No tenía más de siete años cuando el biólogo Dave Goulson (Reino Unido, 1965) quedó prendado de los insectos. “Me di cuenta de que eran fascinantes”, confiesa desde su despacho en la Universidad de Sussex.
Este experto admite que uno de sus primeros recuerdos tiene que ver con una oruga que encontró en el colegio, se la llevó a casa en su fiambrera y la cuidó y alimentó hasta que se transformó en una Tyria jacobaeae o polilla cinabrio. “La transformación de esa oruga fue algo mágico; nunca lo pude olvidar”, recuerda.
Pero su fascinación por "los bichos" no se quedó ahí. “Mi primer amor fueron las mariposas y las polillas. Y aunque son hermosas, en realidad se tratan de criaturas muy simples y estúpidas”, asegura quien en 2015 fue incluido en la lista Héroes de la Conservación de la BBC Wildlife. Pronto se dio cuenta de que había unos insectos “mucho más interesantes, mucho más complicados y realmente listos”: las abejas y los abejorros.
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Tal fue su asombro al descubrir los entresijos del día a día de estos animales, que acabó publicando en 2015 un libro que llega ahora a las librerías españolas Una historia con aguijón: mis aventuras con los abejorros (Capitán Swing, 2022).
Pregunta: ¿Qué despertó su fijación por las abejas?
Respuesta: El interés por estos seres llegó cuando me encontré a un grupo de abejas en un campo de flores haciendo cosas un tanto extrañas; evitaban determinadas flores, se acercaban con sus pequeñas antenas a ellas y en el último instante se daban la vuelta. Me pasé cinco años como doctorando intentando averiguar qué les pasaba. Así surgió el libro.
P.: ¿Nos da una pista de lo que estaban haciendo?
R.: Descubrí que lo que hacían era olisquear el rastro que dejan otras abejas que ya habían visitado la flor antes. Realmente me fascina lo tremendamente inteligentes que son, y esa es sólo uno de los cientos de cosas que hacen. Pero también me di cuenta de que las abejas están en una situación peligrosa, porque no fui capaz de encontrar la mayoría de las especies que puedes ver en los libros.
La lenta desaparición de las especies de abejas y abejorros pone en jaque al planeta, y a los seres humanos. Según Naciones Unidas, casi el 35% de los polinizadores invertebrados –en particular las abejas y las mariposas– y alrededor del 17% de los polinizadores vertebrados –como los murciélagos– están en peligro de extinción a nivel mundial. Desde la ONU recuerdan, además, que las tasas actuales de extinción de especies son de cien a mil veces más altas de lo normal por culpa, sobre todo, de la acción directa del ser humano y del cambio climático antropogénico.
P.: ¿Por qué son tan importantes las abejas y abejorros para los seres humanos y para el planeta?
R.: La mayoría de las especies de plantas de la Tierra necesitan ser polinizadas por algún insecto, como moscas, escarabajos, avispas o mariposas. Sin embargo, normalmente los polinizadores son las abejas. Por tanto, sin abejas, la mayoría de las flores, de las plantas y de la vida silvestre desaparecería.
Además, cerca de tres cuartos de los campos de cultivo que tenemos necesitan de los polinizadores para que la cosecha llegue a buen puerto. Así que sin abejas no tendríamos manzanas, ni tomates, ni cerezas, ni fresas… Incluso el café depende de ellas. La verdad más dolorosa es que miles de personas morirían de hambre si nos quedáramos sin abejas.
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P.: ¿Todos los insectos son así de importantes?
R.: Muchos otros insectos, más allá de las abejas, son vitales para nuestro día a día. Por ejemplo, los escarabajos peloteros ayudan a descomponer el estiércol; el escarabajo enterrador y las moscas se deshacen de los cadáveres de animales muertos… Hay muchos ejemplos de cómo ayudan a que la tierra esté sana, o cómo controlan plagas, o fertilizan las semillas de las plantas. Prestan muchos servicios ecosistémicos.
Goulson hace propias las palabras del ya fallecido Edward O. Wilson, el naturalista que dijo aquello de que “si los humanos desapareciésemos del planeta, no pasaría nada, a la Tierra le iría bien sin nosotros”. Sin embargo, insiste el biólogo británico con el que habla ENCLAVE ODS, “si los insectos desapareciesen, la naturaleza colapsaría en su conjunto”. Y recalca: “No exageramos; es totalmente real”.
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P.: ¿Hay algún insecto que no sea tan vital?
R.: También es verdad que hay insectos que no son vitales. Por ejemplo, en uno de mis últimos libros [aún no publicado en España] hablo de una tijereta gigante que vivía en Santa Elena, una isla en el sur del Atlántico. Se extinguió en los años 60 del siglo pasado sin que hubiese consecuencias. No hacía nada que fuese esencial para el funcionamiento del planeta.
Eso sí, recalca el experto en insectos, “aunque un ser no desempeñe una función vital, eso no quiere decir que no merezca vivir”. Y sentencia: “Esa sería una manera muy egoísta de entender el mundo”. Por eso, recuerda, “tenemos que cuidar de todas y cada una de las criaturas que existe”. Y es que, insiste, “el simple hecho de que tengamos la capacidad de hacer que desaparezcan no nos da el derecho moral de hacerlo”.
P.: ¿Somos –la humanidad en su conjunto–, por fin, conscientes de que necesitamos del resto de especies para sobrevivir en el planeta?
R.: Nos guste o no, somos parte de la naturaleza. Estamos conectados con todas las criaturas, las necesitamos, incluso si vivimos en una ciudad, necesitamos su ayuda para cultivar comida. Dependemos de todos los seres vivos para el suministro de alimentos, incluso de "los bichos". Pero, por desgracia, no creo que mucha gente lo entienda. Me preocupa que haya tantísimas personas que no entienden el valor de la naturaleza, porque no la aprecian.
P.: ¿A qué se debe esa desconexión?
R.: Cada vez somos una especie más urbana, lo que nos desconecta del mundo silvestre. Muchas personas que viven en entornos urbanos no se relacionan con la naturaleza y no entienden su importancia. Y aunque esa forma de pensar está cambiando, no lo está haciendo lo suficientemente rápido.
Los abejorros, amenazados
En 2006, Goulson creó el Bumblebee Conservarion Trust, un fondo para ayudar a la conservación de los abejorros. El experto reconoce que “ha sido increíble” cómo en los últimos 20 años ha aumentado “el entusiasmo y la pasión por las abejas”. Y recuerda que allá por los 90, cuando él empezó a estudiarlas, “a nadie les importaban”. Sin embargo, asegura, “ahora, todo el mundo entiende que son importantes”.
Y aunque ahora a España haya llegado Una historia con aguijón, pronto se traducirá y publicará su última obra, publicada en Reino Unido en 2021, Silent Earth: Averting the Insect Apocalypse, que podría traducirse en español como Tierra silenciosa: cómo evitar el apocalipsis de los insectos. Un título un tanto evocador que no deja de recordar –deliberadamente– a la obra fundacional del ecologismo moderno, Primavera silenciosa, de Rachel Carson.
“El libro de Carson fue una obra pionera en su época, e hizo que la gente despertase a la realidad y se diese cuenta del daño que los pesticidas estaban causando”, recuerda Goulson. Pero lamenta la triste situación que vivimos, pues, dice, “se removería en su tumba si viese lo que ha pasado desde entonces”. El biólogo explica que “aunque los pesticidas que ella denunciaba se hayan prohibido a nivel mundial, hoy en día los agricultores utilizan muchísimos más pesticidas y químicos que en 1962”.
P.: ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
R.: Cuando se prohibieron los pesticidas DDT la gente pensó que el problema estaba resuelto y empezaron a preocuparse por otros asuntos medioambientales. Y hasta hace bien poco no empezamos a tener evidencia de que otros tipos de pesticidas también estaban dañando a otras especies, especialmente a las abejas, en concreto los neonicotinoides. Y eso es lo que ha hecho que la gente vuelva a prestarle atención a los pesticidas y el daño que hacen al entorno. Es muy triste, porque parece que no hemos aprendido la lección.
P.: ¿Cuál sería la solución?
R.: Prohibir un pesticida particularmente nocivo de vez en cuando no sirve, porque seguimos utilizando otros diferentes que acaban siendo casi peores. Lo bueno es que hay evidencia de que podríamos alimentar al mundo sin utilizar pesticidas si quisiésemos. Hay muchas alternativas. Pero también hay un lobby muy poderoso que quiere perpetuar el sistema actual, y esa era exactamente la situación que describió Carson en 1962.
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Goulson aprovecha la oportunidad para recordar cómo la industria agroquímica estadounidense de los años 60 lanzó “todo su arsenal” contra Carson. Y es que incluso llegaron a decir que “estaba loca y que se estaba inventando sus investigaciones”. El biólogo, además, asegura que “eso sigue ocurriendo ahora, aunque en una escala aún mayor”.
P.: Ahora mismo, en 2022, ¿qué otros elementos, además de los pesticidas, están matando a los insectos?
R.: Por desgracia, los insectos se enfrentan a muchos problemas. Uno de los más graves es la pérdida de hábitat, especialmente en los países en desarrollo, donde aún hay selvas inmaculadas que se están talando y quemando. Obviamente, es algo que no solo afecta a los insectos, sino que transforma toda la biodiversidad de la zona y convierte ecosistemas ricos en monocultivos de aceite de palma, soja, etc. Es terrible para la vida silvestre.
Luego encontramos problemas como las especies invasoras, y algunas de ellas son insectos. Accidentalmente, hemos llevado insectos de un lugar a otro, se han extendido y han acabado causando daño sin control en los ecosistemas. La ‘Vespa mandarinia’ o avispón gigante del norte es un buen ejemplo en Europa.
Pero también tenemos la contaminación lumínica que hace que mariposas nocturnas se precipiten contras las luces y mueran electrocutadas. Aunque hay impactos más sutiles, como que cuando los insectos salen de su hibernación no saben en qué época del año están. O que llevamos las enfermedades de los insectos de un lado a otro del mundo.
Los insectos, recuerda Goulson, llevan en el planeta más de 480 millones de años y “han sobrevivido a extinciones masivas”. El experto añade: “Son muy adaptables, pueden lidiar con muchas cosas, pero si les bombardeamos con cinco o diez problemas diferentes a la vez no les da tiempo a adaptarse. Y ese es el verdadero problema al que nos enfrentamos”.
P.: ¿Cómo evitar, entonces, ese “apocalipsis de los insectos” del que habla en Silent Earth?
R.: Hay muchísimas soluciones, como digo en el libro. Y una vez más, es así porque hay muchos problemas distintos afectando a los insectos. Una de ellas, muy sencilla, es que la gente empiece a preocuparse por estos animales que están a su alrededor, en su jardín, en las plantas de su balcón, en el parque de su barrio… También pueden persuadir a las autoridades locales para que planten flores silvestres en los parques urbanos.
Luego hay un desafío imperante que es la transformación de la agricultura y la ganadería. Y aunque parezca complicado de cambiar esto, cada vez que vamos a comprar comida, tomamos decisiones que tienen un impacto que va mucho más allá de nosotros mismos. Y siendo muy simplistas podríamos decir que si todos comprásemos comida orgánica dejarían de existir los pesticidas. Porque tenemos ese poder.
Además, recuerda el biólogo británico, aunque sea impopular en España, "comer menos carne ayuda de manera directa e indirecta" a la supervivencia de los insectos. Y es que, afirma, "necesitamos intentar todo lo que podamos para cambiar la situación".
P.: Parece un poco eso de lo que se habla tanto en el desarrollo sostenible de pensar local para actual global.
R.: Totalmente. Si todos y cada uno de nosotros podemos convencer a una persona que conocemos para que cambie un poquito su rutina y convenza a otra persona más… así conseguiríamos una transformación total rápida.
Y creo que el mundo está cambiando, la actitud de la gente está cambiando mucho y rápido, especialmente la de los más jóvenes. Las inversiones éticas, comprar a compañías que no dañan el medioambiente… es un arma muy poderosa. Si tienes un plan de pensiones puedes hacer que se use para invertir en empresas éticas. Si todos hiciésemos eso sería un arma muy poderosa, porque hay billones de dinero en planes de pensiones. Todos necesitamos hacer el mayor número de cosas que podamos.
P.: Todo está relacionado, ¿no? Las inversiones éticas y los insectos.
R.: Claro. Nada en este mundo está en compartimentos estancos, todo está relacionado con todo. La conclusión es que si no cuidamos de las abejas, de los insectos, de los ecosistemas, nada importa, no habrá nada más que hacer. Nuestro dinero carecerá de valor y pasaremos hambre. Parece melodramático, pero es la realidad. Todo está interconectado, el planeta es cada vez más pequeño. Y necesitamos trabajar juntos, todos, para asegurar que tengamos un planeta sano para las próximas décadas.
P.: ¿Hay motivos para ser optimistas?
R.: Ahora mismo estamos mal, pero aún hay esperanza.