Dejar Madrid e irte a vivir a las Maldivas: "Cuando lo tienes todo, no está permitido ser infeliz"
Ana Hernández Sarriá decidió irse a vivir a este paraíso, donde ha encontrado su hogar, ha escrito una novela, ha montado una agencia y ha liderado una iniciativa de reciclaje.
23 junio, 2022 02:41Los chalecos amarillos en Francia, las protestas masivas en Hong Kong, el incendio de la Catedral de Notre Dame en París, la muerte de Abu Bakr al Bagdadi… Corría el año 2019. Mientras todo esto sucedía, Ana Hernández Sarriá vivía en Madrid y trabajaba en una oficina para una firma de lujo. Pero no era feliz; algo en su interior le decía que necesitaba un cambio. “Tenía una relación estable, estaba en un momento económico estable y, de repente, contra todo pronóstico, no era feliz”, recuerda.
Para su entorno era muy difícil de entender. “Fue un poco difícil de explicar, porque cuando lo tienes todo, no está permitido ser infeliz. Parece que tiene que pasar una desgracia en tu vida para poder decir que no eres feliz”, confiesa.
Y entonces, se fue de vacaciones a las Maldivas para encontrarse y acabó convirtiéndose en la experiencia de su vida. Hasta entonces, sólo había conocido un ritmo de vida acelerado. Había estudiado diseño de moda y había vivido durante ocho años en la siempre abarrotada Nueva York. Luego, volvió a Madrid para estar más cerca de los suyos.
“De repente, en una semana tranquila en una isla donde no pasaba absolutamente nada, fui feliz y decidí dejarlo todo e irme a vivir allí”, asegura. La pequeña isla en donde estuvo, Maafushi, es donde acabó viendo la luz y donde visualizó su nuevo hogar. El intenso azul que coloreaba los mares de este paraíso le habían cautivado hasta lo más profundo. “Dejé el trabajo, dejé la relación, dejé la casa, dejé todo y me planté ahí y empecé a escribir una novela”, admite.
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Sus padres fueron muy comprensivos, aunque se vieron sorprendidos. “He tenido la suerte de que mis padres han sido la bomba y siempre me han apoyado en todas las decisiones, aunque alucinaban un poco porque, al final, son gente clásica de aquí, de toda la vida”, señala. Y añade: “Me dijeron: si eso es lo que tú quieres y crees que te va a hacer feliz, pues adelante”.
Pero llegó 2020 y, con él, una pandemia que dejó completamente paralizado al mundo. Sin embargo, no cejó en su empeño. Siguió escribiendo y, de su pluma y papel, surgió Entre Azules (La esfera de los libros, 2021). Esta novela, basada en su nuevo hogar, Maafushi, tiene por protagonista a Federica, una joven escritora en busca inspiración, que encuentra la felicidad y el amor en la pequeña isla de tan sólo un kilómetro de largo.
En 2021, cuando estaba a punto de publicarse el libro, ocurrió lo más inesperado, lo más triste. Su madre falleció por covid y volvió a sumergirse en un mar de dudas. “Estuve a punto de no publicar porque estaba en una crisis, no sabía muy bien qué hacer porque mi pilar más grande se había ido y estaba otra vez perdida”, recuerda.
A pesar del duro golpe, en ese mismo verano, su vida volvió a los raíles. Una amiga suya y lectora de su novela, Marta, quiso conocer de primera mano la isla en la que estaba inspirada la novela y se le ocurrió una idea brillante. “Me dijo: ¿Por qué no organizas un viaje a través de los escenarios de la novela, conociendo los personajes? Seguro que mucha gente se anima. Yo al principio pensaba que era una locura, que nadie se iba a animar”.
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Al final, acabó por convencerla. Lo puso en Instagram: “Chicas, estoy organizando un viaje para vivir lo que vivió Federica, conocer la cultura de la mano de la gente local”. El éxito fue inmediato. De la noche a la mañana, ya tenía las primeras 16 plazas vendidas. Publicó un segundo viaje y también se vendió al instante.
El primer viaje se hizo en octubre de 2021 y no ha parado desde entonces. Ahora tiene la agenda completamente llena hasta diciembre. Tal acogida le ha llevado a montar su propia empresa junto con otra española y diez maldivos: Entre Azules Private Limited, en colaboración con ShadowPalm Tours.
Un paraíso por descubrir
Entre Azules fue revelador para muchos lectores. Casi todo el mundo sólo conoce las Maldivas de los resorts, de las míticas cabañas ubicadas en un mar infinito. "Hasta hace pocos años, el único turismo que recibía el país era ese, pero yo siempre digo que eso no es conocer las Maldivas”. Para Hernández, el archipiélago es mucho más que eso. “Realmente conoces el país cuando vas a una isla local musulmana y conoces cómo vive la gente ahí, la cultura, la religión”, señala.
Las primeras islas locales maldivas se abrieron hace más bien poco para el turismo. Precisamente, Maafushi, donde vive Hernández, fue la primera que abrió sus puertas a los turistas hace una década. “Al principio no había ni playas donde te pudieras bañar en bikini, pero hace unos años adaptaron una a la que han llamado Bikini Beach”.
Maafushi es bastante abierta en comparación con otras islas. “Aquí puedes ir en vaqueros y tirantes y no te miran mal, pero cuando vas a una isla que aún no se ha abierto al turismo, te miran mal, te regañan y te llaman la atención”, advierte.
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Aunque pocas personas lo saben, Maldivas es un país mayoritariamente musulmán y uno de los lugares donde se aplica la sharia (ley islámica) de forma más estricta del mundo. “Siguen las reglas de la religión a rajatabla y tienen muchas cosas estrictas como la vestimenta de las mujeres. En las islas locales, las mujeres aún van con burka”.
No obstante, para Hernández, los elementos positivos superan ampliamente a los negativos. “Es un país que se está adaptando mucho y tiene unas cosas increíbles, especialmente para mí, que es el mar. Aquí puedes encontrar las criaturas más bonitas del océano y disfrutar de un montón de cosas buenas entre azules”.
El primer país en desaparecer
Maldivas, debido a su escasa altura, podría ser el primer país en desaparecer debido al aumento del nivel del mar a causa del cambio climático. Y podría pasar antes de que termine el siglo. Pero, por el momento, según nos cuenta Hernández, los maldivos no están concienciados de este problema.
“En los viajes siempre enseño a la gente a cuidar el mar, a entenderlo y a respetarlo. También se lo enseño a los maldivos, pero la gente local no se lo cree, piensan que es algo que se han inventado los europeos para llamar la atención”, señala. Y sentencia: “En cuatro años han muerto la mitad de las barreras de coral que hay cerca de mi isla y ahora lo han empezado a ver”.
Por fortuna, las nuevas generaciones están cada vez más concienciadas. “Los jóvenes se están dando cuenta, porque donde antes se podían ver 60 tortugas, ahora sólo hay una”. A las generaciones más mayores, sin embargo, les está costando más: “Yo he visto a gente mayor coger una bolsa de basura, poner piedras y tirarla al mar para que se hunda. No lo cuidan porque para ellos es infinito”.
Un proyecto de reciclaje
No fue hasta hace un año cuando se comenzaron a llevar a cabo iniciativas que cuidan de un recurso, el mar, que lo es todo para los maldivos. “Al final, viven del turismo”, recuerda Hernández. Uno de esos proyectos se basa en el reciclaje de plástico. Hasta hace poco, era inexistente. Pero la realidad es que el plástico se está comiendo este paraíso situado en el océano Índico. Incluso se ha creado una isla artificial, Thilafushi, donde llegan más 1.000 toneladas de residuos al día.
“Cuando llegué por primera vez, separé mi basura en diferentes bolsas y cuando lo llevé al basurero, me lo cogieron y lo metieron todo en la misma. Tienen una red puesta en el mar donde todo el mundo tira la basura y por la noche se quema. Y alrededor de la verja está lleno de rayas y tiburones nodriza que se comen los desperdicios y acaban enfermando”, cuenta.
Horrorizada, decidió crear una iniciativa en colaboración con la empresa Parley. A través de la instalación de una bolsa gigante, la gente puede ir tirando el plástico. Cuando se llena, un barco se lo lleva a una planta de reciclaje, casi siempre en Sri Lanka.
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El gran problema es que no existe ninguna planta de reciclaje en todo el país. “Nuestro objetivo es que el Gobierno nos escuche y empiece a gestionar los residuos reciclables”. Aunque la mejor opción para Hernández sería prohibir el plástico, como han hecho otros países asiáticos: “Si no entra plástico, no tienes que preocuparte por él”.
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Aun así, la madrileña prefiere ver el lado positivo y anima a los turistas a visitar las islas locales en vez de los resorts. “En los resorts solamente vas a tumbarte y a tomar mojitos, pero en las islas vas a conocer el mar y creo que este enfoque es muy importante porque está logrando que los locales estén empezando a valorar más a los animales vivos que a los muertos”, señala.
Y concluye: “Este turismo es una nueva manera de viajar, con la que apoyas una causa tan importante como es cuidar el planeta y apoyas los negocios y hogares, que son los que están intentando cambiar el país”.