La invasión rusa de Ucrania ha vuelto a poner sobre la mesa uno de los crímenes de guerra con más impunidad que existe: las violaciones como arma en los conflictos. Y de eso, por desgracia, saben mucho las mujeres de República Democrática del Congo (RDC), especialmente en la región de Kivu del sur.
20 años después del fin de un conflicto que parecía no tener fin, la violencia sigue asolando el país subsahariano, y se ceba con especial crudeza con las mujeres. Como recoge Médicos Sin Fronteras en un informe de 2020, solo ese año la oenegé atedió a 30 mujeres diarias supervivientes de violencia sexual. Esto, afirma la organización humanitaria, es “solo la punta del iceberg”.
Yvette Mushigo (Kivu del sur, 1977) lleva toda una vida luchando por visibilizar la impunidad de estas agresiones y ayudando a las mujeres a sanar, recuperar sus vidas, empoderarse y reivindicar un proceso de paz en RDC que las incluya a ellas. Esta jurista, experta en justicia de género y Agenda Mujer, Paz y Seguridad visitó España a principios de verano para participar en el ciclo Conflictos armados y escenarios de tensión celebrado en la La Casa Encendida de Madrid.
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Aprovechando esa cita, charló con ENCLAVE ODS de cómo las mujeres marcan la diferencia cuando su voz se alza para demandar justicia y paz tras años de una guerra civil tan cruenta como la de República Democrática del Congo. Y es que este conflicto, reavivado en las regiones de Kasai, Tanganyika, Ituri y Kivu, es uno de los que más personas refugiadas y desplazadas ha dejado, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El camino de la paz
Las mujeres, dice la también secretaria general de Synergie des Femmes pour la Paix et la Réconciliation (SPR), una red de organizaciones de DD.HH. de Ruanda, Burundi y RDC, son un elemento esencial para que los procesos de paz llegue a buen puerto. En el caso de su país de origen, República Democrática de Congo, a pesar de que la violencia sigue siendo parte del día a día en el este del país, explica que las mujeres jugaron –y siguen haciéndolo– un papel crucial en los diálogos intercongoleños de Pretoria (Sudáfrica).
En 2002, cuando comenzaron los diálogos de paz, Mushigo cuenta que Congo estaba dividido entre en el este y el oeste y los políticos no eran capaces de ponerse de acuerdo. “Las mujeres se habían movilizado con el apoyo de la comunidad internacional para estar presentes en los diálogos, pero lo único que habían conseguido era que dos de ellas estuvieran en las negociaciones”, asegura.
“Era imposible llegar a un consenso para parar la guerra”, continúa Mushigo. Por eso, recuerda, “las mujeres decidieron cerrar las puertas del lugar donde se estaban produciendo las conversaciones y comunicarse con las dos compañeras que había dentro”.
Así, obligaron a los hombres a permanecer en la sala hasta que llegasen a un acuerdo. Las dos mujeres que participaban activamente en las conversaciones de paz fueron las encargaron de que las partes se sentaran: “Iban de habitación en habitación, hablando con todos. Al final lo que consiguieron fue que se encontrase una primera fórmula para la paz”, afirma la congoleña.
Mushigo insiste en que hay que tener en cuenta que el país estaba dividido y, por tanto, las mujeres del este y del oeste tampoco hablaban. Pero, a pesar de esa división, con la ayuda de comunidad internacional, en 2002 “las mujeres de este y oeste sí hablaron y se pusieron de acuerdo con las que estaban dentro”, remarca.
La jurista hace especial hincapié en que la paz fue “una acción de las mujeres, que dejaron atrás las tensiones políticas que los hombres tenían”. Al final de ese proceso, nació la primera fórmula democrática de República Democrática del Congo –el consenso cuatro más uno–, que consistía en que habría un presidente y cuatro vicepresidentes que representan las cuatro zonas del país.
Pregunta: ¿Cuál es la situación actual de las mujeres en la participación política y en la resolución del conflicto actual, avivado por el resurgir de la violencia?
Respuesta: Las mujeres, hoy por hoy, no están representadas en los diálogos de paz y en las negociaciones de paz formales como debería. Siempre hay alguna, pero la agenda de las mujeres no está representada por ellas mismas. Lo que sí hacen las mujeres en Congo desde hace muchos años es movilizarse, sentarse, dialogar, construir una agenda, intentar pasar esa agenda a las dos mujeres que haya en las negociaciones de paz y a algunos hombres que ya las escuchan. Sin embargo, no hay una presencia paritaria.
Mushigo insiste en el hecho de que las mujeres siguen "movilizándose para la paz, como se movilizaron en el 2002, y siguen sin ser tenidas en cuenta lo suficiente" pese a que en Congo se reconoce la paridad en la Constitución, hay una ley de paridad, etc.
P.: Eso en el nivel nacional, pero ¿y en otros niveles? ¿Las mujeres están más involucradas en las decisiones de las comunidades?
R.: En el nivel local, donde está el conflicto que divide familias, que roba niños para los grupos armados, donde están las minas y tu casa…, ahí "las mujeres hacen un trabajo de hormiga por la paz, por la reconciliación de las comunidades y se movilizan por la participación de las mujeres en las instancias locales de los pueblos, en las reuniones sobre la seguridad de la comunidad.
Ahí, insiste Mushigo, es donde “están muy movilizadas”. Por eso, la congoleña define a sus compatriotas como “una fuerza”. Y lo explica: "Las mujeres son una fuerza de paz, porque sensibilizan, se movilizan entre ellas y movilizan a sus familias y a sus comunidades". Y sobre todo, insiste, "se sientan y tienen procesos colectivos”.
En esos procesos colectivos, asegura, son muchas. “Por su propia seguridad intentan ser muchas", afirma. Este último comentario no es baladí: el de República Democrática del Congo es uno de los conflictos en los que más se ha utilizado la violencia sexual como arma de guerra por parte de todas las partes. Las mujeres y las niñas –cada vez más, también los niños–, base de la economía congoleña, son y han sido las que más lo han sufrido.
P.: ¿Cómo afecta la violencia contra las mujeres y esa violencia sexual tan atroz que ha habido en este conflicto en esa participación femenina en la vida pública y política?
R.: Son muy claras las consecuencias que tiene la violencia de género y la violencia sexual durante los conflictos en las mujeres. De esas experiencias salen traumatizadas y desplazadas; muchas veces tienen que huir de sus comunidades, otras veces son rechazadas por sus propias familias… Por tanto, te encuentras con incapaces de hacerse cargo ellas mismas que han perdido todo su tejido familiar y social de apoyo.
Aunque muchas de estas mujeres son tenidas en cuenta y acompañadas, lo son principalmente del lado médico y psicológico, como hace, por ejemplo, el doctor Mukwege, que fue Premio Nobel de la Paz. Pero eso no quita que hayan perdido algo mucho más profundo, algo muy de adentro de su alma. Las han despojado de algo muy profundo y eso hay que trabajarlo. Y no se puede trabajar en un hospital. Se trabaja con ellas dentro de su propia comunidad.
Por eso, aclara Mushigo, el movimiento de mujeres en RDC trabaja con las supervivientes de violencia sexual para que vuelvan a sus casas, si es posible, y para que sean reaceptadas por la comunidad. Y sobre todo, indica, “para trabajar con la comunidad sobre esas violencias y que de esa manera se puedan reintegrar y vayan más allá del trauma”.
La idea, explica, es que “conviertan su experiencia y su trauma en fuerza; en fuerza de experiencia y en fuerza de resiliencia. Una fuerza que les hace tener una capacidad de resiliencia que, poco a poco, las va convirtiendo en líderes”. Y es que, asegura, cuando estas mujeres están en colectivo “van teniendo fuerza porque van compartiendo experiencias que no pueden contar por ahí y eso las va haciendo sentirse cada vez más fuertes”.
Además, en comunidad y con sororidad, van formándose sobre los derechos que tienen, cómo pedirlos y, sobre todo, asegura, “cómo hacer un lobby, todas juntas, frente al líder de la comunidad, que es un hombre, y su consejo de seguridad, que son todos hombres”.
La prioridad, admite Mushigo, es que las mujeres, unidas, se den cuenta de que su propia seguridad y su propio futuro dependen de ellas mismas. “Entre nosotras tenemos que estar, trabajar y ocuparnos de nosotras mismas”, recalca. Eso es, precisamente, lo que hace que la participación política de las mujeres congoleñas sea cada vez mayor en ese nivel local.
P.: En un conflicto que parece no tener fin, ¿de dónde sacáis esa valentía, esa fuerza para seguir luchando, seguir organizándoos, seguir haciendo comunidad?
R.: Es un instinto de vivir en paz, de querer simplemente vivir. Porque sin paz no hay vida, no se puede vivir. Cuando una ve la situación grave en la que están las mujeres de tu pueblo, del pueblo de al lado, lo que te nace es tirar para adelante con ellas. Y cuando tú le arrancas a una de ellas una pequeña sonrisa porque ha comprendido alguna cosa, porque se ha dado cuenta que sí puede salir para adelante, o simple y llanamente ha podido contar lo que está viviendo y se siente feliz por ello… eso crea unos lazos muy fuertes que hace que todas quieran seguir, porque se quieren volver a ver. Al final es sentarse, estar juntas, compartir todos los traumas y encontrar las soluciones juntas. Ahí hay sonrisas, ahí hay ganas de seguir y ahí se encuentra la fuerza.