Soy científico del clima. 'No mires arriba' capta la locura que veo todos los días. Ese es el título del artículo que Peter Kalmus (EE.UU., 1974) escribía pocos días después de que la película protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence llegase a Netflix. En aquel momento, durante los últimos días del pasado año, este científico climático veía con estupor cómo el filme captaba, hasta cierto punto, la realidad que él –y muchos colegas de profesión– había vivido durante años. "Y seguimos viviéndolo", asegura.
Kalmus contesta al teléfono a primera hora del día, cuando el sol empieza a despuntar en California. Como DiCaprio en la cinta de Adam McKay, reconoce que "detesta" hablar con periodistas y ser una figura pública, pero que no le queda otra: "Tengo que pasar mucho tiempo haciendo activismo, organizándome y hablando con los medios, pero no es mi inclinación natural: soy mucho más introvertido".
Astrofísico de formación y científico del clima, por visicitudes de la vida, desde 2012, admite que habla públicamente sobre el cambio climático, ya sea con un medio estadounidense o con uno español, porque "es lo que tengo que hacer; amo tanto lo que hay en este planeta, incluidos mis hijos, que no me puedo quedar callado".
Ahora, trabaja en el centro de investigación californiano Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA y en 2017 publicó un libro que se ha convertido en todo un manual para el movimiento ecologista en su país natal: Being the Change: Live Well and Spark a Climate Revolution (o ser el cambio: vivir bien y provocar una revolución climática).
Tras décadas de estudio de la ciencia detrás del calentamiento global y de la crisis climática, de publicaciones e investigaciones, sigue estremeciéndose al darse cuenta, dice, de "cómo un planeta que ha permanecido estable durante 10.000 años se desmorona de golpe". Y no entiende cómo, a pesar de las proyecciones científicas, de los datos y de las estimaciones –cada vez más exactas– que "muestran las implicaciones negativas que la actividad humana actual tiene en la vida en la Tierra, en la propia civilización humana y para el futuro de todos, la gente siga sin reaccionar".
Hace ya una década se empezó a sentir como en No mires arriba: unos pocos científicos "entramos en pánico ya con las primeras proyecciones climáticas". Otros, en cambio, "casi ni se inmutaron". Por eso, cuenta, se sintió responsable de alzar la voz y explicar lo que estaba ocurriendo. "No hubiese podido vivir conmigo mismo si no lo hubiese hecho", admite. Aunque, reconoce, "realmente desearía no haberlo necesitado, como otra gente que simplemente continúa con sus vidas y ya".
Kalmus se sincera: "Me ayuda bastante saber que, al menos, realmente lo estoy intentando. Si no fuese así, en vez de sentimientos de pánico ocasionales, viviría en la desesperación más absoluta". Este, junto a la ecoansiedad son, para este científico, parte de su día a día. Hace pocoincluso tuiteaba sobre ello: "A veces el pánico climático golpea fuerte, y hoy lo estoy sintiendo de verdad".
Pregunta: ¿Qué detona ese pánico climático?
Respuesta: Sabes, es bastante impredecible. No puedo realmente explicarlo. Puede que sea algo que haya leído o alguna cosa triste que haya visto en Twitter… Es complicado de explicar. No es algo que ocurra todas las noches.
Para luchar contra esa sensación de desesperación, Kalmus explica que intenta meditar todos los días. Aunque, dice, "es como hacer ejercicio, hay épocas en la vida en que no puedes hacerlo tanto como te gustaría y ahí el pánico se convierte en ansiedad". Y esta, asegura, no le permite trabajar, ni centrarse, ni ser útil para el movimiento climático.
Sin emargo, advierte: "El pánico no es necesariamente algo malo si te activa, si te hace trabajar más o hace que la creatividad fluya o te fuerce a actuar. Uno de los propósitos que tiene el pánico para nosotros, como especie, es salir de situaciones peligrosas. Así que no es divertido, pero tampoco es algo necesariamente malo".
Como a él, ese "pánico climático" afecta a miles de jóvenes en todo el mundo –aunque no sólo–, que han empezado a sentir lo que los psicólogos ya llaman ecoansiedad, algo que les ha activado, como llevamos ya tres años viendo con movimientos como Fridays For Future o Extinction Rebellion. Pero, "vivimos una carrera: ¿puede la concienciación crecer a la velocidad que necesitamos?", alerta. Aunque reconoce que "el clima es cada vez una prioridad mayor para muchos votantes en muchos países del mundo".
Una innacción frustrante
El problema está, según Kalmus, en la mayoría de la gente no entiende la gravedad de la crisis climática que ya estamos viviendo. "Se nota sobre todo en aquellos que dicen que nos encontramos en una 'nueva normalidad' climática", apunta. "La gente dice que este es el año más caluroso, pero probablemente sea el más frío para el resto de la vida de muchos de nosotros", dice. "Es lo que hay, sí, pero el cambio climático no es ninguna 'nueva normalidad'".
Porque, de considerarlo como tal, explica este científico, "es como si dijésemos que sólo vendrá acompañado de unas temperaturas un poco más altas". Pero, alerta, esa no es la realidad, que es mucho más compleja. Kalmus, con la ciencia en la mano, es incapaz de mostrarse optimista: "La situación no hará más que empeorar cada año hasta que abandonemos por completo la industria de los combustibles fósiles, que es la primera causante de las emisiones de gases de efecto invernadero".
Y añade: "Necesitamos hacer otras muchas cosas, pero en el centro de todas las medidas está el poner fin, lo más rápido posible, a la industria fósil y, como consecuencia, alejarnos de este modelo económico de crecimiento exponencial de consumir más, hacer que la economía crezca y desarrollar más y construir más cosas hasta la saciedad".
Los desarrollos científicos y tecnológicos, asegura Kalmus, no están aún tan avanzados como para que "podamos seguir consumiento de manera masiva y produciendo y creciendo sin límite, no hay una fuente de energía que nos permita hacerlo sin perjudicar al planeta, que es nuestro hogar".
Ahora mismo, recuerda, la emergencia climática es una crisis de tal envergadura que "tenemos que actuar mucho más rápido que simplemente usar menos energía: necesitamos decrecer y repensar cómo nos organizamos económicamente en el planeta". Kalmus lamenta, además, que prácticamente no se hayan discutido estos temas, ni a nivel político ni diplomático. Porque, asegura "no hablo sólo de ser más eficientes energéticamente, sino, literalmente, de utilizar menos energía y aceptar que tenemos que cambiar a un modo de emergencia, y eso implica dejar de hacer muchas cosas de las que hacemos ahora".
"La gente dice que este es el año más caluroso, pero probablemente sea el más frío para el resto de la vida de muchos de nosotros"
El problema radica, para Kalmus, en que como sociedad nos "falta imaginación", pues "muchos son incapaces de imaginar un mundo diferente a como se han venido haciendo las cosas en las últimas décadas".
Pregunta: Falta imaginación, pero la emergencia climática ya está aquí.
Respuesta: Cada vez hay más olas de calor, inundaciones, incendios, subidas de los precios de alimentos básicos y refugiados climáticos huyendo. Todo está ocurriendo mucho antes de lo que predijimos. Está ocurriendo mucho más rápido de lo que nadie había pensado.
P.: ¿Conseguir una descarbonización parcial del mundo, como se está acordando en las cumbres del clima, para 2050 será suficiente?
R.: No hay un tiempo límite seguro. Es decir, ya no vale eso de "todo estará bien si llegamos a las cero emisiones en 2050". Más bien, lo que ocurre es que cada día que retrasamos los cambios, cada kilogramo de CO₂ que emitimos a la atmósfera, hace que la situación sea un poco peor. Y la gente ya está muriendo por las consecuencias del cambio climático, especialmente en el sur global.
P.: ¿Cuáles cree que deberían ser los primeros pasos para reducir los impactos del cambio climático?
R.: Reconocer que las cosas están bastante mal, y que van a ir peor muy rápido. Ese es el primer paso. Porque reconocerlo significa que tienes que atajar el problema de raíz, y la raíz del problema es la industria de los combustibles fósiles. Aunque los seres humanos no estemos respondiendo todo lo rápido que se necesita, es a lo que nos enfrentamos.
P.: ¿Y después?
R.: Yo apuesto por elegir un momento en el futuro cercano en el que nos tendremos que adaptar como sociedad, y adaptar nuestras normas culturales, a los impactos del cambio climático. Podemos reevaluar el objetivo cada cierto tiempo, pero es necesario tenerlo para poder planificarnos. Por ejemplo, podemos decir que necesitamos descarbonizarnos por completo para 2030 y a partir de ahí, trabajar hacia atrás, es decir, en seis meses deberíamos haber conseguido equis, esto otro para 2023, para 2024 esa otra meta… y así ir reevaluando, cuando esas fechas lleguen, cómo ir adaptándonos. Porque la voluntad política y cultural irán cambiando a la par que más y más gente entre en pánico porque los impactos climáticos sean cada vez peores.
P.: Y cuándo los cambios políticos y culturales de los que habla se den, ¿entonces, qué?
R.: Cuando se consiga, entonces todo caerá por su propio peso y todo cobrará sentido. Si realmente quieres salvar lo que aún se puede salvar y descarbonizar el planeta, una de las primeras cosas que tendrías que hacer es, gradualmente, pero rápidamente, eliminar la aviación comercial. Ese tipo de industrias tendrás que desaparecer, simplemente porque no son esenciales para mantener a la gente con vida, como no lo son todas las relacionadas con el lujo, que dependen fuertemente de los combustibles fósiles, por cierto.
P.: Suena utópico o, más bien, un tanto distópico.
R.: El problema está en que los humanos estamos tan absorvidos por ese deseo de poder, de lujo y de confort, de riquezas… que nos hemos convencido a nosotros mismos –sobre todo los más ricos, los ultrarricos– de que esas personas poderos que tienen todas esas cosas que son mil veces más de las que tiene un humano medio en el planeta, de alguna manera siguen siendo parte de la solución. Que se pueden mantener determinados trenes de vida sin dañar al planeta. Y ese proceso de racionalización hace que se luche para prevenir el tipo de acción que realmente necesita el planeta.
Para Kalmus, la única manera de conseguir los cambios que el planeta necesita para seguir albergando vida en los próximos siglos es a través de un movimiento ecologista mainstream, que se aleje de los estereotipos de "hippies y amantes de la naturaleza". Porque, reitera, "esto es una carrera: cada año perdemos un poco más".
Y concluye: "Cada vez hay más olas de calor, más hectáreas de bosque se queman, más corales mueren, los glaciares se derriten, las condiciones para la agricultura empeoran… Es complicado ser optimista, pero lo rápido que consiga crecer el movimiento climático determinará hasta qué punto seremos capaces de salvar los sistemas de soporte vital del planeta. Es así de simple".