El cambio climático ha dejado de ser un problema del futuro; es una realidad que está afectando a Europa en la actualidad. Por ello, la Agencia Europea de Medio Ambiente ha publicado este año su primera Evaluación Europea del Riesgo Climático, destacando las consecuencias graves que ya estamos enfrentando y subrayando la urgencia de adoptar estrategias de mitigación y adaptación.

No podemos obviar que Europa está calentándose a un ritmo de aproximadamente el doble del promedio mundial. Durante el año 2023 se alcanzaron temperaturas récord, 1,48 °C por encima de los niveles preindustriales.

Este aumento de temperatura se está manifestando en olas de calor más frecuentes y severas, en cambios en los patrones de precipitación y en el aumento del nivel del mar. Estos fenómenos representan un riesgo climático que obliga a tener una visión de cascada sobre estos. Es decir, conocer dónde comienzan a impactar, dónde terminan impactado y dónde pueden sentirse con más fuerza.

En particular, los impactos en España ilustran cómo los desafíos climáticos intensifican las vulnerabilidades existentes. España, como el resto del sur de Europa, se enfrenta a una creciente escasez de agua y una mayor frecuencia de condiciones meteorológicas extremas que afectan, por ejemplo, a la agricultura, una industria vital para el país.

Ya el año pasado en España, el 14,6% del territorio nacional estaba en emergencia por escasez de agua y el 27,4% en alerta debido a la baja precipitación, según el Informe sobre la Gestión de la Sequía de 2023.

La disminución en la disponibilidad de agua y el aumento de temperaturas no solo afectan los cultivos, sino que también tienen un impacto directo en la economía y la salud pública, pudiendo provocar un posible aumento de los precios de los alimentos. Esto podría suponer riesgos socioeconómicos para hogares con bajos ingresos y la disminución de la capacidad productividad, especialmente para labores desempeñadas al aire libre.

Ante estos hechos tangibles, los riesgos climáticos se encuentran en el foco de Europa. Por ello, el Banco Central Europeo reconoce los riesgos climáticos como un obstáculo para la estabilidad financiera e insta a que el sistema financiero europeo sea resiliente a estos. Como consecuencia, los riesgos climáticos han tomado un papel clave en la supervisión bancaria para avanzar en la identificación y gestión de estos, posicionando al sector financiero como clave para la financiación de la adaptación climática y la canalización de los fondos a proyectos de gran impacto, cerrando estas brechas de financiación climática.

En los últimos años, el sector financiero ha realizado avances significativos en la gestión de riesgos climáticos y ambientales, adoptando una serie de prácticas que están transformando la manera en que las instituciones gestionan estas contingencias.

Uno de los avances más destacados es la implementación de marcos de gobernanza que permiten a las instituciones abordar de manera estructurada las amenazas climáticas y ambientales. Además, las instituciones financieras están desarrollando indicadores clave de riesgo específicos, lo que les permite tener una visión más precisa, anticipando posibles impactos e integrándolos en la gestión del riesgo. Por último, otra práctica relevante ha sido el uso de exclusiones para posibles inversiones que ocasionen un impacto ambiental adverso.

Esta preocupación por parte de los supervisores plantea a las entidades el reto de seguir avanzando en analizar cómo los riesgos climáticos, físicos y de transición podrían afectar en el corto, medio y largo plazo a sus clientes; así como los canales de transmisión de estos riesgos que puedan ocasionar un efecto financiero. Sin embargo, la falta de datos históricos y el cálculo de la probabilidad de eventos son un reto para las proyecciones a medio y largo plazo, haciendo que los escenarios idiosincrásicos se conviertan en un desafío para el análisis financiero de los riesgos climáticos.

Este año será clave para el avance en la integración de los riesgos climáticos en el sector financiero europeo y seguirá siendo crucial que la Unión Europea intensifique sus esfuerzos en la adaptación y mitigación del cambio climático. Aunque se han hecho avances, las inversiones actuales son insuficientes y es necesario que los estados miembros desarrollen estrategias que no solo aborden los riesgos climáticos, sino que también mitiguen las desigualdades sociales provocadas por estos cambios.

*** Darío Benito Bentué es técnico de Sostenibilidad y Reputación de Ibercaja.