Su apellido es leyenda, orgullo y legado. Siendo hija del gran Félix Rodríguez de la Fuente, el mítico naturalista español que creó escuela y que acercó como ningún otro la vida salvaje al gran público a través de sus ya míticos documentales y programas de televisión, sólo se podía esperar de Odile que fuera otro gran referente.
Solo era una niña de siete años cuando él falleció a causa de un dramático accidente de aviación en Alaska, pero la semilla ya estaba plantada en su mente y en su corazón. Licenciada en biología y producción de cine en la USC de Los Angeles, ha llevado su vocación de respeto a la naturaleza y a la protección del planeta a lo más alto. Ha trabajado par National Geographic y se ha convertido en una reputada divulgadora científica y conferenciante de sostenibilidad y medioambiente.
También es escritora. Además de publicar dos libros sobre su padre, ahora vuelve a la carga con La historia más fascinante del mundo (Molino,2024), una preciosa obra ilustrada con la que entender fácilmente la compleja historia de la Tierra, desde su formación hasta que la poblaron los primeros seres humanos.
Se podría definir como un libro infantil, pero en realidad no es solo para niños. Cualquiera puede y debe leerlo para entender por qué estamos aquí y lo importante que es respectar y cuidar nuestro entorno.
En ENCLAVE ODS mantenemos una interesante charla con Odile Rodríguez de la Fuente sobre la herencia ecologista del creador de El hombre y la Tierra, los discursos negacionista del cambio climático y su visión del futuro.
¿Cuál fue su motivación para escribir este libro?
Yo afortunadamente no he perdido la curiosidad infantil, soy una persona muy inquieta, que se pregunta por qué las cosas como son. Esa es la razón que me llevó a estudiar Ciencias Biológicas y uno de los temas que siempre he tenido curiosidad es la historia del planeta. Hace muchos años encontré la analogía del reloj y a mí me resultó una herramienta maravillosa para asimilar un periodo de tiempo tan largo y lo empecé a utilizar como recurso para mí, pero también alguna vez con niños en algún taller en un colegio y vi que funcionaba fenomenal.
Cuando me propusieron escribir el libro, me pareció fantástico para poder profundizar en el tema. Así se emprendió este viaje maravilloso. Quiero precisar que no es un libro solamente dirigido al público infantil. Yo, como hija de mi padre, tengo su ejemplo de cómo atrapaba a la gente independientemente de edad. Por eso quería que esta historia fuera para todo el mundo a partir de siete años.
Los niños son el futuro, concienciarlos a ellos es concienciar a la sociedad. Usted dice que prefiere informar desde el amor y no desde el miedo. ¿Huye de los mensajes catastrofistas pese a la situación del cambio climático?
Bueno, yo soy realista porque la evidencia es la evidencia. Doy muchas conferencias sobre el cambio climático y siempre hablo de las evidencias, de cuáles son las proyecciones, las consecuencias del cambio climático, de cómo estamos, etc. Pero dentro de eso, soy de las que cree que si tenemos un problema, lo que hay que hacer es buscar la solución entre todos y aprender de los errores.
No soy catastrofista. Tengo fe en el ser humano porque me parece fascinante y porque somos parte de la naturaleza. Creo que es la naturaleza tratando de sanarse a sí misma también y de buscar una solución a través de un recurso y una herramienta tan increíble como es la conciencia y la capacidad para la reflexión. Así que sí, soy optimista ante el futuro.
"Mi padre fue un absoluto visionario. Hace más de 40 años que falleció y él ya hablaba de la civilización del plástico"
En la era de la tecnología, muchos de los jóvenes viven pegados a una pantalla y alejados del medio natural que les rodea. ¿Qué está fallando?
Sobre todo diría que están lejos de la naturaleza. Es un error con los niños hacer una aproximación a ella únicamente intelectual a través de las asignaturas en el colegio. Tienen que salir más a la naturaleza, experimentarla. Si no creamos ese vínculo con la naturaleza, Si crecemos en entornos asépticos y de ciudades, esto se borra en la edad adulta. También es importante educar en las pequeñas cosas, el reciclaje, el respeto a los animales y al entorno...
Lleva muchísimos años desempeñando tu faceta divulgadora.. ¿Cómo dirías que ha sido la evolución en cuanto a la concienciación medioambiental?
Es un vaso medio lleno o medio vacío, según se mire. El positivo es que cuando yo era pequeña, en tiempos de mi padre, por darte un ejemplo que es palmario, no existía un Ministerio de Medioambiente y sí la Junta de Extinción de Animales Dañinos. Los ayuntamientos de este país pagaban a cualquier persona que llegase con los restos de un depredador. O sea, la idea era premiar a la gente que lo matase.
De ahí hemos pasado a que exista una vicepresidencia de transición ecológica, a que existan cumbres a nivel global alrededor del clima, de la pérdida de biodiversidad. Hoy la sostenibilidad, la ecología están muy presentes. Pero sin embargo yo creo todo se ha burocratizado demasiado y nos hemos desnaturalizado también en cómo hablamos de las cosas. Hay una falta de afectividad, de humanidad.
No se transmite el mensaje de forma efectiva...
Exacto, el gran problema ahora mismo es que no estamos haciéndole llegar a la ciudadanía un relato que les seduzca, que les enamore, que lo entiendan, que se identifiquen con él y que vean los beneficios del cambio. Ahí es donde yo encuentro que hay un gran déficit comparado con la etapa de mi padre. Éll sí hacía un discurso muy humanista, muy seductor, muy cercano.
¿Qué opinión le merece la polémica Ley de Bienestar animal?
Es un reflejo de esa desnaturalización. Yo creo que su intención es positiva, pero está lejos de la realidad del campo y de cómo son los ciclos de la naturaleza y de cómo es la realidad. También es muy burocrática y no entra en los detalles. Por eso es polémica. Se deja en el camino los matices y la complejidad de la realidad. Habría que haber hablado más con los distintos sectores, porque los despachos están lejos de la realidad.
¿Qué pensaría su padre de la deriva que han tomado las cosas?, ¿cree que lo vio venir?
Mi padre fue un absoluto visionario. Hace más de 40 años que falleció y él ya hablaba de la civilización del plástico y de muchos de los temas que estamos viviendo en la en la actualidad.
Probablemente, si viera lo que estamos viviendo, haría la misma crítica de la deshumanización de la que te hablaba y diría que hay que volver a cosas muy
esenciales de las que nos estamos alejando y que nos están empobreciendo. Pero además, en términos de salud, de salud mental y física. Los que más perdemos en este proceso somos nosotros.
De hecho, cada año los riesgos ambientales acaban con la vida de 1,7 millones de niños y niñas menores de cinco años, según datos de Save The Children.
Esto es a nivel mundial. Están hablando de partes de la población mucho más vulnerables, que desafortunadamente son los que más sufren los efectos del cambio climático. Pero no solo eso. En zonas del mundo donde hay unas condiciones de mayor desarrollo, como puede ser donde vivimos nosotros, la incidencia de problemas como la obesidad infantil, problemas psicológicos, problemas de alergias, intolerancias, etc, están absolutamente asociado a desnaturalizar, a vivir en ambientes cada vez más aséptico, más urbanitas, más aislados de la naturaleza.
La ley de restauración de la naturaleza europea que está como tramitándose tiene como objetivo restaurar el 20% de las áreas degradadas de la de la Unión en 2030 y el 100% en 2050. ¿Le parece un objetivo alcanzable o una quimera?
Depende de lo que entendamos por restaurar. Si tú quieres hacer una restauración al 100% de lo que sería un ecosistema maduro, pues ya te digo de entrada que no es inviable. Pero si quieres subir el porcentaje a un 15 o 20%, yo creo que sí que se podría hacer.
Para el 2030 también nos hemos propuesto a nivel global reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en prácticamente un 50%. ¿En qué año estamos, señores? Son objetivos inalcanzables. Estamos en una especie de túnel de tocar fondo. Habrá un momento, un punto de inflexión en el que daremos la vuelta, pero será demasiado tarde.
¿Está de acuerdo con la teoría del decrecimiento para poder crecer?
Totalmente, aunque me parece desafortunada la palabra decrecimiento, yo le llamaría revitalización. Las palabras tienen mucho poder. Enn una sociedad en la que durante muchos años desde la revolución industrial, el objetivo ha sido el crecimiento, donde la manera de medir el bienestar de un país es a través del PIB, no crecer se ve como algo malo. La palabra decrecimiento da miedo y genera inquietud.
Por eso utilizaría la palabra revitalizar. Hay que ver qué perspectiva ofrecemos para que la gente se implique, se identifique con el mensaje y quiera formar parte del cambio. Ese es el gran reto: cómo contamos la historia de una manera diferente para que la gente quiera sumarse.
"Hoy día ya prácticamente ninguna institución, a no ser que no
esté en el poder, puede permitirse el lujo de ser negacionista"
El consumismo salvaje en que estamos inmersos no ayuda. Por ejemplo, en la industria textil con el fast fashion que acaba dejando océanos de ropa desechada en países de África.
Totalmente. Por eso, para mí es tan importante que el mensaje sea humanista, porque el que compra de forma compulsiva esconde algo. ¿Qué estamos intentando llenar comprando sin parar? Hay que empezar a entender cuál es la raíz de todo y es la deshumanización. Al final es como una pescadilla que se muerde la cola.
Te meto en una vida tan acelerada, tan productiva, tan exigente, que al final no tienes tiempo para construir relaciones que me sostengan, para humanamente explorar qué es lo que quiero realmente para llenar mi vida con calidad. ¿Y entonces qué hago para llenar ese vacío? Pues lo compulsivo. Hay que romper el ciclo.
Usted es divulgadora ciéntifica. ¿Cómo lidia con los discursos negacionistas?
Bueno, no es lo mismo un negacionista a título individual que uno a título institucional. Y yo creo que hoy día ya prácticamente ninguna institución, a no ser que no esté en el poder, puede permitirse el lujo de ser negacionista. Porque cuando no se está en el poder se lanzan mensajes o titulares que se sabe que atrapan a determinadas audiencias.
Pero qué casualidad que cuando esas personas o esos grupos entran en el poder, de repente cambian. Se dan cuenta de que esos mensajes que lanzaban cuando no estaban en el poder no se pueden ejecutar. Por eso, es algo que tampoco me preocipa demasiado porque creo que esos negacionistas son minoritarios y lo hacen principalmente para captar a públicos determinados.
Hay muchos activistas jóvenes con propuestas extremas. ¿Está de acuerdo con que se proteste contra el cambio climático tirándole pintura a la Gioconda o cosas así?
Las medidas extremas siempre en general las entiendo hasta cierto punto, siempre y cuando no agredan y no sean violentas contra las personas. Esa es la línea roja que no se puede cruzar.
Esas acciones de las que hablas las entiendo, también tienen que estar porque es una forma de mover las cosas y de llevarlas ante la opinión pública. Pero no creo que sea la herramienta principal del cambio.
Para terminar, ¿cuáles son las claves para conseguir cambiar ese paradigma y tomar conciencia de que debemos protegern la naturaleza, el planeta?
Mi sueño en los años venideros sería que cambiara el sistema educativo, porque me parece fundamental. También que haya mucho más sentido de responsabilidad en los medios de comunicación, esa es la gran asignatura pendiente. Los mediosno están a la altura del reto que tenemos por delante y de lanzar un mensaje que no sea meramente informativo, que sea seductor, que nos empiecen a contar otra historiaque necesitamos.
El ser humano tiene hambre de otra historia. Hay que cambiar la narrativa, plantearnos quiénes somos de dónde venimos, atrevernos a cuestionarnos el status quo y empoderarnos. Cada uno de nosotros puede y debe aportar al cambio colectivo. Hay esperanza.