Por desgracia hay tantas historias de refugiados como, refugiados mismos. La de Ismail Mohammed no es la más traumática, pero es la de alguien que empujado por la situación de su país de origen, Eritrea, lo dejó todo atrás. Lo organizó a escondidas de su familia y su mujer, para un día emprender el camino. Cuando llegó a Europa y se estableció, gracias a la ayuda de Médicos Sin Fronteras (MSF), pudo traer a su esposa.
"Emprendí el camino con 23 años y tardé cinco meses. La razón principal fue la situación política de terror y vivir en la pobreza", cuenta Mohammed. Emigró en 2015 cuando el país estaba en una deriva hacia un estado totalitario. Investigadores de la ONU acreditaron continuos y flagrantes crímenes contra la humanidad que sumieron al país en una atmósfera de terror.
Por aquel entonces, ACNUR había censado 357.400 refugiados y Mohammed sabía que se tenía que ir. Además, lo hizo sin decírselo a nadie "porque aunque la situación era insostenible, sabíamos que el camino era peligroso". Cruzó de Eritrea a Sudán y allí tuvo que contratar los servicios de un grupo de contrabandistas.
"Aunque no fueron los mismos, sí era la misma red a la que pagué mucho dinero", confiesa. Viajó con ellos hasta Libia y de aquí, cruzó el Mediterráneo, lo que señala como la etapa más peligrosa. Al llegar a Italia recuerda que lo trataron bien: "Nos recogió un grupo de voluntarios que nos llevaron a un campamento.
Alemania, "fue horroroso"
En 2015, en el país germano hubo más de 550.000 refugiados y eso son solo las estimaciones oficiales, que se consideran bastante conservadoras. Por ello, a pesar de que Mohammed entiende la presión que eso supone, asegura que el trato que recibió fue nefasto: "Desde robarme las cosas a no darnos de comer ni cobijo". Además, llegó en octubre, justo cuando las temperaturas empezaban a bajar. "Fue horroroso", lamenta.
Cuando decidió que Alemania no era lugar para él —tardó una semana— decidió probar suerte en Bélgica, donde vivía una hermana de su madre. Allí volvió a sentir 'la bienvenida europea'.
Desde que llegó, dice que todo va bien. Ahora trabaja como jefe de comunidad para MSF. Es el encargado de recibir a los refugiados que llegan e indicarles los primeros pasos que deben tomar para encontrar comida, hogar y sanidad. Su misma historia nueve años después.
Según él, las cosas están empeorando: "Los recién llegados, como yo en su momento, vienen con grandes expectativas. Creen que en los países desarrollados abanderan los derechos humanos, pero muchas veces no es así". Incluso deben vivir situaciones traumáticas, solo para seguir enfrentándose al laberinto burocrático europeo.
Para él no tiene sentido porque la mayoría de los refugiados solo quiere mejorar su vida de una forma honrada y trabajar. Aceptan empleos duros que casi nadie quiere e incluso cuentan con múltiples labores al mismo tiempo y hacen horas extras para empezar una vida prácticamente desde cero. "Desde luego que su situación se podría mejorar", clama.
La situación política en Europa no sopla en positivo para los refugiados. Precisamente en Brandeburgo el Partido Socialista acaba de frenar el avance de la ultraderecha Alternativa por Alemania, que tiene en su programa políticas mucho más restrictivas en temas de migración.
"Damos ayuda psicológica a quien ha experimentado situaciones traumáticas en el camino"
En tantas ocasiones, las autoridades solo los mueven de un campo de refugiados a una casa de acogida y sin muchas expectativas por mejorar. "Gran parte de mi trabajo es dar asistencia a la salud mental. Compartimos idioma y experiencia, por lo que puedo crear lazos de empatía", expone.
Los aires soplan en contra
Las guerras alrededor del mundo solo lo complican todo con conflictos armados en Ucrania, Gaza, Líbano o Myanmmar. Según la ONU, actualmente 96 estados tienen oficialmente disputas con países vecinos.
Además, la crisis climática fuerza movilizaciones masivas por falta de alimento. Namibia, situada en el pico sur de África, se ha visto obligada a sacrificar cebras, hipopótamos y elefantes solo para poder dar de comer a la población. Por ahora han obtenido más de 56.800 kilogramos de carne.
"Detrás de estas crudas cifras, que se mantienen al alza, se esconden innumerables tragedias humanas. El sufrimiento debe impulsar a la comunidad internacional a actuar con urgencia para abordar las causas del desplazamiento forzado", declaró Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Un factor que ha resultado determinante en el aumento de estos números ha sido el devastador conflicto en Sudán: desde abril de 2023 se han registrado más de 7,1 millones de nuevos desplazamientos internos y más de 1,9 millones de desplazamientos hacia el exterior. A finales de 2023, un total de 10,8 millones de personas habían sido desplazadas dentro y fuera del país.
"Es momento de que las partes en conflicto respeten el derecho internacional y las leyes básicas de la guerra" dice Grandi. "La realidad es que, si no hay una mayor cooperación ni esfuerzos conjuntos para abordar los conflictos, las violaciones de los derechos humanos o la crisis climática, las cifras de desplazamiento seguirán aumentando, lo que traerá consigo más sufrimiento y costosas respuestas humanitarias", asegura.