Cuando una se enfrenta a la exposición Ecologías de la Paz, de la Fundación Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21), en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) y conoce a su comisaria Daniela Zyman, que es además la directora creativa de la fundación, entiende mucho mejor sus claves. O da con la llave. Con el valor absoluto que mueve los hilos de lo que tiene la fortuna de contemplar. El valor del compromiso. Con esa cultura que, como la poesía que definió Gabriel Celaya, es un “arma cargada de futuro”.
Esta vienesa, que mantiene la actitud jovencísima, aunque ya en los años 90 era comisaria de prestigio, responsable de curaduría en el Museo Austriaco de Artes Aplicadas / Arte Contemporáneo en Viena (MAK), y que refleja una elegancia máxima, aunque se vista en modo artista, destila en todas sus frases ese compromiso con una vida más evolucionada, mejor, más sostenible y más humana.
Y lo que es importante, demuestra el movimiento andando. En su caso, a través de la selección y comisionado de obras que pueblan esta magnífica exhibición, la tercera de una trilogía. Primero fue Futuros Abundantes; después, Remedios: donde podría crecer una nueva tierra. Y que se pensó para este museo cordobés y que aspira, como poco, al despertar de las conciencias.
Lo explicó muy bien Zyman durante la inauguración de la muestra: la paz no solo frente a la guerra, su antónimo habitual, sino frente a otros desgraciados acontecimientos que hacen imposible alcanzarla, como los desplazamientos debido a las crisis provocadas por las guerras, pero también las catástrofes de todo tipo, las crisis humanitarias, la degradación y el colapso del ecosistema.
Por eso, ese concepto de paz, por eso ecologías en plural, ampliando su significado más allá del humano, más allá de lo planetario, incluyendo el ambiente, lo natural y la humanidad. "No hay manera de separar los humanos de los no humanos, del ambiente", dijo a propósito.
P.: ¿Cómo define haber trabajado para estas Ecologías de la paz?
R.: Es una exposición con más de 50 obras, que empieza a trabajarse hace 3 años en el marco de la colaboración con C3A. Me interesaba mucho profundizar en las raíces andaluzas, en las de Córdoba, en la convivencia de religiones, en el pasado musulmán… Y entonces propuse esta trilogía en la que cada exposición continúa un poco con el hilo narrativo de la anterior.
Quería poner el foco en mantener lo que tenemos versus los años en los que hemos estado viviendo poniéndolo en la austeridad. Porque hemos estado hablando durante décadas de austeridad, de los límites de crecimiento, de limitaciones, del fin de los recursos, del fin del petróleo, de la finitud, del fin de la vida… Y quería expresar que tenemos que pensar en mantener lo que atesoramos, personal y colectivamente, hacerlo crecer, no a expensas del planeta, por supuesto, abrazar los dones que tenemos, multiplicarlos, pero siempre respetando la existencia en sí misma.
Cuando se habla en estos términos hay que hacerlo también de reparar, de curar lo que se ha dañado, buscando remedios personales y colectivos, remedios políticos, también para subsanar los errores del pasado. Me refiero a reparaciones económicas, pero también entre humanos y no humanos, porque el aspecto ecológico es fundamental.
Me he sentido muy inspirada por conceptos como el indigenismo, el feminismo, el porvenir, el crecimiento social y colectivo. Y desde ahí llegamos al de paz, en términos de libertad, de democracia... Hoy hay gente que no cree en estos conceptos o, por el contrario, los da por garantizados.
Y yo quería que nosotros desde el arte, también como motores de pensamiento, devolviéramos el concepto de paz a la conversación, redefiniéndolo, trabajando por contribuir a su mejor entendimiento. Además, quería poner de manifiesto que, ante las guerras y las atrocidades, la paz no está recibiendo esa llamada de urgencia que podríamos esperar.
Habla Zyman de la paz más allá de la paz en la medida en que la guerra va más allá de la guerra. Y habla especialmente de la función transformadora que tiene la aplicación de la paz cuando a la guerra se le atribuyen también sus contornos, con lo que tienen de pérdida, de herida, de trauma pre y post bélico. Y habla de perdón, de reconciliación, de justicia, de empezar de nuevo.
Su visión no se circunscribe solo a este exhibición ni a la trilogía que cierra. Son cuestiones, sin duda, políticas que se ejercen desde la fundación TBA21, posiciones de desarrollo ecológico urgente, de llamada de atención también urgente, objetivos también de la plataforma TBA21-Academy puesta en marcha en 2011 y desde la que se trabaja sobre la investigación oceánica.
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Zyman, que ha sido directora artística de la Künstlerhaus de Viena, que es doctora en formas de contrainvestigación artística en el marco de la ecología política y ha sido profesora en la Universidad de Arte y Diseño Industrial de Linz, conoció a Francesca Thyssen en 2003. “Nos presentó un común amigo, un comisario vienés, después de una cena. Y al día siguiente me ofreció que trabajásemos juntas y yo rápidamente dije 'sí'", comparte.
Y continúa: "Obviamente me ofreció un trabajo como comisaria. Ella había comenzado a coleccionar arte y estaba buscando una persona que le ayudara con el comisariado. Ya empezaba TBA21. Necesitaba pasar de una colección privada a la fundación".
De entre sus trabajos a lo largo de estos años destaca siempre el realizado con la artista sudafricana Candice Breitz. La videoartista y fotógrafa, en el caso de la exposición Ecologías de la Paz, muestra su vídeo mural Legend (A portrait of Bob Marley), de 2005, en el que 30 fans del cantante jamaicano cantan su música que definitivamente se convierte en la playlist de la muestra; de hecho, se escucha en la sala donde se realiza esta entrevista, un piso de altura mediante.
P.: Además de la labor de comisaria es muy importante esa otra de comisionar obras, es decir, de encargar determinadas piezas. ¿Me equivoco?
R.: Efectivamente. De hecho, el segundo libro que publicamos sobre la Colección TBA21, en 2020, se titula The Commissions Book y está dedicado a todas las obras que hemos comisionado entre los últimos diez y quince años. Podemos hablar de aproximadamente un centenar, por supuesto no todas son grandes obras, las hay de todos tipos. He trabajado desde hace muchos años en esta función de comisionar obras de arte, cuando aún no era tan frecuente, en los años 90, y muy pronto cuando empecé a colaborar con Francesca Thyssen yo comisioné dos o tres.
P.: Hace unos días escuché a alguien decir que un coleccionista es también un artista por cómo desarrolla y ejerce su mirada. ¿Se podría aplicar esta definición también a los comisarios de arte?
R.: Puede ser, puede que haya curators con esa mirada de artista. No lo excluyo. Pero la realidad es que como curator externalizas el trabajo. No tienes una función prominente sobre el resultado de la obra. Lo que te interesa es el discurso, la narrativa del momento. Sin generalizar, porque habrá todo tipo de comisarios.
En mi caso, quiero expresar dónde, cómo estamos hoy, cómo puedo contribuir al desarrollo de la sociedad civil, a los valores, a la moral, a la estética, al entendimiento del momento presente…, obviamente mirando hacia el futuro. Creo que por eso no estoy tan interesada en el hecho artístico en sí, en la idea de un elemento individual artístico, sino en la colectividad, en un momento colectivo de pensar, de desear, de configurar el corpus social.
P.: Pensando en los negacionistas de la sostenibilidad y de la agenda 2030, ¿cree que las artes pueden ser una herramienta de convencimiento de la necesidad de alcanzar los ODS?
R.: [Risas] Sinceramente, no creo que los negacionistas quieran trabajar para salir de su negacionismo. Por eso lo son. Prefieren mantener su mirada estrecha de la vida. Pero tengo esperanzas de que podamos llegar a aquellas personas que se sienten un poco confusas o que mantienen una mirada más abierta o que tienen dudas, que se plantean preguntas o que esperan respuestas.
Es muy difícil ver las soluciones cuando tú has creado el problema. Y ahí sí que creo que el arte y los artistas tienen la capacidad de abrir un poco la ventana para ver el problema y las soluciones, para entender un poco mejor esa realidad y lo que se podría lograr. Es una pequeña ventana. No se trata de respuestas. No creo que los artistas ofrezcan respuestas. Pero ofrecen ventanas.
Le pido que elija tres obras de la exposición y me sorprende no solo que acepte el compromiso sino que escoja más de tres. Y empieza por el grupo escultural de Daniel Otero Torres, compuesto por dos obras: Si tú no bailas conmigo, no bailas conmigo y Abrazos III. Porque, dice, es un “buen homenaje a quienes han luchado por la libertad y por cómo lo traslada a una especie de abrazos galácticos. Significa mucho para mí, a pesar de que no conozco personalmente al artista”.
Y sigue con Un mundo con más libertad, el filme de Manthia Dawara sobre Angela Davis. “Obviamente porque se trata de un personaje supercarismático, muy interesante por la manera en que ha unido música, innovación y pensamiento político. Es una biografía muy bella e inspiradora”.
No puede dejar fuera a la ya nombrada Legend (un retrato de Bob Marley), que “en efecto, es como la banda sonora de la exposición”. Y tampoco olvidarse de la instalación Parade, de Fiona Banner, en la que aviones y aeronaves en general parece que estuvieran bombardeando al visitante, “que es muy simple pero es interesante porque se trata de máquinas de guerra”.
Y por último elige toda la obra presentada de la artista andaluza Cristina Lucas, tanto Tufting, sus bordados que muestran a base de puntos negros los lugares donde se producen los mayores bombardeos de conflictos bélicos internacionales, como las lonas en el exterior del C3A y, desde luego, Vueltas y más vueltas, un precioso “tríptico de esculturas de hierro”.
P.: ¿Cómo le ha afectado a Daniela Zyman esta exposición? ¿Cómo se siente después de comisariarla?
R.: Ahora mismo estoy en el centro de la tormenta. Es decir que necesito que pasen unas semanas para ver su efecto sobre mí. Pero estoy muy contenta de que no hayamos abandonado, de que hayamos tenido el coraje de mantener el compromiso con este tema. Porque cuando estalló la guerra de Ucrania era difícil pensar en términos de paz.
Y la idea primera del título de la exposición era Paz Justa. Pensé que no podía titularse así, porque era una especie de ilusión, de quimera, de fantasía. Y hablar de ecologías de la paz da idea de que no hay una sola paz, sino muchos tipos o que hay diversas aproximaciones al concepto de paz.
Y estoy muy feliz de que, a pesar de estar rodeados de tantos conflictos, hayamos mantenido el foco en la paz. Esto es especialmente importante porque hay lugares del mundo donde no habríamos podido sostener hoy esta exposición. Por ejemplo, en Alemania.
Es largo y complicado de explicar. Pero la realidad es que el conflicto Israel-Palestina ha polarizado a la sociedad alemana. Eso significa que cualquiera que invita a un artista palestino a una exposición [en su caso, la artista palestina que vive en Lisboa, Mirna Bamieh, ha realizado una magnífica instalación titulada Cosas amargas: la cocina], que cualquiera que habla de Palestina o del derecho del pueblo palestino a su libertad o a su autodeterminación es considerado antisemita. Así que no hubiéramos tenido espacio para exhibir en una institución pública.
P.: ¿Cómo siente el trabajo de comisaria en general?
R.: Comisariar una exposición implica un largo proceso de lectura y teorización seguido de uno muy meticuloso de selección de obras de arte, organizarlas en una narrativa coherente y crear una experiencia significativa para los visitantes. En general, es un esfuerzo gratificante que permite a los curadores mostrar diversas perspectivas, generar conversaciones e involucrar al público en temas importantes.
P.: ¿Y en particular, en 'Ecologías de la Paz'?
R.: Aquí la curaduría implicó trabajar en varios encargos, hechos en y para Córdoba, además de reencontrarse con algunos viejos amigos, obras que hacía mucho tiempo que no veía. Me siento muy privilegiada de haber tenido la oportunidad de desarrollar esta trilogía expositiva.
Tengo una sensación de logro al haber conseguido reunir obras de arte que arrojan luz sobre cuestiones ambientales y sociales apremiantes e inspiran la reflexión y la acción entre los espectadores, animándolos a considerar su papel en la promoción de la paz y la sostenibilidad.
¿Por qué debería verse la exposición?
Para sumergirse en una exploración que invita a la reflexión sobre la interconexión de la ecología y la paz. A través del arte, se puede obtener nuevos conocimientos sobre los desafíos ambientales y la importancia de fomentar la armonía entre los humanos y la naturaleza.
Al experimentar la exposición, los visitantes pueden inspirarse para contribuir a un cambio positivo en sus comunidades y en el mundo en general. Puede, incluso, que se encienda en ellos una pasión por el activismo ambiental y la construcción de la paz.