“Necesitamos acercar la naturaleza, las plantas y los animales, al lugar donde vivimos”. Con estas palabras, el neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso (Catanzaro, 1965) describe el nuevo tipo de ciudad que defiende en su nuevo ensayo, Fitópolis: la ciudad viva (Galaxia Gutenberg, 2024).
El también profesor en la Universidad de Florencia y director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal defiende que, solo así, podremos “sobrevivir en los próximos años”. O, sin ir más lejos, “refrescar” las áreas urbanas y “hacerlas resistentes al calentamiento global”.
Porque, recuerda en su conversación con ENCLAVE ODS | EL ESPAÑOL, “durante los próximos veranos, la temperatura de nuestras ciudades será cada vez más alta”. Y matiza: “Existe una correlación estricta entre esta y la cantidad de personas que mueren por calor”.
Para él, la conclusión es clara: “Necesitamos bajar la temperatura, y no hay otra posibilidad de refrescar la ciudad que cubrirla de árboles”. Pero, asegura, la fitópolis es una idea “aún más revolucionaria que la de reverdecer las ciudades”.
Mancuso explica que en el libro reflexiona sobre cómo “necesitamos poner en nuestras ciudades muchos, muchos, muchos más árboles y plantas de lo que se está haciendo ahora mismo”. Y, sin embargo, matiza, “aún no hay espacio suficiente” en ninguna urbe para introducir toda la vegetación necesaria.
Por tanto, la propuesta del italiano no es otra que “eliminar una cantidad sustancial de asfalto”. Porque, dice, en Europa, “entre el 30% y el 40% de la superficie de las ciudades está formada por carreteras y calles”. Y ante esta realidad, él insiste en que es imperativo “eliminar el 10% o el 20% de ese asfalto, eliminando su impermeabilización que supone y plantando árboles en el lugar donde hoy hay carreteras”.
El neurobiólogo vegetal reconoce que su “plan de acción” puede parecer “utópico” en primera instancia. No obstante, asegura que “se puede llevar a cabo y, además, en poco tiempo”.
Y pone un ejemplo claro: la peatonalización y la limitación de tráfico rodado en los centros urbanos de muchas ciudades. “Al principio, ese tipo de medida parecía utópica, pero cuando empiezas a llevarla a cabo, la gente ve lo simple que es y cómo mejora la vida”, zanja.
Una ‘fitópolis’ en su vida
Por descabellada que pueda parecer a primera vista la propuesta, Mancuso asegura que no nace de un capricho ni de un arrebato. Es un concepto meditado que, además, contempla los beneficios que reportaría ir un paso más allá de la naturalización o de reverdecer la ciudad.
“Los árboles serían capaces de absorber una enorme cantidad de CO₂, y recordemos que el 80% mundial de este gas de efecto invernadero se produce en las ciudades”, asegura Mancuso. Y resalta la “necesidad” de “absorber este CO₂ en el lugar donde se produce, que es en las zonas urbanas”.
Además, argumenta que “aumentar la cantidad de vegetación reduciría la temperatura en verano”. Porque “las plantas son como un aire acondicionado gratis” e, insiste, “funcionan exactamente de la misma manera que los aparatos que tenemos en nuestra casa”. Más allá de esto, dice, la fitópolis brindaría “una enorme cantidad de beneficios secundarios para nuestra salud, para nuestra capacidad de atención… para todo”.
Y a la literatura científica se remite: “Hay evidencia empírica de que aumentar la cantidad de árboles en el lugar donde vivimos es la mejor manera de mejorar nuestra salud y la del planeta”.
Menos tráfico
Mancuso tiene claro cuáles son los primeros pasos que debería dar una ciudad para convertirse en una fitópolis. Lo esencial, asegura, es “reducir el tráfico autónomo”. Y advierte: “Es imposible que en 2024 todas las personas se muevan por una ciudad conduciendo un coche privado”.
Por tanto, indica, la apuesta por el transporte público ese esencial: “Debería mejorarse para que la necesidad de conducir se reduzca al máximo”. Una vez se lleve a cabo este paso, continúa, “ya no necesitaremos una cantidad tan masiva e increíble de carreteras”. Por tanto, concluye, se podrá plantar árboles en ellas.
El neurobiólogo vegetal italiano asegura que hay muchos intentos en el mundo, y especialmente en Europa, de reverdecer las ciudades, pero ninguno tan ambicioso como su fitópolis. Hay, dice, enfoques diferentes como el de París o Londres.
La capital gala “está dificultando cada vez más el uso del automóvil privado simplemente reduciendo el espacio urbano que se le dedica”. La británica, por su parte, “está reduciendo el número de plazas de aparcamiento, que es, más o menos, lo contrario de lo que están haciendo muchas ciudades, que han pedido que aumentaran el espacio para aparcar”. Lo que hace Londres así, matiza, es “decirle a la gente que no es conveniente usar coche”.
Pero por encima de cualquier urbe europea, dice Mancuso, está Seúl. En la capital de Corea del Sur se plantaron en 2023 alrededor de 20 millones de árboles. “Un número increíble si se compara con los pocos miles que estamos plantando en nuestras grandes ciudades en Europa”, dice. Y reconoce: “20 millones de árboles es algo que realmente afecta al clima en el entorno urbano”.
La ciudad ideal de Mancuso
Mancuso quiere revolucionar el urbanismo hasta el punto de que deje a un lado su fundamento: el hormigón, cemento y asfalto. El neurobiólogo asegura que, "cuando se pregunta cómo sería la ciudad ideal, la imagen que se nos viene a la cabeza es un lugar 'construido'".
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Su urbe ideal, en cambio, sería "un lugar en el que el ser humano, la vegetación y los animales viven juntos en la misma proporción". Es decir, explica, su ciudad de ensueño es aquella en la que todos los 'actores' de la naturaleza conviven en armonía.
Por eso, reconoce, él propondría que los humanos nos mimetizásemos con los bosques. Y bromea: "Imaginemos que nos llevamos la vida al interior del bosque, intentando causar el menor daño posible. ¿Qué necesitaríamos para vivir y trabajar juntos, para ser uno con el entorno?". Esa, dice, será su fitópolis perfecta, su ciudad ideal.