¿Todo ha cambiado para que nada cambie? La manida frase del Gatopardo podría aplicarse, perfectamente, a los resultados de las elecciones europeas del pasado día 9. Aun con la subida de los partidos de extrema derecha, con victorias en Francia, Austria o Italia, sigue siendo posible una coalición entre los populares europeos, los socialdemócratas y los liberales y centristas de Renew. Es decir: la misma que ha sostenido la Comisión Von der Leyen estos últimos 5 años.
Por supuesto, más allá de que el resultado probable, y expresado como deseado por esas tres fuerzas, es esa coalición revalidada, los parámetros no serán los mismos. Dos temas han estado muy presentes en el debate público en los últimos meses: la inmigración, con la aprobación del nuevo pacto migratorio, y la transición ecológica, 'personificada' en el Green New Deal y sus múltiples iniciativas.
En este último tema ha habido un claro movimiento desde la visión de 2019, con Ursula von der Leyen abanderándolo como una de las principales enseñas de la legislatura, hasta el cierto repliegue de los últimos meses. Dentro de las filas del PPE, el partido más grande de la cámara, ha habido críticas al excomisario Timmermans por hacer políticas verdes “demasiado ideológicas”, y el manifiesto electoral reciente de los conservadores habla de tratar el Green New Deal no como “una ideología”, sino como “la insignia de una Europa más innovadora, competitiva y sostenible”.
Y es que las protestas de granjeros y agricultores, las tractoradas, las amargas divisiones acerca de la Ley de Restauración de la Naturaleza y el crecimiento de partidos en su flanco derecho han hecho mella en las bases electorales de los partidos de centroderecha, que se han visto tentados a reevaluar las políticas verdes de la Unión. ¿Existe un riesgo verdadero de que estas se detengan o cambien por completo?
Afortunadamente, no parece el caso. A pesar de nuevas llamadas al “realismo” y a atender la regulación excesiva o las quejas del sector primario, el PP y Von der Leyen parecen seguir adheridos a la importancia de las políticas climáticas, aunque sea desde una visión más centrada en la competitividad de la industria europea en un mundo multipolar. Convertir lo verde en sinónimo de prosperidad y crecimiento puede contribuir a paliar las implicaciones negativas ('perdedores de la transición') que sigue teniendo en el imaginario colectivo.
Además, a pesar del crecimiento de los grupos de extrema derecha, y tal y como señalaba el profesor Cas Mudde en la red social X (antes Twitter), es cierto que este se concentra especialmente en unos pocos países: Francia, donde Macron ha convocado legislativas para intentar atajar la amenaza de RN; Alemania, donde AfD ha quedado segundo, aunque las encuestas de hace meses les fueran mucho más halagüeñas; o Austria, donde el FPÖ ha acabado en primera posición.
Si bien Meloni está más que consolidada en Italia, lo cierto es que los grupos más extremos no tienen fuerza para condicionar, por completo, la coalición de gobierno, a expensas de en qué grupo se integran determinados partidos nuevos, u otros como AfD, expulsado de Identidad y Democracia, o la Fidesz de Orbán.
Ello no quita para que no vayan a poder hacer valer su peso en determinadas votaciones. O de que, dado el peso de Francia y Alemania en la política europea, su fuerza vaya a ser un factor importante en el rumbo político de la Unión. Pero aleja los fantasmas de un retroceso absoluto en materia de políticas contra el cambio climático en todo el bloque.
Desde el punto de vista español, como apuntaba en X Carlos Victoria, es de destacar que tanto PP como PSOE serán la segunda delegación más grande en sus respectivas familias políticas. Si bien la política española está cada vez más polarizada, socialistas y populares comparten muchas líneas de actuación en materia climática y un compromiso con el Green New Deal y la protección de nuestro patrimonio natural.
Discrepancias acerca del sector primario, el alcance de las políticas o la ambición de los objetivos a corto, medio y largo plazo no deben ser obstáculo para la cooperación en esta materia y, especialmente, hacer valer el peso de las delegaciones españolas para que nuestro país pueda liderar y expresar sus particularidades.
Las elecciones europeas han supuesto un giro a la derecha y hacia el extremo, pero no devastador ni para la arquitectura de la Unión ni para las políticas climáticas. Decía Oakeshott que el conservadurismo es “lo conveniente antes que lo perfecto” y afrontar los cambios con “racional prudencia”.
El PPE tiene la oportunidad de volver a hacer del Green New Deal su bandera, ajustándolo, sin diluirlo, para atender a las quejas de sus votantes, y presentarlo como la gran oportunidad que es, a nivel de liderazgo económico y moral, protección de nuestro planeta y de justicia intergeneracional. Mejor un futuro algo más imperfecto, pero verde, que uno que no lo sea en absoluto.
Tirso Virgós Varela es senior campaign manager de Legados y profesor asociado de la UC3M.