Primero fundó el Harddiskmuseum, el primer museo dentro de un disco duro, después desveló OLEA biotoken, un NFT que combina agricultura y blockchain, y ahora está trabajando en Invisible Pegaso, un proyecto que se enmarca dentro de su Manifiesto Terrícola, que inició creando una oreja bioimpresa de hidrogel de colágena y sembrándola en el Ártico para "escuchar al planeta". De deambular por el punto más septentrional del planeta (Svalbard, Noruega) a recoger muestras de hielo del Chimborazo (Ecuador), el punto más cercano al Sol. El artista conceptual Solimán López (Burgos, 1981) no duda en empaparse de la modernidad para hacer llegar su mensaje.
Invisible Pegaso combina, como viene acostumbrando López, arte y biotecnología. Y cuenta con dos líneas: una de investigación microbiológica y otra artística. Su nombre es referencia expresa al nanosatélite Pegaso (NEE-01 Pegaso), que perdió su órbita en junio de 2013 tras estar menos de un mes funcionando convirtiéndose en basura espacial. Lla propuesta pretende reciclar los desechos de los desechos espaciales combinando microorganismos y el agua glaciar.
"Exploramos una problemática ambiental que es invisible per se: la contaminación de nuestra baja, mediana y alta órbita terrestre", explica López en declaraciones a ENCLAVE ODS. El primer nanosatélite ecuatoriano representaría una minúscula parte —un pequeño cubo de 10x10 cm con 1,2 kg de peso— de todos los desechos que están desperdigados por la órbita terrestre.
"Hemos ido lanzando de manera indiscriminada gran cantidad de material tecnológico a nuestra estratosfera y más allá", denuncia López. Un informe de la Agencia Espacial Europea (ESA), del 11 de agosto de 2023, estima que existen 10.900 toneladas de basura o chatarra espacial orbitando a más de 500 kilómetros sobre la Tierra.
En la actualidad se están desarrollando tecnologías para recuperar los satélites que finalizan su vida útil o que se han desorbitado, como imanes, o destruirlos, como láseres. López, de la mano del microbiólogo Luis Andrés Yarzábal, han encontrado otra solución: aprovechar la capacidad de las bacterias extremófilas.
Este tipo de organismos tienen una capacidad enzimática muy superior. López y Yarzábal han empleado las bacterias Acidithiobacillus ferrooxidans y Leptospirillum ferrooxidans en el laboratorio. Es decir, que pueden, en palabras de López, "literalmente digerir material de desecho en la órbita baja del planeta Tierra". El caldo de cultivo es una muestra de agua de glaciar.
Agua del Chimborazo
"La primera acción que hicimos fue la visita a Chimborazo con un equipo de grabación profesional de la propia universidad, que ha ido documentando todo el proceso", relata López. La elección del Chimborazo para la extracción de agua no es baladí. López cuenta que escogió este volcán, en lugar del hielo de otros lugares inhóspitos y prácticamente inalterado, como la Antártida, por su proximidad al Sol y por su valor simbólico. El Chimborazo es el pico más cercano al Sol y, al mismo tiempo, el punto del mundo más distante desde el centro del planeta.
López, en compañía del yerno de Baltazar Ushca, Juanito, al que se le conoce como “el último hielero del Chimborazo”, por ser ya la única persona que se dedica a colectar hielo de este glaciar para el mercado de la ciudad de Riobamba —donde se vende a 5 dólares—, viajó al estratovolcán de la cordillera de los Andes, a 6.263 metros de altura, a finales de marzo. Y allí, entre la porosa superficie volcánica, encontró y recogió restos de hielo de los glaciares.
"Ha resultado ser un medio particularmente positivo para albergar vida; es un agua particular, repleta de oxígeno de hace 6.000 años, y es un tesoro vivo del pasado, de la humanidad", soslaya. Y añade que "no es simplemente un hielo importante por la tradición, sino que es un bien importante por su composición biológica y biométrica".
El artista burgalés aclara que "Andrés Yarzábal y yo recogimos algunas muestras que quedaron esparcidas por el suelo y que se iban a derretir en el suelo sin ningún uso; en ningún momento yo o nadie del equipo ha ido allí para extraer hielo". Lo cierto es que cada vez son más abundantes estos pedazos de hielo.
Y el responsable, tal como apuntan algunos expertos, es el cambio climático, que acelera el proceso de fusión de los glaciares. Según estudios realizados por Bolívar Cáceres, glaciólogo del INAMHI, el volcán Chimborazo en el año 1967 a 1997 perdió el 60% de la cobertura del glaciar; tenía 19 kilómetros cuadrados y se redujo a 11 kilómetros.
"Reciclaje metafórico"
Invisible Pegaso juega con el concepto de lo que se puede ver. En este caso, tal como señala López, hace referencia a los mineros invisibles (invisible miners), bacterias que hacer biominería. Además, también alude a "los satélites que orbitan en nuestro planeta: se hacen visibles durante la noche y se convierten en estrellas de una constelación contaminada".
Por otro lado, añade, hay que entender el simbolismo que esconde el periplo hacia el Chimborazo, el camino que las comunidades locales han seguido desde la colonización, desde el que "metafóricamente se intentan capturar con las manos".
"Es un trabajo de reciclaje metafórico", sostiene López. Es decir, "utilizar desechos de hielo extraído por el último hielo del Chimborazo en su actividad cotidiana para cultivar bacterias extremófilas capaces de liberar cobre". El cobre es un material presente en la mayoría de componentes electrónicos y los microorganismos son los agentes idóneos para acabar con esta clase de residuos.
Este método, que ya están utilizando los investigadores en el municipio ecuatoriano de Cuenca, podría aplicarse para Pegaso. "Hemos mantenido casi cuatro meses de trabajo lineal en los cuales voy a intercambiar muchísima información con Andrés, sobre todo para ver la pertinencia científica y la posibilidad de hacerlo una realidad", señala López.
Arte para divulgar
Desde su nacimiento, Invisible Pegaso nació como un objetivo divulgativo. Desde el 10 de abril, y López exhibe en colaboración con Yárzabal y el comisariado de Katia Cazar, exdirectora de la Bienal de Arte de Cuenca una exposición inmersiva en Museo de la Medicina de Cuenca (Ecuador). Esta es la primera residencia artística universitaria que alberga el país andino.
La instalación inmersiva interactiva, describe en su página web, "se centra en la biolixiviación de residuos electrónicos utilizando el agua pura del glaciar. Este proceso crea una pequeña réplica del antiguo volcán, recubierta de cobre extraído de las bacterias implicadas en la biolixiviación".
"El espectador se convierte en un testigo de una performance microbiológica: ven cómo se recicla el cobre de un desecho recogido de un vertedero de la ciudad de Cuenca". La última parte del proceso, explica López, es la creación de un catálogo y un documental para informar sobre el proyecto.