Tras la gran crisis económica y financiera del 2008, Katharina Pistor (Friburgo de Brisgovia, 1963) decidió poner en marcha un grupo interdisciplinar de investigadores –sociólogos, economistas, politólogos y abogados– para estudiar una idea que, asegura, le "estuvo rondando" desde que, en otoño de 2007, "el sistema financiero global empezó a deslizarse hacia el abismo".
Su investigación se plasma ahora en El código del capital: Cómo la ley crea riqueza y desigualdad (Capitán Swing, 2022), una obra en la que esta académica y escritora, que cuenta con numerosas publicaciones en revistas científicas, intenta averiguar por qué "las teorías existentes no nos ayudaron a entender la crisis".
Pistor, que desde 2001 es profesora de Derecho en la Columbia Law School y directora del Centro de Transformación Legal Global de la Universidad de Columbia, recibe a ENCLAVE ODS desde su despacho en Nueva York para intentar resumirnos, en una breve conversación de media hora, la más de una década de investigación que ahora publica.
"El cambio climático nos forzará a pensar en pérdidas colectivas, algo para lo que el capitalismo no está preparado"
"No creo que vayamos a ser capaces nunca de predecir cuándo habrá una crisis, pero al menos sí el porqué", asegura. Por eso, cuenta, "nos pusimos a estudiar la estructura del sistema financiero tal y como había evolucionado hasta 2008". Fue entonces, aclara, cuando ella y sus investigadores se encontraron con la ahora conocida como "banca en la sombra". Todo un sistema bancario paralelo, explica, que había ido apareciendo a lo largo de la historia reciente.
"Cuando desenmarañas ese sistema bancario en la sombra y las prácticas en las que está involucrado, te encuentras con instituciones clave del derecho privado relacionadas con la ley de la propiedad, las obligaciones de deuda garantizada, los fideicomisos, o las bancarrotas". Para un abogado, asegura, se tratan de instituciones legales tradicionales. Sin embargo, esconden un secreto a voces: "Han sido configuradas a la vez que este sistema bancario en la sombra".
El código del capital, por tanto, intenta lanzar un poco de luz sobre cómo todas esas instituciones sombrías han ayudado a que el capitalismo haya generado riqueza, pero también mucha desigualdad. "Cuando investigas un poco sobre la legislación existente en materia económica y las instituciones que la apoyan, ves que ya en el siglo XVI y XVII los abogados creaban mecanismos que permitían a los dueños de tierras acumular riqueza y crear fondos fiduciarios", recuerda.
Pregunta: Entonces, ¿se podría decir que, en cierto modo, fueron los abogados los que crearon el capitalismo?
Respuesta: Yo me lo imagino como un código informático o un código genético. Cuando miras a una persona, no ves su ADN, pero está en cada célula. Así es como debemos pensar en ello, como el código que hace que todo se mueva. Cuando lo observas desde fuera, no se ve con tanta obviedad; por eso, lo que intento en el libro es explicar el vientre del sistema capitalista.
P.: Los abogados serían sus entrañas…
R.: Más bien es como si levantase el capó de un coche y mirase su motor. Ahí está el capitalismo y la ley.
P.: Pero, ¿cómo hacen que el capital se convierta en fuente de desigualdad?
R.: Sencillo, haciendo que estas instituciones sean accesibles sólo para algunos y no para todos. Así es como se generan las desigualdades. Sólo hay que mirar cuán fácil es acceder a ellas, cuánto tienes que pagar por un abogado, si merece la pena tan siquiera intentarlo… Algunos pueden decir que, en teoría, cualquier persona puede acceder a estas instituciones legales del capital: yo podría poner mi dinero en un fondo, pero en realidad sólo merece la pena si tienes un par de millones, si no te va a costar demasiado un abogado para hacerlo.
Eso sí, Pistor hace hincapié en un detalle sumamente importante para ella: "No puedes tener capital sin leyes. Incluso si dices, como hacen muchos economistas, que el capital y la mano de obra son los dos factores de la producción. Porque, bien, hay máquinas, tierras… pero ¿quién es su dueño? ¿Qué se puede hacer con ello? Todo está regulado por la ley".
Por tanto, asegura, "el capital es la condición necesaria para que estas instituciones legales existan, y viceversa". Y es que, dice, lo que convierte al capital en el motor que hace girar el mundo es la ley. "Pero no sólo en forma de contrato; el Estado y sus poderes avalan al capital", insiste.
Pregunta: ¿Es posible reimaginar los códigos, la legislación, para que el capital deje de producir desigualdades?
Respuesta: Sólo si intentas cambiar el alcance de las normativas para aquellos que se benefician de ellas. Porque el mayor problema al que nos enfrentamos es que el sistema que hemos creado amenaza la democracia, y nuestra habilidad a autogobernarnos, especialmente en lo que se refiere a estructuras globales. Pero cuando se intenta restringir el poder del, siempre vuelve e intenta empujar. Para restringirlo se utiliza la legislación vigente y, por tanto, no dejas de estar usando las mismas normas del código del capital para modificarlo. Llevamos siglos jugando a este juego, pero en las últimas dos décadas la partida es todavía más agresiva.
P.: ¿Qué propone entonces?
R.: Lo que sugiero al final del libro es animar a otros a utilizar el código del capital para sus propios fines. Y hay espacio para ello, pero tenemos que pensar en nuevas maneras de establecer empresas, por ejemplo. Aunque, claro, debido a la ubicación de los recursos y el poder de los abogados, cualquier intento de cambio no transformará el sistema. Temo que sólo sucederá cuando lleguemos a un estadio en el que suframos una crisis tan severa como la de 1930. Sólo así reimaginaremos el sistema a una escala lo suficientemente grande.
"Podríamos haber aprovechado la crisis para precipitar un cambio"
Hace referencia, en este momento, al intento de reestructuración del sistema económico mundial que se produjo después de la Segunda Guerra Mundial y que, alerta, "sólo nos llevó 40 años destruirlo". Y advierte: "Hay una lógica en el sistema que hace que siempre vuelva". Por tanto, asegura, es necesaria "una vigilancia política enorme" para crear alternativas más respetuosas con el medio ambiente y que sean más sostenibles tanto a nivel ecológico como social o económico.
Hacia un sistema ¿sostenible?
Pregunta: La pandemia, la emergencia climática, la digitalización y la robotización… ¿estamos al borde de esa transformación que lo cambiará todo?
Respuesta: Una quiere esperarlo, pero la covid es un ejemplo interesante. Podríamos haber aprovechado la crisis para precipitar un cambio.
P.: Pero no lo hicimos.
R.: Durante el primer año demostramos que los Gobiernos pueden asumir el control, proveer, ayudar a que la gente no sea deshauciada, que no tengan que cerrar sus negocios para siempre, que puedan tener ingresos incluso sin trabajo. También fuimos capaces de desarrollar vacunas gracias a subsidios e inversiones gubernamentales, pero luego les dimos las patantes a las compañías y les permitimos crear monopolios que determinen las condiciones por las que venderlas. Entramos una vez más en el juego de cómo el capitalismo usa la ley en su beneficio, por ejemplo con la propiedad intelectual y las patentes.
Pistor afirma que nos encontramos ante "el mismo patrón una y otra vez". Y recuerda que ya pasara algo similar en la recesión de 2008: "Con ninguna de las dos últimas crisis se ha repensado el sistema en sí, y eso sólo demuestra lo arraigado que está en la política".
Ahora, reconoce, le preocupa sobremanera que "las señales de alerta" relacionadas con la emergencia climática "no han sido lo suficientemente potentes como para propiciar un cambio real".
"La Unión Europea declarando que el gas es verde es un chiste"
La alemana aprovecha el momento para hacer una crítica a la manera en que muchos están entendiendo el concepto de sostenibilidad. "Si piensas por un momento en lo que está ocurriendo en todo lo relacionado con los ODS, las etiquetas verdes, etc., la mayoría es falso, hay mucho greenwashing y muy poco cambio genuino para alejarnos del gas y el petróleo".
Con una sonrisa que deja entrever el hastío, Pistor asevera que "la Unión Europea declarando que el gas es verde es un chiste". Y añade: "Sabemos que nos quedamos sin tiempo, porque estamos viviendo a diario todos estos desastres que, por desgracia, son lo suficientemente dispersos como para que aún no hayan despertado la acción colectiva".
Esta experta en Derecho reconoce que "algo que ayuda a tener democracias relativamente estables es la idea de que el futuro será mejor". Sin embargo, cada vez está menos claro que el mañana sea más próspero que el hoy o el ayer. "A los humanos se nos da fatal eso de pensar en las pérdidas a futuro, aunque el cambio climático nos va a forzar a pensar en pérdidas colectivas, algo para lo que el capitalismo no está preparado".
Y lo explica: "El capitalismo se trata de expandirse y crecer, no de afrontar pérdidas comunes. Más bien todo lo contrario, va de pasárselas a otro que no tiene capacidad de quejarse". Ese, asegura Pistor, "es el dilema fundamental" del sistema en el que vivimos.
Eso sí, reconoce que no podemos olvidar que en las últimas décadas muchas personas dejaron de vivir en la pobreza. Sin embargo, las desigualdades siguen siendo descomunales. Y añade: "Los países en los que más se redujeron fue en China e India, y ninguno de los dos siguieron un código del capital puro".
Las historias más exitosas, recuerda Pistor, "son aquellas que, como Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, desarrollan sistemas híbridos que combinan capital y control estatal para compartir los beneficios".
Porque, concluye, ya se ha probado que los mercados no nos van a beneficiar a todos: "La idea de que los mercados serían eficientes para permitirnos acceder a los recursos por igual y que no deberíamos preocuparnos por la desigualdad o de que había que convertir a unos pocos en ultrarricos y que otros se beneficiasen de ese proceso, no ha resultado".