Navegante, aventurero y naturalista. La vida de Tristan Gooley (Reino Unido, 1973) bien podría ser la del protagonista de una novela de Julio Verne. Por extraño que pueda sonar, ha capitaneado un renacimiento en el arte de orientarse y moverse en la naturaleza.
Gooley es experto en liderar expediciones a los cinco continentes, escalar las montañas más altas –como el Kilimanjaro–, saltar en paracaídas desde edificios en Australia y, sobre todo, orientarse por tierra y mar, como lo hacen las tribus de las regiones más remotas. Pero sus hazañas van más allá: este británico también es la única persona viva que ha cruzado el Atlántico dos veces en solitario, una en barco y otra en avión.
Sin embargo, reconoce que esas travesías no han sido la parte más dura o extenuante de su trabajo. "Era emocionante y daba un poco de miedo en ocasiones, pero no era tan duro como uno pudiese pensar", cuenta. A pesar de encontrarse a cientos de kilómetros y de estar hablando a través de una pantalla, el entusiasmo llena sus recuerdos al explicar cómo fue aquello de "echarse a la mar".
"Lo más duro de todo el proceso fueron los siete años de preparación", asegura. Y matiza: "Yo no era el mismo cuando empecé a organizarlo que cuando llevé a cabo la travesía: me convertí en esposo y padre en ese tiempo, en un ser humano totalmente diferente".
La paternidad ha cambiado la vida de Gooley, pero reconoce que es una gran aventura en sí. Eso sí, él mismo ni siquiera considera un aventurero: "Siempre me he centrado más en la parte intelectual de ser explorador, porque cuando navegas tienes que hacer mucho trabajo mental, estudiarte los mapas, diseñar rutas…", explica. Y sentencia: "No te conviertes en navegante corriendo riesgos".
Pronto Gooley empezó a darse cuenta de que disfrutaba más de los pequeños viajes, en los que "estás en contacto con la naturaleza", que de las grandes expediciones. Aunque, sea como fuere, reconoce que no se ve a sí mismo como una persona "valiente", sino más bien como alguien que "resuelve puzles". "En ese sentido, soy más como Sherlock Holmes; no soy una yonqui de la adrenalina", confiesa.
El escritor navegante
Gooley lleva toda la vida dedicándose a la navegación, ya fuese como profesión o, durante dos décadas antes de profesionalizarse, como afición. "Algunas personas cocinan, otras tocan el piano, a otras les encantan los deportes, y a mí me apasiona navegar", reconoce. Y admite que lo compagina con su otra pasión: la escritura.
Ahora, publica El mundo secreto del clima (Ático de los libros, 2022), un texto en el que explica las claves para "leer las nubes, la brisa, las colinas, las calles, las plantas, los animales y el rocío". Es decir, para hacer eso que mejor se le da: usar "pistas naturales para moverse o navegar".
Y es que durante mucho tiempo –incluso demasiado–, Gooley era la única persona del mundo que utilizaba las "pequeñas pistas que nos deja la naturaleza" para guiar su camino. "Pensaba que era un poco raro o inusual, pero no está mal ser raro, la verdad", admite.
Por eso, empezó a escribir libros sobre cómo leer el agua, cómo guiarse en el camino o, como en su última publicación, cómo entender el clima. Aunque antes de compartir su conocimiento con el mundo, lo hizo con sus propios amigos: "Recuerdo un día que estábamos en la playa y empecé a explicarles dónde estaba el norte y cómo se puede saber sólo mirando las estrellas. Pensé que me dirían que era una tontería, pero no, todo lo contrario".
Una "actividad humana básica"
Gooley cuenta que fue el interés de sus amigos el que hizo que, en 2008, crease una escuela de navegación natural, The Natural Navigator, donde enseña las habilidades necesarias para ser como él. Así, poco a poco, empezó a llegar a más gente, hasta que decidió volcar todo su conocimiento en libros. "Me di cuenta de que sólo así podría conectar con decenas de miles de personas a las que les interesase la navegación natural", confiesa.
Pregunta: El mundo secreto del clima recoge una serie de habilidades y destrezas que muchos desconocen, pero que son muy útiles en realidad.
Respuesta: Mi trabajo tiene mucho de recordarle a la gente que la navegación es una actividad humana básica. Es tan importante como comer. ¿Cuántos libros y programas de la tele hay sobre gastronomía? Pero los seres humanos también navegamos, en el sentido de que nos pasamos el día moviéndonos. Hay un número de cosas que todos y cada uno de nosotros hacemos al día: dormir, levantarnos, tomar café, ducharnos, ir al trabajo, ir al parque… para llegar a todos esos lugares es necesaria la navegación, en el sentido de que nos tenemos que guiar para llegar a nuestro destino.
Gooley reconoce que, a fin de cuentas, lo que hacemos en nuestro día a día es "mapear nuestro mundo, nuestra rutina". Por tanto, la navegación no es sólo "cosa de ese 1% que se echa a la mar". Su trabajo, reconoce el explorador, es decirle a la gente que "a no ser que vivas en una habitación a oscuras, eres navegante".
Por eso, asegura, para él lo más importante es que los lectores sean capaces de adquirir habilidades básicas y necesarias después de leer su libro. "Para mí, lo más importante es que una persona se lea un capítulo y diga: 'Me ha entretenido, y además ahora sé cómo interpretar el viento, las nubes o la lluvia'", dice.
Porque, reconoce, "hemos olvidado cómo sentir la naturaleza". La desconexión es cada vez mayor, de ahí la importancia de "leer las señales" de nuestro entorno para volver a comunicarnos con los ecosistemas con los que nos relacionamos.