La desigualdad de género sigue siendo un desafío clave para nuestra sociedad y nuestra economía.  Las estimaciones del Foro Económico Mundial ponen de relieve que aún harían falta 151 años para cerrar la brecha de participación y oportunidades económicas. Uno de los elementos que más impacto tienen para luchar frente a ello, es el acceso de las mujeres a la financiación. De ello hablamos en la mesa de debate sobre el ODS 5 en el III Observatorio sobre los ODS organizada por el Español.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5, se refiere a la igualdad de género, y dentro de este objetivo, una meta fundamental es asegurar que las mujeres tengan acceso igualitario a recursos, incluidos los financieros.

A pesar de que las mujeres representan el 49,7% de la población mundial, Naciones Unidas estima que 742 millones de mujeres no tienen acceso a servicios financieros. El acceso a la financiación es la puerta de entrada a la igualdad de oportunidades. Cuando las mujeres tienen acceso al crédito y a los servicios financieros, se les permite no solo participar en la economía, sino también invertir en sus comunidades, iniciar y hacer crecer negocios y, en última instancia, alcanzar un nivel de independencia que les da control sobre sus vidas. 

Según la ONU, aproximadamente 2.400 millones de mujeres en edad laboral en todo el mundo no disfrutan de las mismas oportunidades económicas que los hombres. Una falta de oportunidades que va desde las barreras al acceso a al empleo formal, derechos laborales, representación en los espacios de toma de decisiones o incluso en los derechos de propiedad.

En 178 países, aún existen leyes que limitan la capacidad de las mujeres para poseer propiedades, firmar contratos o incluso abrir cuentas bancarias sin la autorización de un hombre. Estas restricciones jurídicas no solo limitan el potencial individual de las mujeres, sino que también frenan el desarrollo económico de sus comunidades. Además, la exclusión financiera no solo impacta a las mujeres, sino que tiene repercusiones negativas en el bienestar colectivo, pues las investigaciones muestran que las mujeres invierten más del 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades.

Esta dificultad en el acceso a los recursos financieros también implica mayores desafíos para las mujeres a la hora para escalar sus proyectos y disponer de los  recursos necesarios para competir en igualdad de condiciones. En España, por ejemplo, solo el 17,82% del capital riesgo invertido en 2023 fue dirigido a empresas con al menos una mujer en el equipo fundador, una cifra preocupante que además refleja una caída respecto al 24,93% en 2021. A nivel europeo, la situación es aún más grave, pues menos del 1% del capital riesgo en 2022 se destinó a startups fundadas exclusivamente por mujeres.

Este problema no solo ocurre en las primeras etapas de las empresas, sino que se intensifica en las fases avanzadas de financiación. Si bien en las rondas de inversión inicial, como la fase de semilla, las startups lideradas por mujeres captan alrededor del 35% del capital, en las etapas de crecimiento, donde las sumas de inversión son mucho mayores, ese porcentaje cae hasta al 2%.

Podríamos estar ante un sesgo en la igualdad en la toma de decisiones, cosa que quizás no ocurriría si fuese ampliamente conocido, que los proyectos liderados por mujeres, no solo no son menos rentables, sino que las startups fundadas por mujeres generan un 10% más de ingresos que aquellas fundadas exclusivamente por hombres, según un estudio de Boston Consulting Group (BCG).

Por tanto, la inversión en empresas lideradas por mujeres no es una cuestión de equidad, sino una estrategia financiera inteligente. Además, las mujeres emprendedoras que trabajan en equipo con otras mujeres tienden a obtener mejores resultados financieros, de forma que en la creación de startups logran recaudar 1,7M € más de media, que las que equipos mixtos.

Para cerrar esta brecha de desigualdad, es necesario que los gobiernos y las instituciones financieras implementen políticas de financiación con perspectiva de género. Esto significa diseñar productos financieros y modelos de inversión que aborden las barreras estructurales que enfrentan las mujeres. Y también es relevante aumentar la representación de las mujeres en los puestos de toma de decisiones dentro de las instituciones financieras.

En la actualidad, solo el 10% de los altos cargos en las firmas de capital riesgo y privado en Europa están ocupados por mujeres, y en España esta cifra apenas asciende al 13%. Este déficit de representación femenina perpetúa sesgos en la asignación de capital y en las decisiones financieras, dado que los hombres suelen inclinarse a financiar más a otros hombres.

Cerrar la brecha de género en el acceso a la financiación no solo es una cuestión de equidad, sino una estrategia vital para impulsar el crecimiento económico global. Los datos demuestran que las mujeres son gestoras prudentes, emprendedoras resilientes y generadoras de valor a largo plazo. Sin embargo, la falta de acceso a financiación sigue siendo una barrera crítica que frena su capacidad para alcanzar su máximo potencial. La inversión en mujeres no es solo una cuestión de justicia, sino una oportunidad perdida para el mundo financiero y económico.