Es sábado por la mañana en una madrileña plaza de Sol abarrotada de gente. Entre la multitud, aparecen Sandrine Amer y Hala Riziq que, por fin, después de un par de semanas de viajes –han visitado Valencia, Barcelona y Madrid–, buscan los rayos del sol en una ciudad que acaban de visitar por primera vez. Llegan desde Jerusalén Este y Gaza, respectivamente.
Mezclando el árabe y el inglés piden un segundo antes de comenzar a hablar para sacarse unas fotos en un punto tan emblemático de la capital como el oso y el madroño.
Con una agenda tan apretada, en la que han saltado de reunión en reunión que, dice Riziq, esperan “sean fructíferas”, poco tiempo les ha quedado para conocer nuestro país. Pero como lo importante no es la cantidad, sino la calidad, han encontrado un hueco para visitar la Albufera y probar la paella.
Se han quedado con ganas de un chocolate con churros y, asegura Amer, probar el cachopo asturiano. Así que, tras las recomendaciones de rigor y las fotografías que todos nos hemos hecho alguna vez en Sol, ponemos rumbo a una céntrica chocolatería.
De camino, recorriendo calles llenas de turistas de medio mundo, Riziq, que es directora de programas de Alianza por la Solidaridad en Gaza, cuenta lo “complicadísimo” que ha sido para ella conseguir un permiso de salida de la Franja, que, recuerda apesadumbrada, lleva sometida a un bloqueo total por parte del Estado de Israel desde hace ya 14 años.
Amer es abogada y directora ejecutiva de la Asociación de Jóvenes Cristianas de Jerusalén (YWCA). Reconoce que la situación de su compañera es dura y que en nada es comparable con la de Cisjordania, aunque, advierte, ambas viven bajo “una misma ocupación que coarta nuestras libertades y viola sistemáticamente los derechos humanos”.
El viaje que ambas han realizado a España tiene un objetivo claro: concienciar sobre la situación de las mujeres palestinas, y buscar apoyos y aliados para acabar con la violencia que viven en su día a día.
Triple violencia
Amer deja claro que en los Territorios Palestinos Ocupados –ya sea Gaza o Cisjordania– hombres y mujeres se ven expuestos a situaciones de violencia desde el momento en el que nacen.
“La ocupación es violencia”, explica, y alerta de que, hasta que esta no acabe, será imposible conseguir un “verdadero empoderamiento de las mujeres y las niñas”. Y es que, a fin de cuentas, como dice, ese es el ingrediente secreto para que cualquier sociedad consiga la igualdad.
“Si no conoces tus derechos, tus obligaciones y tus responsabilidades no tienes la capacidad de tomar decisiones informadas”, recuerda Amer
“Si no conoces tus derechos, tus obligaciones y tus responsabilidades no tienes la capacidad de reconocer si lo que te ocurre está bien o no, o si es legal o no, ni de tomar decisiones informadas”, recuerda Amer.
Por eso, cuenta, desde la YWCA buscan empoderar a las mujeres a través del conocimiento de cosas tan básicas como los derechos humanos. “Ese es el primer paso para romper el círculo de la violencia patriarcal, que empieza con la ocupación y acaba dentro del hogar”, insiste.
La violencia en Cisjordania empieza con las restricciones de movimiento que el Estado de Israel impone sobre el pueblo palestino y con las detenciones administrativas arbitrarias que oenegés como Amnistía Internacional o Human Rights Watch llevan años denunciando.
Pero para las mujeres hay un añadido: “El sistema israelí nos violenta y somete también a través del acoso sexual al que nos someten las autoridades”, afirma Amer. Y puntualiza: “A eso hay que sumarle que vivimos en una sociedad patriarcal en la que, muchas veces, a las mujeres se nos ve como objetos y se nos acosa”.
Por eso, el empoderamiento a través del conocimiento es tan importante para ella. Porque, explica, todos estos factores influyen en que las mujeres representen tan solo el 18% del mercado laboral en Cisjordania, a pesar de suponer el 49% de las matrículas en educación superior universitaria.
Riziq añade que las mujeres palestinas, y especialmente las gazatíes, cargan con “la responsabilidad del bienestar de toda la comunidad sobre sus hombros”. Y, por eso, soportan una violencia directa e indirecta que tiene diferentes capas y distintos perpetradores.
Por un lado, las mujeres gazatíes se enfrentan a la violencia derivada de la ocupación que, de por sí, “deriva en otros tipos de violencia”, asegura Riziq. El bloqueo de la Franja de Gaza provoca que “no haya trabajo, ni comida, ni agua, ni infraestructuras, ni una posibilidad de futuro que vaya más allá de la supervivencia”, explica. Además, los pocos recursos naturales que se encuentran "están contaminados", admite.
Ese contexto de pobreza e incertidumbre extremas provoca que la violencia dentro del seno familiar se intensifique: “Muchos hombres llegan a casa, día tras día, desesperados por no encontrar trabajo y vuelcan su frustración con sus esposas y con sus hijos”, admite Riziq.
“Las mujeres palestinas cargan con la responsabilidad del bienestar de toda la comunidad”, asegura Riziq
En muchas ocasiones, las gazatíes sufren violencia física por parte de sus parejas o familiares. En todos los casos, reconoce Riziq, la violencia psicológica está presente y tiene muchas ramificaciones.
“Las mujeres de Gaza somos el sostén de nuestras familias, incluso a nivel económico, pero sin tener un trabajo ni ingresos”, cuenta. Y especifica: “No sólo porque nos encontremos ante una sociedad profundamente machista y tradicional que normaliza la violencia y ahonda en las desigualdades entre hombres y mujeres”, sino porque cuando queremos trabajar, “no hay dónde hacerlo”.
Esta situación, asegura esta gazatí, pone una presión “monumental” en la salud mental de las mujeres, que se convierten “en protectoras y sostenes de las familias” sin poder serlo. “Eso es también violencia”, asegura, sobre todo en un territorio en el que “el Gobierno electo está atado de manos” y “no tiene capacidad de ayudar a la población”.
Una legislación del pasado
Para Amer, el punto de partida para acabar con la violencia contra las mujeres en los Territorios Ocupados estaría, primero, "en el fin de la ocupación", pero también en "una reforma profunda de las leyes palestinas", que, asegura, están "anticuadas".
Las mujeres representan apenas entre el 11% y el 15% de las personas con poder para tomar decisiones en la Autoridad Palestina –el Gobierno de Cisjordania– y, aunque en los últimos años estén más visibilizadas, "aún queda mucho camino por hacer", cuenta Amer.
"Una reforma integral de nuestra legislación, especialmente aquella relativa con la violencia sobre las mujeres, nos daría el impulso necesario para entrar en una nueva era de igualdad", reivindica. Aun así, advierte, "esto no será posible sin el fin de la ocupación".