La rentabilidad ha sido siempre el pilar sobre el cual se construye cualquier decisión de inversión. Sin embargo, en los últimos años, la sociedad ha desarrollado una conciencia que exige que las inversiones no solo generen retornos financieros, sino que también contribuyan al bienestar social y medioambiental. Esta evolución ha revalorizado el concepto de sostenibilidad, que, desde la década de los 90, está íntimamente ligado al desarrollo sostenible.

Hoy en día, la sostenibilidad es el eje central de las inversiones responsables. Si bien es cierto que para que una inversión sea sostenible debe ser rentable, la rentabilidad ya no es el único fin.

Una inversión verdaderamente sostenible es aquella que, además de ser rentable, contribuye al desarrollo regional y a la descarbonización. Y también cumple con las normativas medioambientales y sociales de cada territorio.

Consideremos, por ejemplo, la inversión en una planta desaladora en una región con un bajo Índice de Desarrollo Humano (IDH), alimentada por energía renovable. Esta inversión no solo transforma agua salada en agua apta para el consumo, que favorece la economía circular, sino que también impulsa el desarrollo regional a través de su construcción y operación.

Este tipo de inversión, que cumple con criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), es un claro ejemplo de inversión responsable y sostenible.

La evolución de los criterios de inversión ha llevado a que los financiadores, incluidos bancos, instituciones de desarrollo y fondos de deuda, consideren los principios ESG como un requisito indispensable para otorgar financiación.

Hoy, solo se financian aquellos proyectos que, además de ser rentables, mejoran social y medioambientalmente su entorno y garantizan un buen gobierno durante toda su vida operativa.

Las inversiones en descarbonización son un reflejo perfecto de esta nueva realidad. Cumplen con todos los criterios ESG, pero requieren estructuras de financiación flexibles y a largo plazo para acelerar su crecimiento.

Alcanzar un consenso sobre la importancia de la sostenibilidad en la inversión es crucial, y es evidente que los activos alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) deben ocupar un lugar central en las carteras de los inversores de largo plazo. Estos activos no solo ofrecen rentabilidad, sino que también garantizan un futuro más justo y sostenible para todos.

*** Óscar Martín Pacios es CFO de Ingenostrum.