“Mi obra es arte africano. Cuando empecé a pintar, pintaba paisajes africanos, árboles baobab o el mar de África donde trabajaba. Luego pinté los viajes clandestinos y algún naufragio. Ahora también pinto sobre mi vida en España, pero mi pintura sigue siendo de África”.
Ibra Niang nos atiende por teléfono desde Cambil, un pueblo de Jaén. Se ha trasladado allí por una de las ofertas de trabajo que más ilusión le hace, la pintura de dos murales en este municipio y el vecino de Arbuniel dentro del programa Tu cultura sí pinta, una iniciativa del ayuntamiento para embellecer las calles de la ciudad.
La organización se puso en contacto con él a través de sus redes sociales y se ofreció a recogerlo en Lepe, Huelva, donde reside habitualmente, cuando conoció su obra a través de sus primeras exposiciones en dicha provincia. Niang pinta escenas de su país de origen o del actual, España, además de alguna del viaje que lo trajo hasta Andalucía.
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Llegó a nuestro país en 2019 gracias a su hermano, que ya vivía aquí, y apenas ha trabajado en el campo, destino habitual de sus compatriotas, debido a una lesión en la pierna izquierda que le impide estar mucho tiempo de pie o caminar con normalidad. Algo que no es incompatible con su principal ocupación, la de pintor, que espera que le permita traer al resto de su familia consigo y, quizás algún día, estudiar Bellas Artes.
La obra de este senegalés de 33 años se puede apreciar en su Instagram, @ibra.niang.artista, aunque se empezó a hacer conocida gracias a una primera muestra expuesta en Ayamonte, Huelva, en la que colaboró con la asociación ASNUCI. Su historia era demasiado buena para no saltar a los medios ni llamar la atención de los amantes del arte: pintor autodidacta, migrante y con discapacidad, que llegó a España en patera.
Demasiado de película incluso para el propio Niang, que nos explica que perdió gran parte de sus primeros cuadros pintados aquí cuando hubo un incendio en el asentamiento de chabolas en Lepe que acabó con la vivienda que compartía con su hermano. “Si no llega a ser por María, la presidenta de ASNUCI, y su hija Alba, lo habría dejado.
Un comienzo muy difícil
Pero ellas me animaron: "solo me quedaban 12 o 13 cuadros, no tenía dinero para comprar nuevos materiales y en ese momento casi no hablaba español, muy poco, así que me ayudaron a organizar mi primera exposición”.
El trabajo de Niang hizo el ruido suficiente como para volverse viral en redes y ser entrevistado por varios medios de comunicación, de manera que recibió encargos desde diferentes puntos de España. Le compraron cuadros en Sevilla, Madrid, Barcelona o Valencia. “En Senegal, cuando empecé a pintar, solo podía vender dos o tres cuadros, a mis vecinos. Lo que me gustaría es poder vivir de esto, que fuese mi trabajo”.
Cuando decidió dejar su país, en 2019, —el 3 de octubre, recuerda la fecha perfectamente— ya había dejado el trabajo que le dio de comer a él y a su familia durante muchos años: pescador. “La pesca ya no era tan abundante y se ganaba poco dinero. Decidí arriesgarme e intentar vivir de mi pintura, pero era muy difícil. Por eso mi hermano se ofreció a enviarme dinero para que viniese con él a España e intentarlo aquí”. Atrás quedaron su mujer y sus hijos.
Su viaje fue el de muchos otros, es casi de manual. En coche desde Senegal hasta Dajla, en Marruecos, donde permaneció un mes hasta que pudo pagar su plaza en una patera. “Éramos 33 personas, hombres y mujeres, incluyendo dos niños. Tardamos cuatro días en llegar hasta Las Palmas de Gran Canaria. Estábamos muy cansados y hambrientos, pero no murió nadie ni pasó nada malo, así que estábamos contentos”.
Allí pasó otros dos meses hasta que su hermano le envió dinero para volar a la Península. Sus primeras pinturas en nuestro país las financió trabajando recogiendo arándanos durante dos meses en una explotación en Lucena, cerca de Lepe, pero su lesión en la pierna lo dejaba agotado e incluso a veces le impedía realizar el trabajo a la velocidad que se le exigía. En este 2022, pese al incendio y las dificultades, es cuando está viendo la luz al final del túnel de poder cobrar por su arte y sentirse pintor profesional.
“Al principio pintaba como era la pesca en mi país o como eran las calles de mi ciudad. Hice mi primera pintura de un loco junto a un cubo de basura. Ahora, si vuelvo a pintar esa escena, es tirando de mi imaginación, porque no tengo fotos. Cuando vuelvo a pintar sobre cosas de Senegal es siempre recordando”. Le gustaría que su mujer y sus hijos viniesen a vivir aquí, aunque realmente el sueño sería vivir allí de su arte, solo que lo ve más difícil.
Ahora pinta “de cómo se vive en las chabolas, de cómo es el trabajo en el campo. Es muy duro y muy difícil, y estamos siempre en peligro porque la forma de vida no siempre es en buenas condiciones y ocurren cosas como los incendios”. Después de su exposición en Ayamonte vino otra en el municipio vecino de Villablanca, donde presentó un cuadro llamada ‘Naufragio de patera africana’. Es una barca de pesca, como en las que él trabajaba en su país, a la que una ola enorme derriba.