El 23 de febrero de 2022, la Comisión Europea presentó al Parlamento y al Consejo Europeo una propuesta de Directiva sobre Diligencia Debida de las Empresas en Materia de Sostenibilidad, la cual fue aprobada de forma definitiva el 28 de noviembre. Desde ese momento, se establece la obligatoriedad a las grandes empresas de rendir cuentas ante los efectos adversos, tanto reales como potenciales, a los derechos humanos y del medioambiente de sus propias operaciones, de sus filiales y de las efectuadas por sus socios comerciales directos e indirectos.

Además, se incluye el marco sancionador y de responsabilidad civil en caso de incumplimiento de dichos requerimientos, obligando a las empresas a que adopten un plan que garantice que su modelo de negocio y su estrategia sean compatibles con el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Es decir, ahora las empresas son responsables de lo que hagan o mejor dicho, de lo que no hagan correctamente sus proveedores.

Y esto es crítico, porque el impacto que los factores ESG (Environmental, Social & Governance) tienen en las cadenas de suministro globales es enorme. Nos encontramos en un mercado globalizado con una producción dispersa geográficamente. Por lo que los mayores riesgos, desde el punto de vista social, provienen de las cadenas de proveedores complejas y diseminadas, donde pueden emerger riesgos asociados fundamentalmente al cumplimiento de los derechos humanos y al impacto medioambiental.

Además, los datos no hacen más que avalar esto. Un estudio realizado por World Economic Forum apunta que el 50% de las emisiones medioambientales se generan en la cadena de valor, llegando incluso al 80% o 90% en ciertos sectores como el de FMCG (Fast-Moving Consumer Goods), moda, alimentación, automoción o construcción.

Pues bien, ¿en qué punto están las empresas ante esta realidad? ¿Qué capacidad tienen para afrontar el reto de la Nueva Directiva? Pues la realidad es que no están preparadas para este reto. Actualmente, el 61% de las empresas cree que la nueva Directiva Europea de sostenibilidad en la cadena de suministro va a tener un alto impacto en las actividades tradicionales de compras, llegando a alcanzar el 76% en lo relativo a la gestión de la base de proveedores. Sin embargo, solo un 57% tiene un conocimiento medio - alto de sus implicaciones de la nueva normativa sobre la actividad de compras y su alcance.

Es momento de realizar un análisis exhaustivo de la situación de las compañías y de sus proveedores, y establecer un modelo de riesgo para abordar cualquier situación crítica. Pero ¿pueden asumirlo internamente? La realidad es que es una situación compleja, por lo que más de la mitad de las empresas considera necesario un apoyo especializado externo.

Además, la tecnología puede ser un gran aliado para la generación de valor, obtener una ventaja competitiva y diferenciadora en el mercado actual y para el cumplimiento normativo. Apostar por sistemas que ayuden a las compañías a contar con un modelo capaz de establecer un análisis y control de objetivos completo será una palanca clave para ese último punto. Sin embargo, aquí nos encontramos con otro vacío: únicamente el 13% de las empresas cuenta con una implantación tecnológica completa de procesos de compras sostenibles en toda la cadena de valor. Y que solo un 10% de las empresas han digitalizado sus indicadores y análisis.

ESG se ha convertido en el segundo punto con mayor peso para los responsables de compras. Las compañías buscan el modelo operativo más eficiente y seguro a través de la mejora continua del área de compras, la implementación de tecnología para la digitalización y automatización de los procesos de aprovisionamiento. Así cumplen y refuerzan la estrategia ESG del negocio, haciéndola extensible a la cadena de suministro y la optimización de costes y la mejora sostenible en el tiempo del coste total de adquisición que aseguran la calidad y el nivel del servicio.

Creemos que hay que abordar este reto con responsabilidad y fortaleza, porque hará que entre todos contribuyamos a generar el progreso social y, además, aporta beneficios a las empresas en materia de competitividad, imagen y reputación, cumplimiento legislativo, pérdida de ingresos y rentabilidad confianza de los inversionistas, ética corporativa, entre otros.

Los objetivos de la Nueva Normativa se consiguen si realmente la sostenibilidad es un eje central y fundamental de la empresa. Es decir, la estrategia de gestión de la cadena de suministro debe estar alineada a 100% con la estrategia corporativa. Los modelos de compras de futuro deben ser fuente de cooperación, creatividad e innovación, cumpliendo con los objetivos ESG bajo un plan de gestión responsable.

En definitiva, tener un control sobre aspectos como la procedencia de los proveedores, qué prácticas laborales aplican, cómo aplican la igualdad y la diversidad en sus plantillas, qué impacto de GFI tiene su proceso productivo y sus productos, los materiales de fabricación o saber cuál es el ciclo de vida del producto y cómo impacta en el medioambiente es fundamental para que los departamentos de compras puedan cumplir con los estrictos principios ESG en todo su ámbito de influencia, tanto interno como externo.

El camino hacia un mundo mejor parte de la toma de conciencia de lo que hace cada una de las empresas y, en este caso, la cadena de suministro es palanca esencial del cambio.

***Agustín Ull Montero es director de Consultoría y ESG de Fullstep.