Cuando una mujer decide que no va a ser madre suele enfrentarse a una avalancha de prejuicios sociales y culturales que la presionan para que haga lo que se espera de ella, para que no se desvíe del camino, para que sacrifique su libertad de decisión y renuncie a su identidad. Es lo que le ocurre la protagonista de Nueve vidas de Rose Napolitano (Penguin Random House, 2021), la última novela de Donna Freitas.
“Mi idea inicial era escribir sobre una mujer que no quería ser madre, pero al final acabé escribiendo sobre la maternidad”, dice Freitas por teléfono. Al principio, la cobertura no es muy buena, pero la llamada acaba estabilizándose y puede continuar relatando cómo se le ocurrió la historia que narra en el libro, qué pretendía transmitir y qué reflexiones deja.
“La historia la fui decidiendo después, pero mi primera idea era escribir sobre una mujer que no quiere tener hijos, aunque también es un libro sobre el derecho a decidir de las mujeres, tanto para las que quieren ser madres como para las que no. Al final me di cuenta de que escribía sobre las mujeres en general, que suelen estar juzgadas siempre”.
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Presión social y cultural
La autora reconoce que hay mujeres que se decantan por no tener hijos obligadas por las circunstancias materiales (trabajo inestable, pocos ingresos, etc), pero apunta que ella quería centrarse “en la incomodidad cultural sobre la mujer que decide no tener hijos”, que muchas veces las lleva a poner “excusas” bajo las que guarecerse para evitar que la sociedad las mire mal.
“El tema del clima, de que el mundo está mal, o del dinero son excusas que la sociedad acepta mucho mejor que el hecho de que una mujer simplemente manifieste su deseo de no tener hijos”, cuenta.
Rose es vehemente con su decisión, pero su marido, Luke, insiste en tener descendencia: “Yo no sabía si ella diría que sí para hacer feliz a su marido o se negaría, y mientras trataba de decidir la dirección del libro y cuáles iban a ser las consecuencias para el matrimonio podía imaginar muchas posibilidades. Ahí me di cuenta de que el libro contemplaría diversas circunstancias y desenlaces”.
En concreto las posibilidades contempladas y desarrolladas por la autora fueron nueve, casualmente los meses de gestación de un bebé humano. “No fue planeado”, dice Freitas entre risas. “Fui confeccionando historias por separado y dio la casualidad de que salieron nueve. Me di cuenta de la casualidad después, cuando las reuní todas”.
Renuncias y egoísmo
Freitas cree que la maternidad implica hacer renuncias, pero indica que no ser madre también las conlleva. “Ambos caminos implican renuncias y cambios. Una mujer que no quiere hijos está renunciando a tener esa experiencia, y a una persona que decide que sí le cambia mucho su vida. Ese cambio implica cosas bonitas y cosas difíciles porque tienes que cuidar a ese hijo, pero yo creo que las renuncias que hay que hacer valen la pena”.
Hay quien opina que traer hijos al mundo también es un acto egoísta porque atiende únicamente al deseo de los padres. Ante esto, Freitas se pregunta “¿Es egoísta no tener hijos? Creo que pensamos en los padres como personas que están dispuestas a renunciar a todo por sus hijos, y creo que en realidad todos somos egoístas porque perseguimos lo que queremos. Ambas decisiones son lo mismo, porque al final estás viviendo tus deseos, tanto si quieres tener hijos como si no”.
Constantemente juzgadas
Otra cosa habitual es la presión social a la que están sometidas muchas mujeres que han decidido no tener hijos. Sobre esto, Freitas cree que “depende de la cultura. En España conozco a muchas más mujeres que han decidido no ser madres que en Estados Unidos”, pero remarca que siempre es a las mujeres a quienes se las juzga, nunca a los hombres.
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“Siempre se pregunta por qué no tienen hijos, pero a quienes deciden tenerlos no se les pregunta por qué han querido ser madres. Esas preguntas nos incomodan, y muchas mujeres creen que sin hijos serán infelices y no tendrán una vida plena. Cuando estamos presionando a una mujer no nos damos cuenta de que también estamos pidiéndole a que renuncie a parte de su identidad”.
Eso es lo que Freitas quería mostrar en el personaje de Rose, “la presión, esa intención de la sociedad de cambiar su decisión, de destruir su vida y la base sobre la que ha construido parte de su identidad”. Unos prejuicios de los que la protagonista consigue liberarse en una de esas realidades alternativas que transcurren a lo largo de la novela.
Algo que, por supuesto, no ocurre con los hombres, a los que jamás se les pregunta si quieren o no ser padres ni sus motivaciones. “Lo que ocurre es que siempre se pone el foco en la mujer, en que debe ser ella la que se ocupe de todo. La mayoría de las mujeres, además de cuidar a sus hijos, tienen su trabajo. En el libro, Luke empuja a Rose a tener hijos, pero luego es ella la que se tiene hacerlo todo; se merece el premio al padre del año”.
La maternidad sobrevuela toda la charla y Freitas reconoce que en Rose hay mucho de sí misma y su relación con su propia madre: “Siempre hay cosas de ti mismo en tus protagonistas, pero cuando yo estaba viviendo esta situación de decidir ser madre tenía mucha angustia y siempre estaba imaginando todas las posibilidades. Rose salió de este lugar de mi mente".
Y añade: "Para mí el corazón del libro es la relación de Rose con su madre, y en cierto modo a través de Rose he tenido algunas de las conversaciones que me hubiera gustado tener con mi propia madre”.
Madre como el origen de todo, no solo de la vida, sino también de la manera de afrontarla. Freitas considera que “la relación con una madre siempre es muy profunda, muy importante y muy complicada. Cuando yo era niña era muy rebelde y quería ser muy distinta a mi madre, pero con la edad me doy cuenta de que me parezco muchísimo a mi madre, y de que la entiendo de una manera en la que no podía hacerlo cuando era más joven. Le estoy muy agradecida, ella me crió para ser una mujer muy fuerte”.