De padre catalán y madre monegasca, no causa gran sorpresa el hecho de que Carol Portabella sea una defensora firme del Mediterráneo, siempre pendiente de lo que pasa a su alrededor. Aunque se conocen pocos detalles de la presidenta Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco en España, ese es uno que queda claro desde el momento en que se presenta. Es una rara avis, en la medida en que se sale del activismo más estereotipado: en su agenda igual cabe una reunión con la jet set de Montecarlo que un evento junto a Olivia Mandle, nuestra Greta Thunberg española.
"En realidad, yo estudié Arquitectura", confiesa sonriente a ENCLAVE ODS | EL ESPAÑOL, pero la vida la acabó llevando al tercer sector. Desde 2016, colabora activamente con el rostro más visible de los Grimaldi en la senda hacia la mejora medioambiental. "Que nuestro fundador tenga esta doble gorra nos ha dado grandes oportunidades a la hora de incidir en favor de la protección del planeta; él quiere tomar partido y aprovechar su posición para aportar algo más a la sociedad", asegura.
Y añade: "El Principado es un país completamente volcado con el mar. Siempre ha habido un eje transversal en toda la familia sobre el interés por el planeta". Hasta tal punto que al tatarabuelo del rey, Alberto I, "le llamaban el príncipe explorador porque fue pionero en la investigación de las corrientes marinas polares". Gracias a él, cuenta, "se creó el Museo Oceanográfico" de la capital, y se ha fraguado un compromiso con la naturaleza que continúa hoy.
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Un siglo después de su muerte, Alberto II sigue sus pasos en la Fundación. Portabella se desempeña como su mano derecha. Vive a caballo entre Mónaco y Madrid, y en los ocho años que lleva al frente de la FPA2 ha supervisado cientos de proyectos dirigidos a mitigar los efectos del cambio climático en tierra y mar. Con respecto a lo primero, por ejemplo, son promotores de la iniciativa Humanidad y Fauna Silvestre, creada para facilitar la convivencia de la vida silvestre con las actividades humanas en los espacios naturales.
Portabella explica que "la cohabitación responsable es un objetivo clave" en la hoja de ruta de la entidad. Más aún desde que, en septiembre de 2023, Bruselas apoyara las protestas de las organizaciones de agricultores y ganaderos que pedían rebajar la protección internacional del lobo ibérico por el aumento de los ataques al ganado.
"Es un conflicto muy complejo", reflexiona, "pero la cuestión está en sentar a todos los afectados e intentar buscar soluciones en común". Lo que está claro, a su juicio, es que "de ninguna manera podemos retroceder en los avances conseguidos a favor de la cohabitación, porque es una necesidad absoluta. Lo que hay que hacer es estudiar muy detenidamente los problemas y las necesidades de todos los sectores afectados, empezando por el campo".
FPA2 mueve tierra… y mar
Alberto II de Mónaco es una figura habitual en citas como la Conferencia de las Partes. En la COP28, celebrada en Dubái, insistió en la necesidad de "coordinar a los estados para controlar las áreas marinas desprotegidas". Su preocupación no es para menos: según el Informe Planeta Protegido 2020 del Programa Mundial para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, en las aguas internacionales que ocupan la mayor parte del océano (un 64% del total), el escudo de defensa solo llega al 1%.
Además, "sabemos que en el Mediterráneo hay escasamente un 8% de la superficie protegida; hemos acordado que en 2030 se llegue al 30%, pero para que eso ocurra aún queda mucho por hacer", recuerda Portabella, "aunque no podemos olvidarnos de seguir controlando las zonas que ya están protegidas". Desde su creación en 2006, la Fundación apoya un ambicioso paquete de iniciativas encaminadas a preservar los océanos, "cuyo sufrimiento repercute enormemente en el cambio climático", asevera.
Entre otras actividades, "hemos participado en la creación de la primera área marina protegida en Camboya; impulsamos las investigaciones en torno a la restauración del coral; tratamos de estimular a los pescadores de Mozambique para que abandonen las prácticas ilegales y encuentren nuevos medios de vida; invertimos en la gestión de desechos en el Mediterráneo…", enumera.
La directora también hace énfasis en las labores que han iniciado para proteger a la foca monje, una especie de mamífero marino en grave peligro de extinción que la FPA2 espera que pueda volver a las costas españolas en 2050. Se trata de un programa complejo, "ya que una de las dificultades que nos encontramos era que estos animales tienen la costumbre de anidar en unas pequeñas cuevas donde las olas rompen con fuerza", adelanta.
Como esto "dificulta el trabajo de los buzos, nos hemos acercado a distintas soluciones a través de la tecnología", explica. Por ejemplo, los drones marinos "nos permiten seguirlas cuando nadan, contar las crías y conocer mejor sus hábitos". La iniciativa surgió con pequeñas acciones en Mauritania y Grecia, y, desde entonces, "ha funcionado muy bien, hasta tal punto que nuestro Consejo Científico está considerando la posibilidad de llevar algunos grupos de familias a otras costas y empezar a repoblar incluso fuera del Mediterráneo".
Los jóvenes, en el foco
Durante su conversación con este periódico, la directora insiste en que "el medio ambiente es una de las urgencias más importantes a las que nos enfrentamos". Y, en este compromiso a largo plazo, cree que los jóvenes ocupan un lugar protagonista. Este año, la FPA2 y la Fundación Instituto de Empresa (IE) han creado una alianza que tiene como propósito fomentar la conciencia sostenible en los futuros líderes.
Las entidades han creado el programa de ayuda económica Prince Albert II of Monaco Scholarships for Sustainability, por el que conceden dos becas anuales para estudiar en los programas de máster impartidos en IE University. También organizaron en enero una charla junto a la activista Olivia Mandle, defensora de los derechos de los animales y miembro de la comunidad Re-Generation Future Leaders Programme de la FPA2. "Es una gran comunicadora y su compromiso es muy sólido", dice sobre ella Portadella.
Asimismo, para crear nuevas sinergias con la cultura, expusieron las obras más destacadas de su Premio de Fotografía Medioambiental: La vida en perspectiva. Se celebra cada año con el objetivo de sensibilizar sobre el impacto que la actividad humana tiene en el entorno natural, dando visibilidad tanto a "esas imágenes incómodas, que deben serlo, de denuncia de nuestros efectos en el planeta" como también a aquellas que invitan "a la esperanza" de un futuro más amable con la biodiversidad.