En la Galería de Cristal del Ayuntamiento de Madrid, mi querida amiga Carmen Reviriego no cesaba de acercarse impacientemente a mi oído para insistir en lo orgullosas que debían sentirse las empresas que realizaban una labor filantrópica que repercutía en sus diferentes comunidades. En nuestra mesa, que había sido titulada “Patience”, habían dejado como en el resto, junto a las copas de cada comensal, un par de pañuelos de papel en un sobre en el que se leía “For your happy tears”, para lágrimas de emoción. Como yo, muchas de las personas asistentes los usaron. No exagero.

Aquella noche se celebraba la gala “Unlock her Future LATAM Edition” orquestada por la compañía The Bicester Collection (a la que pertenecen centros comerciales como Las Rozas Village o La Roca Village) en su compromiso filantrópico a través del programa Do Good. Y allí se entregaban premios a mujeres latinoamericanas, muy jóvenes todas ellas, generadoras del cambio, mujeres de impacto positivo, fuertes, con coraje, resiliencia y ese valor que añaden el deseo y la acción de mejorar el mundo.

Ocho eras las finalistas y tan buenos sus proyectos que, a pesar de tener planificados tres premios, con dotaciones de hasta 100.000 dólares y mentorías empresariales, finalmente se otorgaron dos y otros dos ex-aequo, en este caso patrocinados por el Grupo Financiero Banorte. No dejábamos de sentir la admiración por aquellas activadoras de la transformación social. Fascinadas por las historias que allí se narraban, dignas de libro, de documentales…, porque el mundo en su globalidad debe conocerlas.

La de la brasileña Thamires Pontes, a través de su empresa PHICOLABS. Ella investiga y trabaja con algas marinas y no precisamente para realizar ensaladas…, sino para desarrollar a través de la más moderna tecnología diferentes productos, muchos de ellos para la industria textil. Su finalidad es la de servir para reemplazar materiales contaminantes y reciclar estos recursos de forma responsable.

O la de una colombiana, Valentina Agudelo, y su empresa SALVA-HEALTH. El nombre no engaña, porque en efecto su objetivo es el de salvar, especialmente a otras mujeres. Y lo hace básicamente a través de la Inteligencia Artificial. Con su ayuda, desarrolla dispositivos portátiles para analizar el tejido mamario, facilitando la detección precoz del cáncer de mama. Su ámbito de actuación llega a mujeres de zonas remotas e inaccesibles, siendo por tanto y en efecto una salvadora de la salud femenina.

O las de la mexicana Annie Rosas y la boliviana Leydi Cruz, ganadoras ex-aequo. La primera con su empresa social, BLUEKALI, con la que pretende limpiar las aguas de océanos y ríos. También en este caso su aliada es la tecnología a través de la que trabaja no solo el reciclaje sino la recogida de materiales y basuras. La segunda, con AGRIMET, una compañía que valiéndose de una membresía de consultoría de datos ofrece a pequeños agricultores la posibilidad de mejorar sus prácticas en la gestión del riego con mayores rendimientos.

Recordaba que esa misma mañana Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta de El Español y editora de Enclave ODS y de Magas había dicho entre risas que era difícil alcanzar el éxito profesional quedándose en la cama más allá de las ocho de la mañana. Era una metáfora. Pero me percutía, contemplando en aquella gala los movimientos de quien comandaba el catering de la cena, Cristina Oria, que vigilaba atenta todos los pasos de los camareros y preguntaba interesada si nos estaban gustando aquellos delicados platos. Otra manera de acelerar el cambio a través del trabajo incansable.

Personas. Personas. Personas. Empresas. Empresa. Empresas. Trabajo. Trabajo. Trabajo. Me lo volvía a cuchichear mi amiga: “Qué bien se sienten quienes trabajan en compañías que practican la filantropía”. Y lo decía ella que sabe de lo que habla porque preside la fundación Callia, cuya misión es fomentar el mecenazgo en el arte. En realidad, yo prefiero hablar del ejercicio de la sostenibilidad con criterios ESG (medioambiental, social y de gobernanza). Y aquel acto era paradigmático desde los tres puntos de vista, porque muchos de los proyectos premiados y de los finalistas tenían el medioambiente como objetivo, pero desde luego desde la gobernanza y el aspecto social de estos premios empoderadores de las mujeres.

Mucha razón tenía mi amiga. Como la tienen los consumidores cada vez más afectos a ese cambio experimentado por cada vez más empresas, también no solo pensadoras de la transformación, sino hacedoras de la misma. Ese mismo día -sí, a veces muchas, muchas, reflexiones se solapan en unas pocas horas- me había contado el creador multidisciplinar Pablo Erroz que este año diseñaría la carroza de la compañía de aviación Air Europa para la celebración del desfile del Orgullo 2024 que se celebra el día 6 de julio, como colofón de la semana del Orgullo LGTBIQA. “Tú decides tu destino” dice la compañía y Educación, Derechos y paz: Orgullo que transforma es el eslogan que exhibe la carroza titulada “Air Europa Travellers Club”.

Ayudar a construir una sociedad mejor pasa también por dirigir la mirada hacia delante, hacia el progreso. Pasa no solo por la aceptación de la diversidad sino por su abrazo, por el compromiso por la integración total, sin distingos. Pasa por la amplitud de miras en todos los sentidos y en su dimensión sin límites, ahí donde la palabra máximo pierde sentido, ni mínimos ni máximos caben en una sociedad que solo puede ser mejor si acepta la diferencia, si escucha a quienes nos parecen alejados de nuestras convicciones. No está por eso de más recordar aquella frase, erróneamente atribuida a Voltaire, escrita por su biógrafa Evelyn Beatrice Hall: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.