Entre 2012 y 2014, Leire Pajín Iraola (San Sebastián, 1976) recorría los pasillos de la sede de Naciones Unidas en Nueva York como asesora especial de la Organización Panamericana de la Salud y asesora política del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD). Por aquel entonces, aún no se hablaba de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ni de Agenda 2030. Lo que en allí se fraguaba era, por aquel entonces, conocido como la Agenda de Desarrollo post 2015.
Por eso se hincha de orgullo al hablar de la Agenda 2030, en parte porque ella la vio en pañales. Pajín está convencida de que el desarrollo sostenible es alcanzable y se materializará si todos juntos, políticos –da igual el color–, sociedad civil, ciudadanía y empresas, trabajamos por ello.
Porque, como dice la que fuera secretaria de Estado de Cooperación y ministra de Sanidad durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, "hay consenso alrededor de la Agenda 2030 y es nuestra hoja de ruta para un futuro sostenible":
Ahora, es presidenta de la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS), directora de Desarrollo Global en Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y presidenta de la Fundación EU-LAC. Y los ODS siguen a su lado y seguirán, dice, hasta que el desarrollo sostenible sea una realidad global.
Lo que ocurra estas semanas en Glasgow definirá los próximos pasos a seguir con la Agenda 2030. ¿Qué sería lo mejor que podrían anunciar los mandatarios mundiales el próximo 12 de noviembre?
La agenda de Glasgow es relevante por varias razones, pero sobre todo porque los ODS forman parte de lo que se llama la década de acción de Naciones Unidas, que engloba los Objetivos de Desarrollo Sostenible con sus metas y sus objetivos, pero también la cumbre del clima de París, el Acuerdo de París, y, por tanto, todo lo que debemos trabajar de aquí al 2030 para reconducir el camino del calentamiento del planeta que los científicos llevan mucho tiempo advirtiéndonos que va a suceder.
Llegamos a Glasgow con la necesidad de urgencia, es decir, el panel de expertos de Naciones Unidas, que son científicos, nos han alertado tan solo hace dos meses de que la realidad en la que vivimos es más cruda de lo que pensábamos. Y que, por tanto, si no hay un acuerdo firme y más ambicioso de reducción de emisiones en la forma más contundente no llegaremos ni siquiera a evitar las consecuencias que preveíamos hasta ahora.
Por eso lo que se espera de Glasgow es más ambición y un compromiso firme de los principales países, fundamentalmente de los más contaminadores, para llegar antes a ese acuerdo de reducción de emisiones.
En una semana hemos visto muchos compromisos y muchas promesas ambiciosas, aunque no lo suficientes. ¿Son realistas?
Lo importante, en primer lugar, es cómo acabe esta cumbre, porque todavía la negociación como tal no ha empezado y creo que tenemos que concederle una oportunidad a la negociación ¿no?
Pero antes de llegar a esta cumbre han pasado algunas cosas positivas, también por decirlo todo. Por ejemplo, Estados Unidos ha vuelto al acuerdo de París, hace más de un año esto no era así, por tanto esta es una buena noticia. EE.UU. es un país fundamental, como lo es China, como son los grandes países, para que ese acuerdo sea realista y se cumpla. A partir de ahí, la negociación de estos días es importante, pero también lo son los compromisos que han anunciado los países más contaminadores antes de llegar a Glasgow.
"Es muy importante obtener un marco de rendición de cuentas para que se haga realidad el compromiso de Glasgow"
Luego, es muy importante también la rendición de cuentas y que seamos capaces de obtener un marco de rendición de cuentas para que se cumpla ese compromiso y se haga realidad.
Y ahí ayuda mucho, evidentemente, la movilización de la ciudadanía, porque la COP hoy es mucho más que las negociaciones de los Gobiernos –que es la parte fundamental–. Es también todo lo que se está moviendo alrededor, lo vivimos en la COP25 que organizó España. Toda esa amalgama de sociedad civil, de empresas, de academia, que está comprometida con la lucha contra el cambio climático y que cada vez es más exigente.
Que la ciudadanía sea exigente, empuje a sus Gobiernos a cumplir y exija rendición de cuentas, me parece fundamental para que después se pase de la palabra a los hechos
¿Cuáles serían los compromisos mínimos qué se podrían admitir en la COP26?
Aquí hay que diferenciar que en la COP van a negociar dos líneas complementarias e importantes. Una es la que tiene que ver con la mitigación, y aquí lo mínimo sería adelantar el compromiso de cumplimiento de la reducción de emisiones y ser mucho más ambiciosos. Ahí hay varios países que han adelantado, entre ellos el nuestro, su compromiso, y sería deseable que el acuerdo llegara en esa dirección.
"Lo mínimo en la COP sería adelantar el compromiso de cumplimiento de la reducción de emisiones y ser mucho más ambiciosos"
Después está también la adaptación, que es lo que están reclamando los países del sur. Es decir, cómo se adaptan los países del sur a este camino, eso países que han contaminado mucho menos que los del norte y que, además, están recibiendo la repercusión del cambio climático de una forma muy clara.
Por tanto, también, la clave de la COP es la financiación. ¿Cómo vamos a conseguir que los países del sur accedan a financiación para cumplir con la adaptación y con la mitigación? Esta es la clave de la cumbre del clima. En ese sentido ha habido compromisos interesantes, como el de Reino Unido o España, que ha sido uno de los primeros en adelantarse. Antes de la llegada a las negociaciones, ha dicho de forma clara que va a aumentar más de un 50% su contribución al fondo verde. Ese es también el camino.
Lo deseable sería que hubiera un acuerdo en la ambición de la reducción de emisiones en calendario y en compromisos, pero también que haya un acuerdo en financiación para que eso sea posible.
Los datos actuales no son muy optimistas… dicen que vamos camino a una subida de temperaturas de 2,7 °C por encima de niveles preindustriales.
Cuesta mucho ser optimista teniendo en cuenta esta realidad que los científicos nos dicen. Pero tenemos que seguir empujando para que realmente eso no llegue. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha descrito mejor que nadie las consecuencias de no actuar ahora: ha hablado, literalmente, de que no podemos seguir utilizando la Tierra como un estercolero y que estamos cavando nuestra propia tumba.
Lo importante es que la ciudadanía y los gobiernos entiendan –y entendamos– que cuando hablamos de la salud del planeta no es de algo ajeno a nosotros, es del bienestar de nuestro presente, y sobre todo de nuestro futuro. Por eso no es casual que sean adolescentes y gente joven los que están liderando los movimientos por el clima. Porque saben bien que de las decisiones que nosotros tomemos va a depender su futuro, pero su futuro en términos reales, su capacidad de tener una posibilidad de un futuro próspero.
Por tanto, nos tenemos que tomar muy en serio la advertencia de Naciones Unidas, que no es una broma, es una realidad científica que está ahí. La buena noticia, junto a esa realidad cruda, es que tenemos una hoja de ruta.
"Como dice Guterres, no podemos seguir utilizando la Tierra como un estercolero; estamos cavando nuestra propia tumba"
La Agenda 2030 y los ODS son la hoja de ruta concreta y clara que nos dice que si tomamos ese rumbo y que si cumplimos vamos a evitar las consecuencias que podría provocar ese calentamiento del planeta. Por tanto, tenemos la hoja de ruta –que, además, tiene un gran consenso detrás–, lo que hay que hacer es cumplirla y que la voluntad política llegue. Es la hora de la voluntad política, sabiendo que es urgente, que no tenemos tiempo y que hay que actuar ya sin ningún tipo de excusas.
¿Cómo afectaría al planeta y, especialmente a nuestra salud, rebasar el límite marcado en París?
La pandemia de la covid-19 nos ha enseñado muchas cosas a un precio muy caro. Una de ellas es que no se puede hablar de salud desconectada ni de la diversidad, ni del planeta, ni de la seguridad, ni de la economía. Está todo totalmente relacionado. Por eso, la Agenda 2030 está interconectada, cada uno de los objetivos está interconectado con otros. Lo que nos viene a decir que no podemos seguir trabajando en compartimentos estancos, tenemos que hacerlo con ese prisma transversal, económico, ambiental y social.
Además, sabemos, como también algunos científicos empezaron hablar ya, que hay un concepto que se llama salud planetaria. Es decir, que la salud del planeta está íntimamente ligada con las salud animal y la humano. Por tanto, si perdemos la biodiversidad y seguimos calentando el planeta, las consecuencias en la salud serán devastadoras.
Es más, ya hay capacidad de predicción, porque esto es lo bueno de la ciencia: las enfermedades podrían avanzar o crecer si se dan determinadas condiciones climáticas en el futuro. La ventaja es que podemos tener esta información, que nos permite anticiparnos y tomar decisiones para evitar consecuencias mucho mayores, y eso es lo que tenemos que hacer, cumplir con la hoja de ruta.
Hablando de esta hoja de ruta son los ODS. ¿Cómo llega España a la cumbre del clima en cuestión de Agenda 2030?
En primer lugar, España llega habiendo sido anfitrión de la COP anterior, que avala, también, que es un país que tiene interés, que fue capaz de realizar una cumbre en tiempo récord y que en este tiempo, además, ha aprobado una ley ambiciosa de cambio climático, una estrategia de desarrollo sostenible, y que ha puesto en marcha y presentado ante Naciones Unidas su plan voluntario de cumplimiento de los ODS. Ese es un buen camino.
A partir de ahí España está, según nuestros informes de la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS), entre los 20 primeros países en el cumplimiento de los ODS del mundo. Incluso ha mejorado un poco respecto a otros años.
Es verdad, que la covid-19, como no puede ser de otra manera, ha ralentizado claramente todos los objetivos en todo el mundo, y esta es una preocupación adicional que tenemos que poner encima de la mesa. Pero España llega con una fuerte ambición: es de los países, además, que se ha comprometido a aumentar la financiación y está cumpliendo financieramente con sus compromisos. Esa es la buena línea, pero evidentemente no nos podemos relajar. Tenemos que seguir avanzando.
¿En qué fallamos?
Según el informe, hay ODS en los que hemos avanzado bastante, por ejemplo la igualdad de género –un objetivo fundamental, porque si el ODS 5 no se cumple, no se cumplirá el resto de la agenda–. Para mí es uno de los objetivos claves, absolutamente transversal y necesario.
"No se puede hablar de salud desconectada ni de la diversidad, ni del planeta, ni de la seguridad, ni de la economía"
Pero también nos cuesta mucho avanzar en otros en los que tenemos que acelerar. Uno de ellos es el relacionado con el cambio climático y la reducción de emisiones. También el relacionado con la salud de nuestros océanos. Esos son los espacios donde hay que redoblar esfuerzos.
También tenemos dos asignaturas importantes en las que trabajar, que son, el empleo decente. En un país donde estamos hablando mucho, en estos días, de la reforma laboral. En un país donde la precariedad y donde la temporalidad del empleo es muy importante. Ese indicador sale mucho peor que otros, o el de la profunda desigualdad, que como sociedades, ya no solo del sur, sino del norte, vivimos de forma clara. Estos serían los objetivos en los que deberíamos avanzar mucho más.
¿Cree qué en España en particular la ciudadanía entiende lo que son los ODS?
Nos queda mucho camino por recorrer. Es verdad que el esfuerzo hecho por muchos actores en los últimos cinco años ha hecho que se mejore bastante, pero todas las encuestas que conocemos todavía ponen de manifiesto que es muy residual el conocimiento de la Agenda o, por lo menos, está mucho más lejos de lo que nos gustaría.
Tenemos, en primer lugar, que seguir trabajando en el conocimiento de esa agenda. Y, de hecho, organizaciones como REDS tienen como objetivo difundirla en todos los ámbitos –educativo, de comunicación, político, social…–. En segundo lugar, tenemos que tejer narrativas fáciles, que sean comprensibles por la ciudadanía. De nuevo, por ejemplo, el tema de la salud es un vector muy fácil para que la ciudadanía lo entienda: cuando hablamos, por ejemplo, de reducir el tránsito de los vehículos por el centro de las ciudades para que el aire que respiramos sea más limpio, estamos hablando de contribuir claramente a los ODS.
Tenemos que tejer una narrativa fácil, comprensible y que la ciudadanía entienda. Y en eso estamos avanzando mucho. Todavía queda mucho camino por recorrer, pero la gran ventaja de esta agenda es el profundo consenso, casi unánime –aunque hay también unos pocos en contra, como sabemos–, y eso es la garantía de que pueda avanzar.
"Los actores fundamentales de la Agenda 2030 son las ciudades, porque son el motor de diseño de nuestras vidas en un planeta fundamentalmente urbano"
Menciona la reducción de tráfico en los centros de las ciudades, que juegan un papel fundamental en la neutralidad climática. ¿Están las urbes españolas en el buen camino?
No es casual que en Glasgow, además de los representantes de los Gobiernos, estén muchos alcaldes y alcaldesas del mundo. Eso quiere decir que los actores fundamentales del cumplimiento de la Agenda 2030 son las ciudades, y lo son por dos razones. Una, porque son el motor de diseño de nuestras vidas en un planeta que, ya hoy, es fundamentalmente urbano, pero que prevé todavía una mayor urbanización en los próximos diez años.
Pero lo son también, además, porque aquel viejo lema de "piensa globalmente, actúa localmente" hoy lo vemos de una forma más clara que nunca. Es decir, los retos son globales pero se dan en el territorio y, por tanto, los alcaldes y alcaldesas, los equipos de gobierno, las ciudades, con todos sus actores, son fundamentales para la planificación de un desarrollo urbano que realmente sea sostenible, ambiental, económica y socialmente hablando.
Y diré más: las ciudades fueron las primeras en ponerse a la cabeza de la implementación de la Agenda 2030. Pidieron estar en las negociaciones de Naciones Unidas, por primera vez, respecto a otras agendas internacionales. Fueron las primeras en alinear sus planes municipales a la agenda de los ODS.
REDS, de hecho, acompaña muchas ciudades en esa tarea técnica. Y no es casual que nosotros hayamos hecho informes de las 100 grandes ciudades de este país para también medir si realmente están cumpliendo con los ODS, dentro de sus competencias y de su financiación. Las ciudades son clave, lo hemos visto en la covid-19, y son el actor más importante.
¿Qué necesitan las ciudades para dar ese último paso y convertirse en sostenibles de verdad?
El ingrediente, al final, es la voluntad política y algo muy importante: el trabajo compartido y conjunto con todos los actores de la sociedad, que son determinantes. Esta agenda también nos enseña que la transformación profunda a la que debemos ir, ese giro, ese cambio, no lo pueden hacer solo los gobiernos, sean locales, autonómicos, nacionales o incluso multilaterales. Deben liderar los gobiernos, por supuesto, deben legislar, deben enseñar el camino. Y también deben cumplir con sus compromisos, pero deben trabajar conjuntamente con las empresas, que tienen un papel fundamental en el cumplimiento de los ODS.
Y también con la academia, que es quien nos está orientando hacía dónde ir, con la ciencia, y con la sociedad civil, que es quien realmente tiene que cambiar comportamientos y a la que tenemos que subir en todo momento a esta transición y a este cambio. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es encontrar nuevos espacios de trabajo conjunto y compartido, donde todos esos actores trabajen a una, en una misma misión, con mecanismos que hasta ahora desconocíamos.
¿Un ejemplo de ciudad que resalte por sus buenas prácticas?
Hay muchas ciudades que están, de alguna manera, despuntando en función de algunos ODS. Pero pondría el ejemplo, más que de una ciudad, de esta dinámica que se ha creado entre varias ciudades de distintos colores políticos en colectivo porque muestran la voluntad. Acaban de firmar una declaración en el Senado comprometiéndose a la reducción de emisiones, de forma bastante contundente, en los próximos años.
"La COP hoy es mucho más que las negociaciones de los Gobiernos, es toda esa amalgama de sociedad civil, empresas y academia que es cada vez más exigente"
Esto demuestra que la voluntad política, la voluntad de trabajar de forma compartida y, sobre todo, la capacidad de sustraerse del ruido político y partidista que a veces estamos escuchando en este país. Las ciudades están siendo capaces de demostrar que ellas son capaces de trabajar conjuntamente.
En los últimos años hemos visto una especie de explosión de arte que pone el punto de mira en el cambio climático. Sin embargo, la cultura no aparece como tal en la Agenda 2030. ¿Qué papel juega la cultura con los ODS?
Juega un papel trascendental. De hecho, cuando hablábamos antes de cómo podemos conseguir una mayor sensibilización de la ciudadanía, la cultura tiene un rol importante desde el punto de vista de su acción crítica. De su mirada de cambio. Es fundamental.
De hecho, así lo detectamos desde el primer día en la Red Española para el Desarrollo Sostenible, y no es casual que uno de nuestros grupos de trabajo más estables y una de las actividades que más gente congrega en los últimos años sea precisamente la relacionada con cultura y desarrollo sostenible.
Nos dimos cuenta que, efectivamente, la Agenda 2030 no tiene un objetivo concreto sobre cultura; sin embargo, es necesaria la cultura del desarrollo sostenible en una sociedad para cambiar y transformarse. Y ahí lo que hemos hecho ha sido establecer, como digo, un grupo de trabajo estable, que ha permitido trabajar en un marco teórico que permita vincular de una forma clara la cultura con el desarrollo sostenible e invitar a creadores, programadores, artistas de todo tipo, a sumarse a esta agenda, no solo en la difusión, sino también en hacer más sostenibles las expresiones culturales.
De hecho, hemos sacado una guía para hacer sostenibles algunas exposiciones, algunas de las actividades culturales, porque creemos que eso también puede ser una vía de avance. Por tanto, para nosotros la cultura es un actor absolutamente fundamental para el cambio crítico, para la transformación fundamental y social que necesitamos.
¿Qué necesita la cultura para realmente ser sostenible y para comunicar la sostenibilidad?
Bueno, yo creo que en primer lugar haberse sumado a esta Agenda. Yo creo que, aunque al principio parecía que era, quizás un sector que no había sido tenido en cuenta y no se había subido, suficientemente a la agenda, ahora se está subiendo de una forma muy clara, lo estamos viendo con acciones de todo tipo.
"La cultura es absolutamente fundamental para el cambio crítico, para la transformación fundamental y social que necesitamos"
Por tanto, lo primero es abanderar esta agenda. Y no hay mejores embajadores que la gente de la cultura. Es tremendamente importante que sigamos trabajando juntos quienes nos dedicamos a la agenda de la sostenibilidad con quienes se dedican a la cultura, encontrando ese camino común, ese lenguaje común, esa narrativa común, ese trabajo común para conseguir los objetivos compartidos.
A través de la cultura se puede subir al barco de la Agenda 2030 a los escépticos que, muchas veces, lo son por desconocimiento.
Estoy convencida de que son un gran aliado para ello, porque no hay nada como una manifestación cultural que active el sentido crítico de la ciudadanía, que impacte las conciencias, que haga reflexionar, para, quizás, darse cuenta de una realidad que quizás la tenemos delante y no siempre somos capaces de verla.
Efectivamente son el mejor aliado. Al final, las expresiones artísticas son una lectura de la realidad con conciencia crítica.
Para acabar, ¿cómo imaginas 2030?
Me lo quiero imaginar con un avance sustancial de los compromisos que adquirimos en el 2015. La agenda anterior, la de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, nos dejó una realidad agridulce. Por un lado, avanzó mucho en la reducción de la pobreza, en el acceso a la educación primaria, o en la lucha contra muchas enfermedades. Nos dejó avances, pero también cosas sin cumplir.
A mí me gustaría llegar al 2030 –y por ello trabajo cada día– con el cumplimiento avanzado de muchos de los objetivos que nos pusimos y con una mayor ambición en el cumplimiento real de estos compromisos.