para los grifos y duchas. Estos sistemas reducen el caudal del agua sin comprometer su funcionalidad, logrando ahorros de agua de hasta un 30%.

Más allá del hogar, también podemos ser agentes de cambio sostenible en nuestro ocio. Un ejemplo claro es el lavado de coches.

Las técnicas convencionales con manguera pueden consumir hasta 300 litros por vehículo, una cantidad alarmante. Sin embargo, existen alternativas como Plazy, que ofrece un servicio de lavado en seco que reduce el consumo de agua hasta un 75%, en comparación con los servicios convencionales. Esta innovadora técnica utiliza solo 390 ml de agua, la equivalente a una lata de refresco, para dejar tu coche impecable.

Con todo, la colaboración entre empresas, instituciones gubernamentales y la ciudadanía es esencial para abordar de manera efectiva el desafío que presenta la sequía y desarrollar soluciones sostenibles que perduren en el tiempo.

Al promover la colaboración y la inversión en investigación y desarrollo, podemos avanzar hacia un futuro más resiliente y sostenible, en el que la sequía ya no represente una amenaza tan grave para la garantía del agua y la calidad de vida.

En conclusión, la crisis del agua no admite más dilaciones. Exige un enfoque colaborativo, innovador y urgente para garantizar la sostenibilidad y el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Además, de la educación y concienciación ciudadana como base para promover prácticas sostenibles relacionadas con el agua, en línea con el ODS 6.

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de adoptar prácticas sostenibles en nuestro día a día, hábitos que contribuyan a la conservación del medio ambiente y promuevan el uso eficiente de los recursos naturales. Desde acciones tan simples como usar un grifo de bajo consumo en casa o lavar el coche o tu hogar de forma sostenible, hasta impulsar e implementar políticas públicas efectivas.

Es nuestro deber proteger este recurso vital. Y cada gota cuenta.

***Por David Brea es CEO y cofundador de Plazy.