Las poblaciones indígenas son muchas veces llamadas las guardianas de la tierra. Aunque no representan más del 5% de total de los ciudadanos del mundo, se estima que cuidan de más del 30% del territorio. Sus prácticas tradicionales y su forma de comportarse con el entorno, heredada desde hace milenios, busca el equilibrio.
Un balance que, en ocasiones, se rompe con la llegada de empresas extranjeras en busca de recursos. La disputa entre la cultura, las tradiciones y el desarrollo empresarial es parte de lo que sucede en México, desde donde reporta Anjan Sundaram.
Este periodista de guerra, que estuvo en el Congo y Ruanda y es autor de dos libros sobre esos países, ha saltado ahora a la lucha por el clima. Según él, no hay tradición en la prensa mexicana de cubrir estos conflictos, pero "se siente orgulloso de elevarlo a un nivel internacional".
En América Latina el territorio es enorme y gran parte de él está custodiado —cedido legalmente— a las comunidades históricas del lugar que lo han mantenido en condiciones óptimas. Pero grandes empresas madereras, agrícolas o mineras quieren estar en estas tierras ricas en recursos y muchas veces laxas en regulación; o al menos en su aplicación.
Sundaram cuenta la presión que se vive estos lugares: "Estos ecosistemas están amenazados por grandes empresas que quieren operar allí, gobiernos que no los defienden lo suficiente y cárteles armados que trafican en ellos como si fueran suyos".
Aunque se están dando grandes pasos en el reconocimiento legal de los derechos de la naturaleza en las cortes judiciales, hay muchas veces que la norma no se aplica. En España hay casos de éxito de conservación, al menos en teoría, donde se ha reconocido la identidad jurídica del Mar Menor. De hecho Sundaram se interesó por el tema cuando vio que en la última década 1.700 activistas habían sido asesinados, el 70% entre México y Argentina, en defensa de esos derechos.
El trono de hierro de México
Este mismo verano, el estado de Michoacán (México) ha vuelto a vivir balaceras y tiroteos por controlar el trono de hierro del suroeste mexicano. En el pueblo de Santa María de Ostula hay una montaña que contiene grandes cantidades de este mineral y que el cártel de Jalisco lleva 10 años intentando instalarse para facilitar la entrada de mineras extranjeras. En julio la prensa local reportó bombardeos con drones y arsenal de alto calibre.
Sundaram que estuvo allí, describe el lugar, del que no le dejaron tomar fotos, como si fuera un campo de batalla: "Las casas bajas tenían la pintura pelada y los muros se desmoronaban. Había armas calibre 50 mm y rifles de asalto rodeando los edificios para su defensa. Un carpintero estaba reforzando un techo con tres capas". El pueblo recibía ataques cada dos días.
Además, el reportero resalta que, irónicamente, mientras hay verdaderas batallas por los recursos, muchas de esas empresas, luego comercian abiertamente con Europa y a la vez presumen de políticas de sostenibilidad. Él buscó declaraciones de la compañía europea que operaba en la zona, que negó estar detrás de los ataques.
El Amazonas, un río sangriento
Según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, desde 2020, han muerto 69 defensores de la naturaleza; activistas, periodistas, indígenas y vecinos de las localidades. Ataques han sido 493, pero esto no solo ocurre en México. Brasil, junto a Colombia, es otro de los países que forman este sangriento podium.
Puyr Tembé, líder de la comunidad teneteara de Pará, ha hablado con ENCLAVE ODS | EL ESPAÑOL en la presentación del documental We are guardians, que sigue la pista a defensores de la naturaleza que se ven obligados a empuñar las armas. Cuenta cuando Bolsonaro estaba en el poder y el Amazonas se vendió a la industria agroalimentaria, maderera y minera.
La constitución brasileña reconoce la autodeterminación de los pueblos indígenas y los territorios que han ocupado tradicionalmente, se calcula que un 13% del país. Esto les atribuye el derecho a ocupar esos territorios y el uso de sus recursos. Tembé recuerda que Bolsonaro prometió "no demarcar ni un centímetro y delimitó ocho tierras indígenas" dejándolas a merced de las empresas.
Desde que Lula da Silva ganó las elecciones ha habido mejoras. "Se está trabajando según lo que prometió", pero aun así "hay intereses políticos muy fuertes, por lo que no será suficiente solo una legislatura", informa EFE.
También, hay que tener en cuenta que la selva es el sustento de mucha gente de la zona. Para ellos, muchas veces no hay otra salida económica que colaborar, de un modo u otro, con el deterioro de la naturaleza.
Estos guardianes de la tierra tienen un conocimiento profundo de la naturaleza y cómo relacionarse con ella para sacar el máximo beneficio desde una perspectiva de equilibrio. Sin embargo, en conferencias internacionales como la COP, sus voces, aunque tienen un papel principal, apenas se incluyen en la toma de decisiones. Eso es una de las cosas que comunicadores y activistas como Puyr Tembé o Anjan Sundaram reivindican que salgan de sus fronteras para que se les tenga en cuenta.