La periodista y escritora Virginia Mendoza junto a la portada de su libro 'La sed'.

La periodista y escritora Virginia Mendoza junto a la portada de su libro 'La sed'.

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Virginia Mendoza, periodista: "Aprendamos de las sequías y cambios climáticos extremos de nuestros antepasados"

En ‘La sed’, analiza la influencia de la escasez de lluvias en la historia de la civilización y usa sus vivencias como niña criada en La Mancha para articularla.

19 mayo, 2024 01:38

Virginia Mendoza (Valdepeñas, 1987) ha escrito La sed (Debate, 2024), un ensayo en clave divulgativa sobre la influencia de la falta de agua en la sociedad humana, desde la prehistoria hasta la actualidad. En él se dan la mano el australopiteco, las sequías en la India del siglo XVII y la habilidad de su abuelo, natural de Terrinches, Ciudad Real, en pleno corazón de La Mancha, para encontrar agua donde no la había.

Una historia a veces descarnada, en la que cuenta la lucha de los vecinos de su pueblo en los 80 para que las tierras del hacendado de turno no monopolizasen el uso del acuífero local. Pero también tierna.

En ella viene a contarnos que los actuales titulares sobre la gestión de la sequía en Cataluña, Murcia o Andalucía occidental no son nuevos, ya estaba todo inventado en la ciudad de Jericó hace casi 8000 años: pobreza, inmigración, abandono… o revueltas. Y advierte sobre lo que nos puede esperar si la actual crisis climática empeora.

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¿Por qué contar la historia de la sed humana como una crónica sentimental de la vida en La Mancha?

Porque en realidad todo empezó con los recuerdos de mi infancia. Lo demás vino después. Si de niña, en la sequía de los 90, no hubiera acompañado a mi abuelo a abrir y cerrar la llave del agua que solo teníamos un rato al día por las restricciones, quizá nunca habría escrito este libro. También porque en La Mancha siempre hemos vivido con el temor a quedarnos sin agua.

La razón de ser de la cultura de las Motillas, que se desarrolló en lo que ahora es Ciudad Real y Albacete más de 2.000 años antes de Cristo, fue encontrar el agua en un contexto de aridez extrema en el que cayeron civilizaciones. Uno de los principales centros ceremoniales de aquella cultura está precisamente en la misma loma en la que mis antepasados, hasta mi abuelo paterno, estuvieron intentando salir adelante cada vez con menos agua.

También comenta que muchas veces los rezos y rogativas para la lluvia, como los que hemos visto estos meses en España con la última sequía, han sido una forma de rebelión… pero al ir al nivel particular, analiza el rosario de su abuela como una forma de vínculo, meditación y cuidados.

Lo de mi abuela y el rosario tiene algo de autocrítica. Tardé muchos años en entenderlo porque no comparto su credo, pero al final lo único que hacía la mujer era meditar y pedir algo bueno para los suyos con un objeto que realmente es anterior a su religión. En estos tiempos en los que regresa el horóscopo con fuerza y nos persiguen en Instagram anuncios de expertos en manifestación, necesitaba reflexionar sobre eso.

¿Has visto cuáles son las claves que suelen dar los expertos en vivir bien? Meditación, ayuno, gratitud… No se acaba de inventar ni lo de pedir al universo. Ahí tienes a mi abuela: experta en ley de la atracción y sin saberlo. Parece que todos necesitamos creer en algo, y no tiene por qué ser en Dios.

Ha mencionado la cultura de las Motillas, que en La sed relaciona con las llamadas civilizaciones hidráulicas. ¿Qué significa exactamente?

El de civilización hidráulica es un término que acuñó el historiador alemán Karl Wittfogel para definir un tipo de sociedad que crecía junto al agua y basaba en ella su economía. Él hablaba de despotismo hidráulico: en esas sociedades imperaba la desigualdad y esa desigualdad partía del control del agua, que era lo que permitía ostentar el poder. Si eras de la cuerda del señor, tenías más agua. Si no lo eras, tus cultivos acabarían muriendo porque tu acceso al agua era limitado. Son esas grandes civilizaciones que surgieron junto a los grandes ríos.

La de La Mancha, la cultura de las Motillas, no está considerada civilización porque no hay evidencias de escritura, pero quienes la estudian creen que pudo ser la primera sociedad hidráulica de Europa. Bueno, ya sabes cómo funciona esto: cualquier día aparece un yacimiento que lo cambia todo. Quizás la desigualdad no era tan extrema todavía en la Edad del Bronce como la que describía Wittfogel para sociedades posteriores. O sí, quién sabe, se está estudiando todavía. Los ajuares de algunos enterramientos, en algunos casos cerca del agua y en puntos estratégicos, evidencian que había una jerarquía clara y que una élite controlaba el agua.

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¿La desigualdad es una de las claves del libro?

No era mi intención, pero al final parece que sí.

El libro hace mucha incidencia en cómo a veces las sequías son más una cuestión de gestión humana que de escasez de agua, ¿estamos viviendo un momento así?

Las sequías son cíclicas y donde vivimos suelen darse cada década de manera natural. Aunque cada vez serán más frecuentes, prolongadas y graves a causa del cambio climático del que, unos más que otros, somos responsables. Pero muy a menudo las sequías llegan a ser tan graves precisamente por la gestión que se hace del agua. ¿Cómo es posible que aún reaccionemos a ellas cada década como si fuera algo nuevo?

No sé si diría que La sed es pesimista, dado que entre su aparente convicción de que los problemas derivados del agua son una cuestión de desigualdad, se alzan pocos ejemplos positivos.

¿Tú crees? Temía que me quedase demasiado optimista [se ríe]. No creo que se alcen pocos ejemplos positivos porque casi todas las historias que recojo aparecen ahí con la intención de que nos llegue un mensaje (también a mí misma): que si nuestros antepasados pudieron superar cambios climáticos extremos, quizá aún podamos aprender algo de ellos.

De hecho, el libro empieza con un pueblo que se une para recuperar su agua y lo consigue. Intento insistir en la importancia de no perder la esperanza porque sin esperanza no hay acción, pero tampoco creo en que las cosas nos vayan a caer del cielo porque sí.

¿Y por qué contar la historia de la sed en clave evolutiva? Casi hay más páginas dedicadas a las ramas del género homo que al clima.

Es que esas páginas mejor que las escriba una climatóloga. No es un libro sobre el clima, sino sobre nuestra relación con el agua, concretamente la lluvia, allí donde llueve poco. Pero te confieso que inicialmente no pensaba dedicar tanto espacio a la parte evolutiva.

Cuando ya estaba muy dentro del libro sentí la necesidad de dedicar más páginas a la Prehistoria porque vi que ahí había una base fundamental que no podía ventilar en cuatro páginas. Al fin y al cabo, supone el 99% del tiempo que lleva nuestra especie en el planeta. Me parece demasiado triste que quede en los márgenes.

¿Pasar sed nos hizo humanos?

No sé si diría tanto [se ríe]. Nuestros antepasados australopitecos también pasaron sed como la siguen pasando otros seres vivos. Pero una parte considerable de cambios anatómicos, metabólicos y después culturales, que ha vivido el ser humano se dieron en tiempos de aridez extrema, que además iba de la mano de un frío extremo.

Somos los descendientes de los pocos que sobrevivieron a cambios climáticos extremos, cuando todavía eran solo naturales. No sé si la sed, el frío, el hambre, la adversidad o todo a la vez nos hizo humanos, pero es nuestra relación con el agua en los lugares en los que escasea lo que me interesaba.

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¿Ya hemos vivido guerras del agua solo que no les hemos puesto ese nombre?

La primera guerra documentada de la historia fue hace 2.700 años, entre las ciudades-estado de Umma y Lagash en Mesopotamia, y está considerada una guerra del agua. Aunque no fue exactamente por el agua, sino por una tierra especialmente fértil. Así que te diría que sí. El agua es una de las cosas que más nos mueven para lo bueno y para lo malo. No podemos vivir más de unos días sin ella.

¿La historia de las sequías demuestra aquello de 'la historia es maestra, pero no tiene alumnos'?

Bueno, la historia está ahí, siempre a la espera. Tampoco pierde la esperanza de que lleguen alumnos. En la España seca tampoco es que haya que retroceder demasiado para llegar a esa clase a tiempo: es algo con lo que siempre hemos vivido.

¿Y hemos aprendido algo en España en concreto? ¿Qué retos ve para el futuro?

Parece que hacer un buen uso del agua será nuestro gran reto. El 75% de la península está en riesgo de desertificación y dicen que una situación extrema podría darse en cuestión de un siglo. No sé si hemos aprendido algo o no, pero sí parece que lo vamos a tener que aprender a la fuerza si se cumple la previsión que han hecho los que sí son expertos en ese ámbito. Yo me limito a recoger su trabajo, divulgarlo y, de paso, asegurarme una pildorita esperanzadora de vez en cuando para hacer todo esto más llevadero.