Hace tres años, cuando ENCLAVE ODS vio la luz por primera vez, Jorge Moreno (Madrid, 1992) era investigador en el Basque Centre for Climate Change. Él fue uno de los primeros en compartir su trabajo —que giraba en torno a la Agenda 2030— con este vertical. Ahora, en nuestro aniversario, volvemos a hablar con él solo para descubrir que ha dado el 'salto' internacional.
Moreno contesta al teléfono desde Bruselas, su ciudad de acogida. Desde allí explica que es uno de los responsables de políticas en la Dirección General de Acción Climática de la Comisión Europea. Eso sí, primero pasó dos años en la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia a Largo Plazo del Gobierno de España, en Moncloa.
Si allá en 2021 aseguraba que "plantar árboles no es la única solución" para la crisis del clima, ahora pone el foco en el tiempo, aspecto que ocupa buena parte de su trayectoria profesional. "El cambio climático no entiende de cortoplacismo", afirma. Y es que uno de sus objetivos es, precisamente, hacer entender a quienes toman las decisiones que las políticas climáticas no van de hacer planes a cuatro años vista.
"Tienes que estar tratando de sacar adelante políticas que a lo mejor a corto plazo pueden parecer un gasto, pero que cuanto antes se pongan en marcha, a la larga mejor y más baratas van a resultar", asegura Moreno.
Y confiesa que lo más difícil de "vender" este tipo de políticas es su falta de "impacto" en el corto plazo. Bueno, matiza, "hasta ahora". Porque, señala, "conforme pasa el tiempo, la gente sí que está siendo un poco más consciente".
Además, apunta al "interés industrial" como clave en que, a nivel social, se entienda la importancia de las políticas climáticas con la vista puesta en el futuro. La industria, recuerda, tiene "interés en apostar por una serie de tecnologías, como las renovables, que puede que tengan un papel importante a nivel global" y que aportan una "recompensa económica" a la larga.
Cuestión de "aristas"
Eso sí, Moreno insiste que la lucha contra el cambio climático tiene muchas "más aristas" que van más allá de las políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Y estas, reconoce, suelen ser "más difíciles de que se tengan en cuenta".
Se trata de todas esas piezas del puzzle terrestre cuyos "efectos no se ven" de un simple vistazo. Algo en lo que Moreno se ha centrado en su tesis doctoral, como por ejemplo "el impacto que pueden tener las estrategias de reducción de emisiones en la biodiversidad a través de los de los cambios en el uso de suelo", con la agricultura, las reforestaciones, etc.
Porque cada medida que se lleva a cabo, apunta, "impacta de una manera u otra en las especies", y en concreto en aquellas que están en peligro de extinción. Y aunque el fin último sea la reducción de las emisiones de efecto invernadero, dice, no puede llevarse a cabo si por el camino se destruyen otras piezas esenciales del puzzle climático.
Transición justa
La complejidad del reto al que se enfrenta al ser humano radica, a fin de cuentas, en "intentar convencer a la gente de que hay muchas maneras de afrontarlo y todas ellas tienen sus consecuencias". La clave, por tanto, están en minimizarlas y que "la transición sea justa de verdad".
Es decir, que no haya ganadores ni perdedores. Y, sobre todo, dice Moreno, "que no se perciba como un sacrificio". Los cambios necesarios para mitigar y adaptarnos a la crisis climática no pueden suponer una carga, sino entenderse como un esfuerzo colectivo para conseguir un bien común.
Por eso, concluye, "es esencial procurar que la transición no aumente las desigualdades actuales". Los mecanismos para conseguirlo, asegura, existen y solo "hay que ponerlos en marcha". Todo cuenta.