"Una mujer escribe cuando puede". Así es cómo la empedernida de la lectura, Carmen G. de la Cueva, comienza la obra Escritoras (Lumen, 2023), que rinde homenaje a aquellas mujeres que protagonizaron una revolución cultural durante el siglo XX. Y para acompañarlo, la afamada ilustradora Ana Jarén se ha encargado de darle los tintes de color.
La autora, asegura en el libro, ha procurado "tirar de varios hilos" para contar, en un relato sosegado, las historias recopiladas de algunas mujeres cuyos caminos se han entrecruzado: Emilia Pardo Bazán, Carmen Baroja, María Lejárraga, María de Maeztu, Victoria Kent, Elena Fortún, Marisol Dorao, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite.
"Escritoras es una genealogía de todas esas piezas del puzle que están perdidas, que han sido silenciadas, o incluso borradas", explica De la Cueva. Y añade que desde pequeña se hacía la misma pregunta a la que trata de responder con la obra: "Antes, ¿no había mujeres escribiendo y creando?".
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De pequeña, De la Cueva se empezó a interesar por la literatura de autoras como Astrid Lindgren, Virginia Woolf o Simone de Beauvoir. Con el tiempo se fue dando cuenta de que las escritoras españolas prolíficas no han tenido la misma suerte que estas afamadas figuras mundiales. Por eso, a lo largo de su trayectoria ha volcado sus esfuerzos en poner en valor las vidas y obras de las escritoras españolas. Es fundadora y actualmente dirige el blog de literatura feminista La Tribu.
Se cuenta una historia colectiva "a través de las relaciones que tuvieron entre ellas, los espacios que compartieron, las cartas que se escribieron, la amistad que se generó y, sobre todo, la manera en la que unas a otras, con sus textos y con sus formas de vivir, se alentaron, se animaron y se acompañaron", señala De la Cueva.
Una historia personal
El contexto en el que se escribe el libro se deriva de la propia situación personal de Carmen G. de la Cueva, que había alumbrado un niño, atravesando una de las etapas más duras de su vida: la separación de una pareja con la que había estado durante 12 años. "La maternidad me había tragado", apunta la escritora.
"Había dejado de escribir porque no tenía tiempo, no tenía manos, estaba completamente entregada a la crianza". Esta condición le forzó a volver a tomar las riendas de su vida y el libro fue el salvavidas en un mar revuelto por los quehaceres del hogar. La escritura, como pasó con las autoras a las cuales reseña, era la solución.
"Sé que tenía que salir de la casa, buscar otra para mi hijo y para mí". El libro, tanto emocional como económicamente, en palabras de su autora "era una manera de salvarme". Se dio cuenta de que su vida había tomado un rumbo parecido al de Laforet, Baroja, o Fortún. Cuenta que como ellas, "me hice madre y me fui entregando más y más a los cuidados y fui perdiendo la voz que tenía".
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La elección de estas autoras y no otras es una decisión premeditada: "[Estas escritoras] me interpelan a mí a nivel personal, porque por su vida, por sus textos, por su lucha", añade De la Cueva.
Sororidad y amistad
"Hay muchos libros de biografías de escritoras, pero se presentan siempre como historias aisladas. Con este libro busco presentarlas como parte de una historia mucho mayor, porque vivieron en el mismo tiempo, se conocieron, compartieron espacio, se tomaron cafés y vermús, se leyeron y además se animaron y apoyaron mutuamente", apunta De la Cueva.
Lo que hace posible que se entrelacen las vidas de estas figuras literarias es la sororidad, una relación afectiva, casi romántica, entre mujeres que se apoyan mutuamente en situaciones de discriminación sexual y actitudes y comportamientos machistas. Pero no solamente de sororidad, sino también de amistad entre mujeres.
De la Cueva subraya en el libro que la amistad entre mujeres es una realidad que se reconoció muy tarde, a partir del año 1800. Y, parafraseando a la Mailyn Yalon en su ensayo Entre mujeres, destaca que: "Muchachas y mujeres comenzaron a escribirse en un lenguaje amoroso no tan diferente de una relación heterosexual. Palabras como 'mi querida, cariño, preciosa, corazón, amor y devoción' fluían fácilmente de las plumas de la apasionada correspondencia de las victorianas".
"La sororidad es más generalista, la amistad es más intimista y muchas veces se necesitan personas fuera de tu espacio para que te animen a salir", señala Ana Jarén. Profundizando sobre estos dos conceptos, De la Cueva establece una clara diferenciación entre estas dos formas de apoyo
"Hay una diferencia entre los espacios de sororidad y la amistad femenina", señala De la Cueva. Y profundiza diciendo que mientras que en caso de la primera se da en ciertos espacios como la residencia de señoritas, los liceos o los clubs femeninos, donde muchas mujeres "se reunían para trazar lazos en común, estudiar juntas, o simplemente para pasárselo bien".
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En cambio, la amistad femenina es la que se da de mujer a mujer, como la que hubo entre María Lejárraga y Elena Fortún, Carol Maruja y María Goiri, o Carmen Laforet y Fortún.
Ilustrando la sororidad
A la hora de reflejar esto gráficamente, Jarén cuenta que se topó con la dificultad de adaptar su estilo a lo que necesitaba el texto. "Mi estilo es muy contemporáneo y colorido. "Necesitaba ver más del pasado, explorar otras paletas de colores y jugar de una manera distinta con los espacios y contextos", aclara.
Y gran parte de ese espíritu resiliente se lo debe a su abuela, su referente en vida. "Admiro la capacidad que tenía mi abuela para crear y resolver situaciones de una manera muy creativa, ya sea en la cocina, en la gestión de su casa o en la costura", expresa Jarén.
De hecho, cuenta la ilustradora que ha habido ocasiones en las que ha dado vida a elementos simbólicos de la vida cotidiana de su abuela, como la máquina de coser y los hilos que se pueden apreciar en el libro.
La ilustradora recuerda la primera pieza con la que jugó con los espacios en la obra: "Fue una ilustración en la que se veía a Elena Fortún y a Carmen Laforet tomando té". Y, explica, "aparentemente se muestran en un mismo espacio, pero en realidad cada una está en su habitación, leyendo la correspondencia".
Con respecto a esta ilustración, De la Cueva aprecia la expresión de goce de Laforet que se refleja con "unas pequeñas arruguitas en la comisura de los labios". La autora explica que esa misma expresión es la que se puede ver en fotografías de la autora española.
Las rescatadoras
En los últimos años, se ha revelado y puesto el foco en las historias de las escritoras. Tanto extranjeras como españolas. Como ejemplifica De la Cueva, en el caso de Virginia Woolf, "sus diarios se editaron, reeditaron y tradujeron al español hace muchos años y descatalogaron, pero no ha sido hasta 2022 cuando su diario completo en cinco volúmenes se ha vuelto a poner en las librerías".
Es España, esto ha sucedido con muchas escritoras, como Carmen Baroja, la gran olvidada de la generación del 98. Es por eso que reivindica la figura de las rescatadoras, que son quienes investigan y biografían la vida de las referentes literarias.
Lo que sucede con el reconocimiento de las escritoras es que, según De la Cueva, están en el foco durante un tiempo, pero luego desaparecen de la escena. Y cada generación es necesario que alguien indague sobre la vida y obra de estas olvidadas.
"Cada generación tiene que ponerse a buscar a sus madres y abuelas literarias, porque a pesar de que en su momento quizá fueran conocidas, pasaron las décadas y nadie se acordaba", explica. Esta es, según la autora, "una tarea agotadora".
Con la recuperación de sus escritos, señala la coautora de Escritoras, "la intención es que estén en el canon, reestructurándolo para incluirlas; o, que se cree uno alternativo donde se ponen en el centro estas obras". Sea cual sea la solución más adecuada, recuerda la autora que "cuando una mujer escribe, no le pertenece a nadie más que a sí misma".