De trabajar en uno de los oficios más humildes, el de cuchillero, a volcarse de lleno en la enseñanza. La vida de Ricardo Zafrilla Tobarra (1941, Albacete) no es una historia que aparezca en los libros de historia, pero sí que representa a una generación que, desde edades muy tempranas, luchaba contra las adversidades durante el franquismo. Es uno de los forjadores de la España actual, pero no una de esas piezas de museo ‘chapadas a la antigua’.
Zafrilla Tobarra es el tercero de una familia castellano-manchega de siete hermanos. Una descendencia destinada a continuar con el legado del los Zafrilla, una empresa de cuchilleros, fundada en el siglo XVIII y muy notable en la provincia de Albacete. Las circunstancias familiares le obligaron a empezar a trabajar con 11 años de edad, cuando todavía cursaba segundo de Bachillerato.
Durante casi toda su adolescencia trabajó en la cuchillería, donde desarrolló la maestría artesana e industrial, y también comercial. Conversando con él, todavía recuerda cuando se desplazaba, maletín en mano, para exhibir y vender las cuidadas piezas a potenciales clientes.
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Tal como cuenta, eran tiempos donde había “restricciones, de penurias, aislamiento, hambre, mortalidad y miseria”. Recuerda que los jóvenes sabían perfectamente lo que ocurría en su entorno: “Recuerdo ir a comprar el pan, el aceite o las habichuelas, con cartilla de racionamiento, como tenían todos los españoles”, explica.
Al tiempo que trabajaba, el muchacho estudiaba. Cuando terminaba su jornada en la fábrica, se sacaba los estudios de Bachillerato Elemental. Era una época muy austera y los cortes de suministro eléctrico eran la norma. “A las ocho de la tarde, después de trabajar, estudiaba con una lucecita”, cuenta Zafrilla.
Al concluir los estudios de Bachillerato Elemental, se matriculó para estudiar Magisterio. A los pocos años, con la friolera de 21 años de edad, lograría aprobar las oposiciones libres para ejercer como maestro y fue nombrado funcionario de carrera de la Administración Civil del Estado.
Maestro, no había más
Hoy en día, una de las decisiones más importantes de la vida de los estudiantes es qué camino profesional tomar. Ciclos formativos, grados universitarios y mercado laboral, estas son las tres principales opciones. Para Zafrilla Tobarra y sus hermanos, la situación llegó muy pronto. Con 11 años, quedó huérfano de padre, y el negocio familiar “ya no podía mantener a los 7 hermanos”.
Es por eso que los cuatro hermanos mayores migraron de oficio. Por aquel entonces, como señala el catedrático retirado, “lo importante era que la familia tuviera un oficio, un oficio de industria o un empleo de funcionario”.
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Y a la pregunta de por qué profesor y no otra cosa, Zafrilla aclara que los estudios de Magisterio “eran los únicos estudios que había en Albacete, solamente esos”. Y bromea: “Si hubiera habido ingeniero de minas, habría sido ingeniero de minas. Y si hubiera habido pescador submarino, pues habría sido pescador. No había otra cosa”.
Pero esta decisión sin convicción resultó ser una bendición. El oficio de profesor, para Zafrilla, “como a Serrat le pagaban para cantar, a mí me pagaban para divertirme”. Esto es algo que muchos envidiarían.
Del campo a la ciudad y de la ciudad al campo
Zafrilla ha sido docente en un tercio de las actuales autonomías, dedicándose principalmente a la enseñanza a todos los niveles, desde la primaria a la universitaria, habiendo llegado a presidir un tribunal de catedráticos para valorar una tesis doctoral. Su amplia experiencia y conocimientos pedagógicos le han llevado también al extranjero.
En su primer destino ejerce como docente en una aldea de Villarrobledo (Albacete) por un breve período de tiempo, después se incorpora en otra aldea de la Sierra de Segura y Cazorla en la cota 1450 m. Tras dos cursos académicos más en la localidad de Alborea (Albacete) finaliza su etapa en la Enseñanza Primaria.
También se continuaría formando dentro del Magisterio Nacional, perteneciendo a la primera promoción de Maestros Instructores españoles en Educación Física, que acompañaría a la alfabetización de adultos en el repertorio de especialidades que había alcanzado. Tras una breve estancia en Cataluña como profesor, superaría las pruebas de acceso a la milicia universitaria, prestando allí su servicio militar obligatorio.
Su vida continuaría girando en torno a la enseñanza. E incluso cuando ni siquiera era necesario que lo hiciera. "Me podía haber jubilado a los 60 años, por prescripción facultativa, y no lo hice hasta los 68", explica. Todavía hoy continúa participando en la vida académica. En 2014, ya jubilado, fue seleccionado como presidente de un tribunal para evaluar una tesis doctoral sobre Universidades Laborales en la Universidad de Barcelona.
Hidalgo por su gracia y caballero
La corona española lo ha reconocido entre sus nacionales más ilustres, concediéndole la Carta de Hidalguía (expediente núm. 5.711) en el 2000, un tiempo después de que la obtuviera el rey —entonces príncipe— Felipe VI.
Esta concesión fue por méritos propios, como lee el III Tomo del Empadronamiento General de los Hidalgos de España: “Por haber mantenido su linaje, una industria durante tres generaciones, con Nobleza por tal circunstancia, sin perjuicio de la de sangre que pueda corresponderle”.
Complementando su distinción como hidalgo, Zafrilla también obtuvo otros reconocimientos. En 1991 es nombrado Caballero de la Real Orden de Caballeros de Santa María el Puig (Valencia) siendo Vicegranmaestre el Teniente General Sabino Fernández Campo, en su día Jefe de la Casa Real.
En 2012 ingresó como Caballero de mérito en la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge; y, después, en las Órdenes de Fernando III El Santo y en la de Fernando de Antequera. También participó, entre los más ilustres, en el acto de conmemoración de la Batalla de Navas de Tolosa.
Un hombre aventurero
Zafrilla Tobarra ha tenido la oportunidad de viajar por toda España, y por el mundo. En 1967 se trasladó a Inglaterra para participar en el International Voluntary Service (IVS) voluntario en la recesión Rochdale, cerca de Manchester.
Y después volvería al país, gracias a la Consejería de Educación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que le permitió colaborar como asesor pedagógico en Bournemouth (Inglaterra). En 1992, participó en el primer programa de intercambio para el profesorado de la Unión Europea. Esto le permitió conocer de primera mano el modelo educativo holandés.
Su trabajo y su conocimiento sobre la institución de las Universidades Laborales le ha llevado a participar en congresos y dar ponencias en diferentes instituciones universitarias, desde la Universidad de Sídney a la de La Habana. Precisamente en Cuba, Zafrilla Tobarra vivió una de las experiencias más aterradoras de su vida.
En pleno bloqueo económico, pudo ver la miseria que asolaba a los cubanos: “Vi el hambre. Compañeros de la Universidad de La Habana me llevaron a sus casas y solo me podían ofrecer hierbas. Vi como hacían tortilla de patata sin huevos y sin patatas, se hacía con cáscara de plátano”, explica.
La curiosidad, canalizada a través del viaje, ha sido lo que le ha llevado a viajar por todos los continentes. Pero la región de las islas del Pacífico ha sido siempre la que más interés le ha suscitado. “Cuando tenía 14 años, me gustaba mucho leer las aventuras del inglés James Cook, que había recorrido todos los mares de sur”, cuenta.
“He llegado a viajar hasta Fiji”, relata Zafrilla Tobarra, pero su sueño siempre ha sido “ir a Bora Bora, a las islas del Pacífico, frente a las costas chilenas”. Además, ha podido recorrer casi todos los países de Europa Occidental y Europa del este. Y adelanta que su próxima aventura será algo más cerca, pasado el Estrecho de Gibraltar.
El mundo progresa
A diferencia de otras personas de su edad, Zafrilla Tobarra desprende vitalidad e ilusión. “No soy un viejo retrógrado de esos que cualquier tiempo pasado fue mejor”, proclama. “El mundo progresa, evoluciona y tenemos que ir acorde con los tiempos”.
“A menudo, recibo wasaps de gente que me envía música de los años 50 y mensajes de personas de 70 años que dicen que su infancia, cuando jugaban en la calle, eran tiempos más felices”, explica el octogenario. Pero cuenta que tiene la convicción de que “si los niños eran felices entonces, con aquellos juguetes rudimentarios, los niños son igual de felices hoy, con su WhatsApp, su móvil y su internet”.
Zafrilla Tobarra, hidalgo, caballero, cuchillero, catedrático, aventurero, padre, manchego, maestro… Ha sido y es muchas cosas. Y durante toda su vida ha habido una característica que lo ha definido y que se puede identificar en muchos jóvenes: inconformismo. “El defecto de ser reaccionario lo tengo. Y creo que hay que evolucionar en pensamiento, palabras, formas, vestimenta, y naturalmente, en todo”, concluy.