Todo el mundo ha oído hablar del cambio climático. Según Eurostat, es la mayor preocupación futura para más del 80% de los europeos. Nuestro país, tanto por situación geográfica como por la importancia estratégica de sectores económicos como la agricultura, la construcción y el turismo, es muy vulnerable a sus posibles efectos.

La emergencia climática, y más concretamente el aumento de las temperaturas como uno de sus mayores efectos, constituye una amenaza global que no solo se manifiesta en cambios meteorológicos extremos en el ecosistema, sino que también tiene graves implicaciones para la salud humana.

Como medida clave, en España contamos con un Ministerio orientado a la Transición Ecológica, fruto de la unión de las Secretarías de Estado de Energías y de Medio Ambiente, y desde 2021, una Ley del Cambio Climático (Ley 7/2021), que reflejan el interés político en este escenario.

Las cifras publicadas por la Organización Meteorológica Mundial desvelan que las muertes producidas por el exceso de calor han aumentado alrededor de un 30% en los últimos 20 años. Esto significa que, aunque no se dispone de una estimación precisa de muertes que se producirán por esta causa durante este 2024, sí se puede afirmar que entre 55.000 y 72.000 personas murieron por las olas de calor en 2003, 2010 y 2022.

En España, desde 2003, el Ministerio de Sanidad postula un Plan de Acción ante el Calor, como medida de salud pública para articular recursos, criterios y pautas orientadas a la información, protección y atención de personas sensibles al calor (mayores, enfermos) y lanzamiento de campañas destinadas tanto a los que se enfrentan a ella (sanitarios) como el público en general.

Ante este escenario incipiente, las empresas de cualquier tamaño son cada vez más conscientes de la importancia que tiene la protección de sus trabajadores, especialmente en aquellos sectores más expuestos a las altas temperaturas en exteriores.

Factores como el estrés, la radiación ultravioleta, la contaminación atmosférica, los fenómenos meteorológicos extremos, el aumento de las enfermedades transmitidas por vectores o los accidentes industriales son tan solo algunos ejemplos de riesgos laborales a los que se enfrentan los trabajadores, y que afectan tanto a su salud como a su seguridad.

Así lo recoge la Organización Internacional del Trabajo, en su Informe para una Transición Justa, publicado este año. En él señala los anteriores, como factores que evidencian que los efectos del cambio climático ya están aquí.

La aplicación de medidas preventivas a estas problemáticas ya está en marcha, pero queda mucho camino por recorrer, y, sobre todo, para prepararse a los efectos futuros de las mismas, u otros riesgos derivados que todavía no son conocidos. Las empresas deben ser proactivas y anticiparse a las posibles consecuencias del cambio climático en la salud de los trabajadores, promoviendo medidas de regulación y control sobre la exigencia física de las tareas y el tiempo de exposición de los empleados a situaciones climáticas extremas.

Estas acciones abarcan desde proporcionar zonas de sombra para el desarrollo de tareas y descansos, facilitar protector solar y pautas para su uso, emplear ropa de protección contra las radiaciones solares además de fresca, establecer áreas de descanso adecuadas, proporcionar vehículos equipados con cabinas climatizadas, disponer de pautas y medios de hidratación o controlar la temperatura en los lugares de trabajo, como algunos ejemplos.

Sin embargo, previa a la aplicación estas medidas, la clave de su éxito radica en una experta evaluación de los riesgos de tareas, puestos y entorno, con el objetivo de conocer su impacto y daño en la salud del trabajador, y desarrollar medidas preventivas claras y orientadas a mitigar sus consecuencias.

Desde las soluciones más sencillas como disponer de agua fresca o evitar los trabajos de mayor exigencia en horas de más alta temperatura, al empleo de la inteligencia artificial o sistemas de análisis predictivo, que incluyan sistemas de monitorización de constantes fisiológicas de cada empleado con un sistema de alerta que anticipe el golpe de calor, o modelos predictivos que analicen diferentes datos y permiten obtener de forma anticipada diagnósticos y tomar de decisiones.

La prevención de riesgos laborales debe orientarse, no obstante, desde un enfoque integral y dinámico, tanto técnico como sanitario, pues las consecuencias del cambio climático se manifiestan cada día en diferentes modos y los trabajadores deben enfrentarse a nuevos desafíos derivados durante su tiempo de trabajo, y a veces, fuera de él.

Las pautas a adoptar por parte de las empresas deben estar diseñados específicamente para abordar los incidentes relacionados con las tareas a realizar, pero al mismo tiempo ser flexibles y adaptables, capaces de afrontar los riesgos emergentes derivados de las altas temperaturas u otros efectos de la emergencia climática y crear ambientes de trabajo más seguros y saludables.

ASPY, como servicio de prevención de riesgos laborales que forma parte de un grupo sanitario global, aborda esta problemática desde un enfoque holístico. Un modelo que explora el cuidado de la salud de los trabajadores desde la excelencia en prevención, pero también desde la responsabilidad individual y el autocuidado.

Fomenta, así, la formación de los propios profesionales en este ámbito para protegerlos contra el estrés térmico y otros problemas derivados del cambio climático. Este enfoque integral de la prevención no solo impacta sobre el bienestar del trabajador, sino que promueve el bienestar general de las organizaciones, contribuyendo a crear un sistema más sostenible y eficaz en el que la prevención de riesgos laborales no sea un área más, sino parte de los cimientos sobre los que se construyan empresas más saludables.

*** Francisco Javier Colino de León es director de Prevención Técnica en ASPY.