Casi nadie pone en duda que las reclamaciones del movimiento feminista están más que asentadas y a nadie le sorprende la petición de igualdad entre las mujeres y los hombres. Sin embargo, aunque se dé por hecho, nunca viene mal recordarlo. Y sobre todo, que se normalice desde una edad muy temprana.
Ese es precisamente el objetivo de Niñas y niños feministas (NubeOcho, 2022), un libro infantil que habla sobre todo aquello que es tan normal, pero que a veces se olvida: los sueños profesionales, el corte de pelo o la vestimenta. Todos estos aspectos cotidianos son abordados en el libro.
Gustavo Ariel Rosemffet 'Gusti' (Buenos Aires, 1963) es la mente que ha plasmado gráficamente la idea de los escritores Blanca Lacasa y Luis Amavisca. De su mano ha salido esta obra tan añorable y quizás pedagógica, aunque prefiere definirlo como un libro que pretende generar un "espacio de reflexión y debate".
El ilustrador argentino, afincado en Europa desde 1985, tuvo inquietudes artísticas desde pequeño. Empezó trabajando en la animación, pero pronto se dio cuenta de que le gustaba más la parte creativa. Y cuando se vino a España, con 22 años, empezó a crear personajes, a inventar historias y a hacer libros.
Entre ellos, muchos dedicados al público infantil, un trabajo que le ha valido para ser distinguido con diversos galardones como el Premio Nacional de Ilustración o el Premio Lazarillo. Tiene claro la razón por la que le encanta este mundo: “Tengo un espíritu bastante infantil”, señala.
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¿Cómo surgió la idea de crear este libro?
La idea le surgió a los escritores Blanca y Luis, que también es el editor. Querían hacer un libro sobre niños y niñas feministas. En un principio iban a ser dos libros, pero luego charlamos bastante, hicimos un ping-pong de ideas, porque es un tema que hay que tratarlo con mucha fluidez, con mucha naturalidad. Al final se decidió hacer un libro en vez de dos, cosa que me parece bastante acertada.
Fue un trabajo de ir ilustrando e ir viendo hasta darse cuenta de que en realidad son todo cosas que forman parte de lo que es una sociedad con sentido común, de cómo tendrían que ser las cosas de forma natural. Todavía tenemos algunas cosas que aprender.
¿Cómo se planteó el lenguaje visual del cuento para que fuese pedagógico?
No creo que la idea haya sido hacer algo pedagógico, sino simplemente hablar de estos temas con ideas bastante simples, de temas cotidianos. No obstante, depende del enfoque que se le quiera dar, aunque la pedagogía está ahí.
¿Cómo fue el proceso creativo?
Hago un montón de dibujos. En este caso a plumilla con tinta china y con lápices de colores. Con elementos muy al alcance de todos. Dibujo directamente sobre el papel y después lo escaneo. Ahí es donde veo un poco cómo ha quedado la ilustración.
Al principio lo enfoqué para niños más grandes y después, a medida que íbamos trabajando, encontramos el tipo de ilustración que queríamos: que no fuera ni para muy grandes ni para muy pequeños, sino que fuera adaptable para todos. Incorporé muchos colores, mucha diversidad, mucha frescura. Buscando más que nada el espíritu de los niños. No es algo fácil de hacer, pero creo que se consiguió.
Usted que trabaja con colores, ¿por qué existen colores de niños y colores de niñas?
Yo no creo eso. Justamente el libro viene a poner esto sobre la mesa. ¿Quién dice que el rosa tiene que ser de niñas? Sin embargo, este tema está en el aire y a veces hay que darle un repasito. Para mí, los colores representan toda la diversidad, toda la inclusión.
Cuando hablo con los niños o los grandes les digo que tengan un diálogo con los colores. No están ahí simplemente al servicio nuestro, sino que tenemos que preguntar: ‘oye, ¿te gusta ir así?, ¿mezclarte con otros colores?’. Usar todos los colores es una metáfora de la inclusión.
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¿Por qué cuesta tanto cambiar esa percepción?
Es algo que está arraigado desde hace muchísimo tiempo, pero están cambiando las cosas. Lo que pasa es que no todo el mundo tiene los mismos tiempos para adaptarse a los cambios, pero es un tema que está ahí. A veces se dan grandes pasos hacia adelante, otras se retrocede un poquito, vuelve otra vez y hay que afinar.
El libro sirve para que estas cosas no se queden calladas. No es una moraleja para aprender sobre esto, sino que simplemente genera un par de situaciones con personajes diversos. Y esto te puede hacer ver: ‘Ah, pues eso pasa en mi casa o en mi colegio y yo hago lo otro’. Se genera un punto de reflexión que es interesante.
¿Cuál es el objetivo del libro?
Es un buen libro para trabajar en familia, en el colegio o en grupo porque a partir de una pequeña situación genera un diálogo. En este sentido, este libro ayuda bastante y, sobre todo, a los padres para hacer este tipo de reflexión. Al principio, cuando me lo propusieron, fui a saco con la reivindicación, pero al final nos planteamos cómo contar qué representa el feminismo para unos niños de siete u ocho años.
Es decir, cómo hablamos de estos temas sin caer en tópicos o hacer abanderamiento de algo, sino simplemente hablarlo. Encontramos el punto que lo llevaba todo de una forma natural y deja un espacio abierto para que se generen esos debates y reflexiones que hacen que piensen y se posicionen.
¿Por qué es importante que los niños y las niñas sean feministas?
Hay ciertos temas que son tabú. Cuando en realidad sería ideal hablarlos. En todos los sentidos: las diferencias, los gustos, las costumbres… El libro es bastante completo en cuanto a las diferentes posibilidades de trabajar. Le da bastante voz al niño. Por ese lado, estoy contento con el resultado.