“Estamos constantemente buscando cosas que nos hagan sentir más placer”. El deseo y el placer mueven al ser humano hacia la misma dirección: satisfacer sus necesidades más primigenias, como la comida, la bebida, o hasta el sexo. Y todas estas emociones no son más que respuestas de nuestro cerebro.
De esto y de otras claves que descifran los intrincados mecanismos de funcionamiento de nuestro cerebro escribe la neurocientífica y yoguini Sara Teller (Barcelona, 1986) en Neurocuídate: Conoce los secretos de tu cerebro para mejorar tu vida (Aguilar, 2023) un manual que ayuda a entender qué sucede ahí arriba cuando sentimos las emociones más fuertes.
Tras ayudarnos a conquistar nuestras mentes con El cerebro de la gente feliz: supera la ansiedad con ayuda de la neurociencia (Grijalbo, 2021), Teller se adentra nuevamente en la mente humana explicando cómo se comportan neurotrasmisores tan conocidos como las endorfinas, la serotonina o la oxitocina. Estas hormonas, junto a la dopamina, constituyen lo que se conoce como el cuarteto de la felicidad.
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Y es que la felicidad parece estar en el centro de las preocupaciones humanas. “
La mente humana es primitiva. Y así lo recuerda Teller. "El objetivo no es ser feliz, es sobrevivir". De hecho, uno de los mecanismos neurológicos más básicos es el sistema de recompensa. "Cuando algo nos gusta, cuando algo nos causa placer, entonces activa este sistema", explica Teller.
"La sensación de placer tiene un tipo de circuitos neuronales y una neuroquímica, que están más vinculadas a los neurotransmisores endógenos, como las endorfinas o las anandamidas", continúa explicando Teller. Y después, habla de la dopamina, una sustancia que tiene sus luces y sombras. "[La dopamina] se libera cuando se activa el circuito de recompensa del cerebro y está vinculada por el deseo".
A diferencia del placer,
En el libro señala que existe un lado oscuro de la dopamina... ¿a qué se refiere?
La dopamina también tiene su lado oscuro. Muchas veces ese deseo de 'quiero más de aquello que me ha gustado' se nos puede ir de las manos y habitualmente ese quiero más se puede convertir en una adicción. Y así, es un abrir y cerrar de ojos, pasamos a estar constantemente buscando cosas que nos hagan sentir más placer.
Por ejemplo, si saco en un examen un diez y yo me esperaba un seis, se da un chute de dopamina, o si publicó un post en Instagram y resulta que tengo muchos más likes de los que ya me esperaba, pues también voy a tener esa recompensa de la dopamina. Las sorpresas, las novedades, todo lo que sea como algo inesperado, eso también causa mucha dopamina.
Entonces estamos buscando placer todo el tiempo...
Efectivamente, buscamos que otras cosas nos pueden dar más placer a causa de la dopamina, porque la dopamina es al final la que también te incita a ir a buscar todo esto, es la que te motiva, la que te hace que no te cuesta esfuerzo. Como todo esto sucede hacia el futuro, muchas veces posponemos la felicidad. Por eso digo que hay en las que lo que sucede es que nunca tenemos suficiente.
Hay personas que evitan bajo cualquier circunstancia llorar cuando están tristes, o personas que esconden su sonrisa porque no la consideran agradable o estética, ¿es peligroso inhibir nuestras emociones?
Es muy favorecedor poder expresar este nuestros sentimientos. Normalmente, desde el punto de vista de la neurociencia, todas las emociones tienen su sentido. Se ha visto que la risa libera muchas endorfinas y llorar libera muchísima tensión, es como un analgésico. Esa es la razón que explica que caigamos dormidos tan fácilmente después de llorar.
En ese caso también se produce una liberación de endorfinas que calma ese dolor emocional que puedes estar sintiendo. Bueno, ya se ha visto que cada una de las emociones que a lo mejor no nos parecen de entrada como desagradables e incómodas, son muy necesarias, y expresarlas realmente es un gran método para poder afrontar lo que nos está sucediendo en el día a día. Cuando nos contenemos y nos autosilenciamos es cuando realmente ahí se produce una neurotoxicidad.
El estrés, señala en el libro, es otra de esas preocupaciones sobre el futuro que carcomen nuestra mente. ¿Cómo podemos enfrentarnos a él?
Por un lado, debemos ser conscientes de que realmente muchas de las cosas que nos preocupan acaban no sucediendo. Hay estudios que muestran que más del 90% de las cosas que nos preocupan y producen estrés están solo en nuestra mente. El estrés se nos ataca cuando hay un miedo real, cuando realmente está ahí y puede aparecer, por ejemplo, durante unas oposiciones o durante un examen o cuando una persona a la que queremos se pone enferma.
¿Cómo se vincula el estrés al perfeccionismo o al miedo a equivocarse?
El tema del perfeccionismo o la presión que nos ponemos a nosotros mismos, surgen por querer tener todo bajo control. Así el cerebro se siente protegido. Si yo tengo todo bajo control, voy a evitar posibles amenazas. Pero también es un falso control.
Un falso control, ¿por qué?
Primero, no sabes lo que va a suceder. Y segundo, al final todo esto son interpretaciones y pensamientos en tu mente que puedes cambiar. De alguna manera, dependiendo de como tú piensas y de como tú interpretas las cosas, va a tener esa reacción emocional dentro de ti o no.
Por eso, si ves y si eres consciente de que realmente aquello en parte depende de cómo estás pensando, pues puedes cambiar tu forma de pensar y esto pues se puede solucionar de alguna manera.
¿En qué se diferencia de la ansiedad?
La ansiedad está más vinculada a pensamientos sobre el futuro, en cómo anticiparte a esa amenaza, sea real o imaginaria. En ocasiones puedes no saber exactamente por qué estás sufriendo esa ansiedad, sencillamente tu cerebro ya se ha acostumbrado a estar todo el tiempo anticipándose a este tipo de amenazas y tienes la cabeza llena de preocupaciones. Entonces te cuesta mucho más poder gestionarte.
En el libro habla de que ambas parten del miedo...
El miedo es algo natural y necesario en el ser humano. Es una emoción primaria muy básica que necesitamos para sobrevivir. Si no tuviéramos miedo, realmente no nos enfrentaríamos a las amenazas, no lucharíamos y no intentaríamos evitarlas. Tanto el estrés como la ansiedad parten del miedo. El cerebro gracias a tener a estrés o ansiedad, pues puede ayudarte enormemente a combatir todas estas posibles amenazas.
En relación con esta autoconciencia desarrolla un método concreto para alcanzarla: "cultivar la presencia". ¿En qué consiste?
Hay un estudio muy famoso publicado que Science en 2010 que se titula A Wandering Mind Is an Unhappy Mind (Una mente que divaga es una mente infeliz) que desarrollaba ampliamente este concepto a partir de ensayos. Se vio que los participantes del estudio, decían que se sentían mucho más felices cuando estaban presentes. Es decir, cuando estaban atentos a la tarea que estaban realizando.
'Cultivar la presencia' es incentivar a la mente a estar presentes y a estar atentos a aquello que hacemos. Y no hace falta que sea el 100% del tiempo. Realmente esto agotaría nuestro cerebro porque consume muchos recursos.
La meditación es uno de esos métodos que nos ayudan a alcanzar ese equilibrio del que habla. Pero existe un mito alrededor de esta práctica que defiende que en el estado pleno "se deja la mente en blanco". ¿Es esto lo que sucede realmente?
Realmente el cerebro nunca puede estar en blanco. Siempre está activo. Y normalmente, cuando meditamos, lo que sucede es que entrenamos el cerebro para que sepa cuándo estoy en modo divagación —cuando la mente se me va y vuela y empieza a tener pensamientos espontáneos que no controlo— y cuándo la mente quiere estar presente.
La meditación entrena al cerebro a darse cuenta cuando estoy atenta o cuando estoy divagando. Esta divagación siempre sucede, o sea, es algo natural que sucede en cerebro, se activa la Red Neuronal por Defecto (RND). Y cuanto más meditas, más tiempo te tienes presente y se reduce un poco esta divagación.
Si eres un principiante en la meditación, seguramente pasarás mucho más tiempo en este estado, hay que advertir que es un estado natural y necesario del cerebro. El problema viene cuando mejor estamos mucho tiempo divagando, que entonces puede entrar, por ejemplo, en un modo de rumiación que te hace quedarte anclado en determinados pensamientos.
¿Eso significa que divagar es malo?
No, al contrario. Dejar la mente volar tiene también sus beneficios. Uno de ellos es que se pueda regenerar y se pueda relajar. La cuestión es lo que decíamos: cultivar la presencia, o decidir cuando quieres estar presente y cuándo quieres estar descansando la mente. Hay que encontrar un equilibrio.
¿Cómo cree que se puede llevar una vida verdaderamente saludable para nuestro cerebro?
Siempre me gusta decir que todo lo que hacemos en nuestro día a día nos afecta. Absolutamente, todo lo que hacemos y lo que pensamos. Y el cerebro todo lo sabe, ¿no? Cuidar el cerebro es tomar conciencia de todo aquello que hacemos y de la forma que tenemos de pensar. Para mí es muy importante primero observar y saber qué consecuencias tiene cada cosa en el cerebro. Solo así podrás elegir y gestionarte de la mejor manera posible.